Carta al Aspirante
Septiembre 2009
Apreciado hermano en el camino:
El Aspirante, al iniciar su camino hacia el ocultismo, se encuentra en una época de búsqueda,
en la que se hace muchas preguntas. Si es sincero, se hará una crucial: ¿qué estoy buscando?
En las primeras etapas, el proceso de búsqueda es fundamental, ya que marca el camino del
Aspirante, que deberá averiguar si esa búsqueda es para calmar sus miedos y sus ansiedades,
si es para tener más conocimiento y más poder sobre el resto de sus hermanos o si es con la
única finalidad de servir y ayudar a los demás. La mayoría de los Aspirantes buscan a sus
preguntas respuestas que, dadas desde la mente, siempre están sujetas a la duda y a la sospecha.
“¿Quién o qué soy yo?”, “¿Qué sucede después de la muerte?”, “¿Existe eso que llamamos
Dios?” Estas preguntas no pueden ser respondidas desde la mente y ha de ser algo
superior lo que las responda. Ese algo superior que siempre se ha denominado
“el conocimiento directo” o “la Mente Universal”.
Todas las respuestas mentales e intelectuales que encontremos a esas grandes preguntas
siempre dependerán de la fe y de la credibilidad que nos merezca la persona que nos
informe al respecto. Sin embargo, el ser humano puede desarrollar facultades superiores
a la mente, que le conecten con ese conocimiento superior y, entonces, ya jamás dudará.
El precio de este conocimiento directo consiste en que, para llegar a ese estado de
conciencia hay que caminar solo, ya que nadie nos puede vender, proporcionar ni regalar
métodos ni fórmulas mágicas que nos otorguen esas facultades.
Los ejercicios de concentración que el Aspirante, como tal, realiza en sus primeras etapas,
han de llevarse a cabo de modo que no le creen adicción ya que, cuando pase a formar
parte de la Mente Universal, deberá ser capaz de desprenderse de ellos, entrar en meditación (1)
y ser uno con esa Gran Mente. Cuando el Aspirante llega a ese estado de conciencia, ya
no tiene más dudas y, por tanto, ejercicios como el de la Retrospección deben
también ser adaptados a ese nuevo estado.
El Aspirante debe de ser consciente de, si busca para si mismo o si está buscando para los demás,
a la vez que deberá también ser consciente de hasta qué punto está dispuesto a ser un
Servidor de la Vida. A todo Aspirante le llega el momento en el que tiene que decidir
trabajar para los demás aún a costa de su sufrimiento. Ese punto en concreto está muy
bien expuesto en la Biblia, en la crucifixión de Jesús. El proceso de la crucifixión
puede ser – es – simbólico, y representa el momento en que el Aspirante debe poner
los intereses de los demás por encima de los propios. “Hágase tu voluntad y no la mía”.
¿Cuántos Aspirantes, llegado ese momento, estarán dispuestos realmente a dar ese paso?
El ser humano, y el Aspirante como tal, es un buscador de sensaciones placenteras:
escuchamos una charla, leemos un libro, contemplamos un paisaje, creemos en uno
u otro Dios… y todo ello porque nos resulta agradable; y por eso alabamos a ese orador,
deseamos volver a leer ese libro o ver ese paisaje, etc...... Pero, si la charla, el libro,
el paisaje o el Dios no nos resultan placenteros, los abandonamos sin más e, incluso, los
criticamos y, si hace falta, los tachamos de farsas. Esto nos debería ayudar a concienciarnos
de cuáles son nuestra realidad y nuestra disposición para el Servicio. Si no se hace nuestra
voluntad, generalmente somos incapaces de invertir energía en ese sentido y tratamos de
escapar de ello por todos los medios. ¿Que haremos al respecto, en los mundos internos,
cuando se nos encomiende una misión que, si bien sabemos que es completamente correcta,
nos ha de producir más dolor que placer?, ¿Seremos capaces, como lo fueron Jesús, Buda
y los demás hermanos que llegaron a ese punto, de decir: “Hágase tu voluntad y no la mía?”
(1) Véanse los artículos de la Escuela Interna, referentes a la meditación.
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