Danos Maestro unas migajas de esa divina Sabiduría, para que podamos llegar al conocimiento de Dios."
Yo os digo: Ni Yo ni nadie os puede dar la clara visión de la Verdad Eterna en toda su amplitud y soberana belleza, si vosotros no habéis conquistado el derecho de penetrar en el Santuario secreto de lo Absoluto, de lo Infinito, de lo que nunca ha comenzado y nunca ha de acabar.
La claridad de la Visión Eterna corre pareja con la pureza del alma que la busca, y por lo tanto, mientras no os hayáis despojado por completo de vuestras imperfecciones, inútil será que pidáis a los filósofos de la Tierra la exacta definición de lo que es el Ser Supremo y todas sus magnas creaciones, porque ellos no pueden ir más allá del círculo mezquino y estrecho de hipótesis que a veces sólo tienen un tenue reflejo de la verdad.
La clara visión de la Divinidad se obtiene mediante la purificación del espíritu; a esta purificación se llega después de largas jornadas de purificación, de vencimientos de sí mismo, de renunciamientos heroicos, de ebrias locuras de amor en que el alma olvidada por completo de sus intereses individuales se convierte en una llama, en una lámpara, en un perfume, en un canto interminable... en un eco suave que pasa acariciando... curando... vivificando.
Pero, mientras podáis por vosotros mismos rasgar el velo del Eterno Invisible, conformaos con el resplandor que emana de su inefable Bondad y de su fecundo e inagotable Amor a través de los mundos, de los seres, de las cosas; a través de vosotros mismos, que sois criaturas suyas y que sentís los efluvios de la Divinidad en las puras manifestaciones del amor, de la belleza, del arte, de la armonía incomparable que emana de todo cuanto os rodea en la grandiosa creación universal.