VERDAD ABSOLUTA Y RELATIVA.Y(II)
El hombre externo guarda cierta relación con el mundo externo y sólo
puede conocer del mundo esta relación externa. Alguien objetará que debemos
contentarnos con este relativo conocimiento sin profundizarlo. Sin embargo,
esto impediría todo progreso ulterior, condenándonos a permanecer sumidos en
el error y en la ignorancia; porque el mero conocimiento de ilusiones externas
es ilusorio. Además, el aspecto externo de las cosas es consecuencia de una
actividad interior y, a menos que conozcamos el verdadero carácter de esta
actividad interna, no podremos comprender el carácter verdadero del
fenómeno externo. Por otra parte, el hombre real e interno, que reside en la
forma externa, mantiene ciertas relaciones con la actividad interna del Cosmos,
las cuales no son menos estrictas y definidas que las existentes entre el hombre
externo y la naturaleza externa y, a menos de que el hombre conozca sus
relaciones con Dios, jamás comprenderá su naturaleza divina ni alcanzará el
verdadero conocimiento de sí mismo. Mostrar la verdadera relación entre
el hombre y TODO y elevarle al excelso plano de existencia que debe ocupar
en la Naturaleza, es el único y verdadero objeto de
la religión verdadera y de
la verdadera ciencia. El que un hombre haya nacido en cierta familia o en cierta
ciudad no indica en manera alguna que haya de permanecer allí durante
toda su vida y, análogamente, el que esté en inferior condición física, moral
o intelectual, no entraña la necesidad de que permanezca siempre en tal
estado y no pueda elevarse a mayores alturas.
La ciencia suprema tiene por objetivo el superior conocimiento de Dios y sólo
podemos saber de Dios la manifestación de Su actividad en nuestro interior.
El conocimiento del Yo equivale al conocimiento de nuestra divina naturaleza.
Entonces el Yo interno reconocerá sus relaicones con el divino Principio del
universo, si cabe hablar de relaciones entre dos cosas idénticas. Para expresarnos
con más corrección, deberíamos decir que el hombre se conce espiritualmente a
sí mismo cuando conoce que Dios mora en su interior.
Toda facultad física o mental proviene del espíritu. Por la actividad espiritual percibe
el hombre con sus sentidos corporales. En la mayor parte de los hombres la
interna fuerza espiritual sólo ha despertado la potencia intelectual y los sentidos
exteriores. Pero hay hombres excepcionales, en quienes la actividad espiritual
alcanza un grado mucho mayor y han desenvuelto las facultades internas de percepción.
Tales hombres perciben lo que para los demás es imperceptible y ejercitan facultades
que aún están latentes en el resto de los mortales. Si los cientistas presencian un
caso práctico de percepción superior, lo achacan a un estado morboso del cuerpo,
pues la ciencia académica nada sabe de las leyes fundamentales de la Naturaleza
y confunde las causas con los efectos y los efectos con las causas. Con igual razón,
podría un rebaño de carneros, si uno de ellos hubiese obtenido la facultad de hablar,
creer que su compañero estaba enfermo. Así, la sabiduría, es locura para el loco; la luz,
tinieblas para el ciego; la virtud, vicio para el vicioso; la verdad, embuste para el falso
y en todo vemos que el hombre no percibe las cosas tal cual son, sino tal como las imagina.
Todo cuanto los hombres llaman bueno o malo, verdadero o falso, útil o inútil, etc.,
es relativo a su limitada percepción y, de aquí, la diversidad de opiniones, conceptos
y juicios sobre un mismo objeto de percepción. Por esto el lenguaje va
acompañado de la confusión, puesto que diferenciándose siempre en algo las
diversas constituciones de los hombres, cada cual percibe las cosas de distinto modo.
Esta verdad es todavía más evidente en las cuestiones de ocultismo, sobre las
cuales la mayor parte de los hombres tienen ideas falsas y una sola máxima o
aforismo oculto suscitaría disputas o falsas interpretaciones. Las únicas verdades
que se hallan fuera del alcance de toda disputa son las absolutas, que no
necesitan demostración por lo axiomáticas y expresarlas por medio del lenguaje
equivale a decir lo que todo el mundo sabe y nadie niega. Decir, por ejemplo,
que Dios es causa de todo bien, equivale sencillamente a simbolizar el origen
desconocido de todo bien con la palabra "Dios".
Las verdades relativas conciernen únicamente a la transitoria personalidad y
sólo puede conocer la verdad absoluta quien trascendiendo el yo inferior y el
fenómeno, llega a la región de lo real, eterno e inmutable. Quien esto logra,
muere para el mundo, o lo que es lo mismo, desecha por completo la noción
del yo personal e ilusorio y se une con Dios, en cuyo seno no existe el menor
sentimiento de separación. Si estás dispuesto a morir así, puedes entrar en el
santuario de la ciencia oculta; pero si te atraen las ilusiones del mundo objetivo
y, sobre todo, la ilusión de tu personalidad, en vano buscarás el
conocimiento de Aquello que existe por sí mismo, independiente de toda
relación y es el eterno centro del cual todo procede y al cual todo vuelve;
al flamígero centro, el Padre, a quien sólo puede
acercarse el Hijo, la Luz y la Verdad Suprema.
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