La vida terrenal de Jesús estuvo consagrada a una sola gran finalidad: hacer la voluntad del Padre, vivir la vida humana religiosamente y por la fe.
El Libro de Urantia.
Los seres humanos nos empeñamos en considerar que una es nuestra vida material y otra diferente nuestra vida espiritual y es justamente por esta dualidad de nuestra mente, que el mundo está como lo vemos. Un día a la semana los templos están repletos de creyentes, leemos con cierta frecuencia libros llamados sagrados, pero no se titubea al enviar correos pornográficos que degradan a la mujer...o seguir avivando el rencor hacia alguien...imcluyendo hijos...
Mientras esto siga ocurriendo, será muy difícil que el mundo pueda cambiar, porque lo que llamamos religión no es más que una farsa que adormece, en vez de despertar nuestra conciencia como debiera ser, porque la verdadera religión que nos vino a enseñar Jesús es la que santifica la vida corriente, el conjunto de nuestras acciones diarias y no la que se practica por costumbre y como un rito más para acallar nuestro espíritu sediento de agua viva.
La religión de Jesús se funda en el amor que nos inspira el hacer la voluntad de nuestro Padre, no por un decreto sino porque es la manera en que nos sentimos unidos a ese Padre que no nos ama de vez en cuando, ni que tampoco está en un lugar lejano, sino que está siempre presente en nuestro propio corazón.
"El evangelio del reino que os enseño es que todos los hombres son hijos de Dios y esta buena nueva sobre el amor del Padre celestial por sus criaturas en la tierra, debe ser difundida por todo el mundo. El momento ha llegado en que ya no adoraréis a Dios en Jerusalén, sino donde estéis y como estéis en espíritu y en verdad, porque es vuestra fe la que salva vuestra alma. No os engañéis porque aún cuando la salvación es un don gratuito de Dios y es otorgada a los que la aceptan por la fe, lo que sigue es la experiencia de rendir los frutos de esta vida espiritual, tal como se la vive en la carne. La aceptación de la doctrina de la paternidad de Dios implica que también aceptéis libremente la verdad asociada a la hermandad del hombre" 2053
El mensaje es muy claro, hacemos la voluntad de Dios cuando amamos a nuestros hermanos en forma real, respetándolos, perdonándolos y sobre todo dándoles el ejemplo edificador de nuestra conducta, en vez de ser una piedra en su camino.
yolanda silva solano