Tampoco en la ribera del verde río,
confundida con los naranjos, bañada de azahares.
No la busques en las yermas cumbres ceñidas de nieves.
Ni en las laderas tapizadas de arcaicos olivos.
No la busques en las aceras del epicentro de su mundo.
Ni en los suburbios grises de tus dominios.
No la esperes que no surgirá de las alas del viento.
Ni comparecerá embrujando a la noche,
ni galanteando a la mañana.
No la hallarás platicando con la luna, ni vagando por las aristas de un lucero.
No la busques... que partió a otra tierra a
reverenciar a otros dioses.
No la busques en las afueras.
Tantéala en los recovecos de tu alma,que su esencia dentro de ti habita.
No la verán de nuevo tus ojos, mas su imagen
pervive en la alcoba de tu retina y, a veces, para dañarte,se despereza, lacerándote con su hermosura.
No volverás a palparla, pero tu piel al evocarla
se entibiará de gozo, hasta que, con un ramalazo,se percate de la soledad que la vulnera.
Aún sin atreverte a exhalar, presientes que te
besa una sombra de humo vestida.
Y la huella helada de esos labios que
dejaron de besar a los tuyos, para
siempre desertará de tu boca.
Tal vez alguna tarde, cuando desfile
el crepúsculo, la brisa silbando reavive
en tus oídos su voz y un escalofrío espoleará
tus sentidos.
Imaginarás que es ella, la que se fue,
que por tu lado pasa; pero no la escudriñes en las afueras,porque ya sólo reside en ti fundida.
d/a