LA CRUZ DE LA VIDA
(Del editorial de Rayos de la Rosa Cruz de marzoabril
de 1.999)
Según una Antigua Leyenda, Adán, antes de verse forzado a
abandonar el Para íso, tomó tres ramitas del Árbol de la Vida, que
luego Set, su hijo, plant ó y crecieron y se convirtieron en árboles.
Con una rama de uno de ellos se hizo, m ás tarde, la vara de
Aar ón, con la que obró sus milagros ante el Faraón. El segundo,
se llev ó al templo de Salomón con la intención de hacer una
columna o acomodarlo en alg ún lugar; más no fue posible hallar
tal emplazamiento, y se utiliz ó para construir un puente sobre un
arroyo, fuera del templo. El tercer tronco se utiliz ó para hacer la
cruz de Cristo, y sobre ella sufri ó por nuestra causa, siendo luego
liberado, para ir al centro de la tierra y convertirse en el esp íritu
del planeta en el que ahora gime y sufre hasta el d ía de Su
liberaci ón.
Esta antigua leyenda contiene un profundo significado
oculto:
El primer tronco representa el poder espiritual de las
Jerarqu ías Divinas, que se usaba para nuestro bien, cuando la
humanidad estaba en su infancia.
El segundo estaba destinado al templo de Salom ón. Nadie
pod ía apreciarlo sino la Reina de Saba. No se le pudo encontrar
emplazamiento adecuado porque el templo de Salom ón era el
summum de las artes y oficios, y en una civilizaci ón material, lo
espiritual no es apreciado. Los hijos de Ca ín, están trabajando por
su salvaci ón a lo largo de lineas materiales, y por lo tanto no les
encuentran aplicaci ón a los poderes espirituales. De modo que "se
emple ó como puente sobre el arroyo”. Pero hay almas, verdaderos
masones, capaces de usar tal puente, que conduce de lo visible a
lo invisible, para regresar al Jard ín del Edén, al Paraíso.
Del tercer tronco se hizo la cruz de Cristo. Subiendo a la
cruz, Cristo obtuvo la liberaci ón de su existencia física, y entró en
mayores esferas. Del mismo modo, nosotros, cuando tomamos la
cruz y le seguimos, desarrollamos el poder del alma y entramos en
una esfera de mayor utilidad en el mundo invisible.
Que podamos esforzarnos continuamente para, un d ía no
muy lejano, subir a nuestra propia cruz y, desde all í, obtener la
gloriosa liberaci ón, la Resurrección de la vida de la cual Cristo
fue y es el primer fruto de cada alma creyente. Este es el real y
verdadero mensaje de la Pascua, y cada uno de nosotros deber ía
comprender que es un Cristo en formaci ón y que, cuando de
verdad el Cristo nazca internamente en nosotros, ese Cristo nos
mostrar á el camino hacia la cruz. Y podremos pasar del Árbol del
Conocimiento, que nos produjo la muerte, al Árbol de la Vida, del
cuerpo vital que nos dar á la inmortalidad.
(Max Heindel)
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