Un día , en Santa Bárbara, California, un hombre llamado Roberts fue
a ver a un clarividente que es también conferenciante teosófico y le
pidió ayuda para un caso muy intrincado. Mr. Roberts se encontraba
paseando por la calle el día anterior cuando una nena de unos tres años
se abrazó a él llamándolo papá. Mr. Roberts se indignó, creyendo que
alguien trataba de atribuirle la paternidad de la nena a él.. Pero la
madre de ésta, que vino rápidamente, se extrañó tanto como Mr.
Roberts y trató de llevársela. La nena , sin embargo, insistía en ir con
Mr. Roberts, diciendo que era su padre. Debido a las circunstancias
que se mencionarán más tarde, Mr. Roberts no pudo quitarse esa
escena de la cabeza y fue en busca del clarividente, en cuya compañía
fue a casa de los padres de la niña. Esta , al verlo corrió nuevamente
hacia él tornando a llamarlo papá. El clarividente, que llamaremos X,
tomó primeramente a la niña y la llevó junto a la ventana para notar si
el iris de su pupila se distendía o contraía conforme la retiraba o
acercaba a la luz, con objeto de comprobar si alguna otra entidad que
no fuera su propio poseedor estaba en posesión del cuerpo de la nena,
puesto que el ojo es la ventana del alma y ninguna entidad "obsesora"
puede dominar esa parte del cuerpo. Mr. X comprobó que la nena era
normal y en seguida procedió a hacer preguntas a la pequeña ,
cuidadosamente. Después de un paciente trabajo efectuado con
intermitencias durante la tarde, para no fatigar a la niña, contestó esta
lo siguiente:
Ella había vivido con su papá Mr. Roberts, y otra mamá en una casita
solitaria, desde la que no se veía ninguna otra casa; próxima a ella
había un arroyuelo en cuyas orillas crecían algunas flores (la nena
corrió afuera entonces y volvió con algunos amentos - sauce
americano-) y que había una tabla sobre el arroyo, y le habían
ordenado que no la cruzara de miedo a que se cayera. Un día su papá
las abandonó a ella y a su madre y no volvió más. Cuando se les
acabaron los alimentos su mamá se acostó enferma. Y después agregó:
"Yo también morí, pero no morí, puesto que vine aquí".
Entonces Mr. Roberts contó su historia. Dieciocho años antes vivía en
Londres, donde su padre era cervecero. Se enamoró de la joven
sirvienta. Y su padre se opuso, pero el se escapó con ella a Australia,
después de haberse casado. Allí se fueron al bosque y construyeron
una pequeña granja, edificando una casita junto al arroyo,
exactamente como decía la niña. Tuvieron allí una hija y cuando ésta
tendría unos dos años él dejó la casa y fue a alguna distancia de ella;
en ese entonces un hombre armado de un rifle corrió hacia él
diciéndole que quedaba arrestado en nombre de la ley por un robo
cometido la noche en que Mr. Roberts dejó a Inglaterra. El oficial
había seguido sus huellas hasta allí creyéndolo criminal. Mr. Roberts
pidió que se le permitiera ir antes a ver a su mujer y a su hijita, pero
creyendo el oficial que ese ruego era una astucia para hacerlo caer en
manos de los confederados, rehusó y lo obligó a dirigirse hacia la
costa. De allí se le envió a Inglaterra y sometido a prueba comprobó
su inocencia.
Antes de que las autoridades hicieran caso de sus constantes ruegos
para que fuera a buscar a su esposa e hija, tuvo que pasar algún tiempo
allí. Posteriormente se envió una expedición en su busca, la que no
encontró más que los esqueletos de ambas. el padre de Mr. Roberts
había muerto en el ínterin y aunque había desheredado de aquel, sus
hermanos dividieron su herencia con él y éste volvió a América muy
descorazonado.
Mr. Roberts proporcionó entonces algunas fotografías de su esposa e
hija, las que por consejo de Mr. X fueron mezcladas con cierto
número de otros retratos y mostrados todos a la nena, la que sin
vacilar señaló las fotografías de sus antiguos padres, aunque éstas
diferían mucho del aspecto actual de Mr. Roberts.