Ábrete, ábrete a la vida. La sociedad te enseña a cerrarte, a hundirte en ti mismo. No te permite siquiera una ventanita para que salga algo. Pero recuerda, cuando no sale nada, tampoco entra nada.
Cuando las emociones no pueden salir, estás cerrado; si tocas una rosa hermosa, nada entra; miras una flor, pero nada entra. Tus ojos están muertos y cerrados. Besas a una persona: no entra vida, porque estás cerrado.
Vives una vida insensible. La sensibilidad crece con la conciencia. Con el control te vuelves lerdo y muerto, entonces nada te afectará, como si el cuerpo se hubiera convertido en una fortificación, una defensa. Nada te afectará, ni el insulto ni el amor.
Pero el precio de ese control es muy alto e innecesario. Cuando se convierte en el esfuerzo entero de la vida equivale a morir. Este esfuerzo por controlar absorbe todas las energías, y la vida se convierte en una cosa pesada y muerta que de alguna manera vas sobrellevando
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