… el vuelo de cuchillos, los temblores, los ojos agonizantes
de los que van a morir, el estremecimiento, la angustia, la furia y la muerte
flotando entre cuerpos, entre alientos, entre paredes, cadenas y garfios de hierro;
fluye el estertor de almas envenenadas con ira, venganza y odio,
con dolor dolorido, con terror, con ruda y ciega desesperación;
… un matadero es un enclave brutal y abominable, desolado y atroz;
ríos, ventiscas y cataratas de llanto enloquecido manan y ruedan por túneles
y callejones, se filtran por muros y cámaras, suben tejados arriba, nublan la luz,
y recorren campos y ciudades con su carga maldita
para su maldita siembra;
… en sus sangres vertidas, en sus cuerpos y pieles despiezados, en sus células,
– adherido, exquisito –
el hedor pasional aparecerá en nuestras mesas y hogares excitando la ira,
la sexualidad, la violencia, vigorizando e impulsando nuestro pletórico ser
cual dominador, matador y destructor del mundo;
… porque ciertamente los animales son fulminados, degollados, apuñalados,
y sus gritos de horror son un palio/hacha que cuelga y marcha
cual un dios/no dios por el aire, cual espectro inaudito, terrible y devastador;
¿ … responsables ?
“no ver, no sentir, no pecar”
[… el velo negro de la compasión aún: nuestro atávico y denso bastión de la ceguera]
Orión