El discernimiento.
Yolanda Silva Solano.
Para avanzar en el camino evolutivo es indispensable el discernimiento porque sin él, de poco o nada nos sirven los conocimientos adquiridos, porque mucho de lo que contiene hoy en día nuestra mente no nos sirve para la vida eterna, pues a ella sólo nos llevaremos la experiencia que hayamos procesado en nuestros interior y las hayamos hecho nuestras con nuestros actos.
El discernimiento no se puede medir en forma tangible, pero como es algo vivo no es estático y va creciendo en la medida y frecuencia que sabemos usarlo, porque él es un don que sólo lo podemos lograr con la ayuda del Espíritu divino que en nosotros mora, porque es una cualidad que sólo el hombre posee. El animal actúa por instinto, el hombre es capaz de evaluar y discernir antes de actuar.
“La respuesta selectiva de un animal, se limita al nivel motor de conducta, el supuesto discernimiento de los animales más elevados, está en el nivel motor y generalmente aparece sólo después de la experiencia motora de la prueba. En cambio el hombre es capaz de ejercer el discernimiento científico, moral y espiritual antes de la exploración o experimentación”
El discernimiento no depende de la inteligencia, no se encuentra comprobando hipótesis sino ahondando dentro de nosotros mismos, comunicándonos con nuestro Espíritu divino que es quien nos permite ver el pro y el contra de lo que hacemos o queremos hacer, porque “el hombre no podría amar en forma altruista si no viviera en él esta chispa divina, no podría comprender los misterios del universo si no viviera en su mente un intérprete, ni tampoco podría reconocer los valores morales y los significados espirituales si no viviera en él un evaluador”
Por eso el discernimiento sólo lo podemos encontrar en lo íntimo de nuestro corazón, porque es en él y en conjunto con la mente y el espíritu que podemos encontrar todas las respuestas a nuestras dudas e interrogantes. Por eso debemos estar abiertos a recibir cualquier verdad o enseñanza que se nos entregue, pero una cosa es tener conocimiento de lo que nos dicen y otra muy diferente es creer todo lo que se nos entrega.
La información tanto material como espiritual debe ser pasada por el tamiz de la evaluación y el discernimiento, el cual al igual que Verdad es personal, nadie puede creer, discernir ni decidir por nosotros, por bueno o verdadero que parezca lo que se nos entrega, porque cada uno comprende lo que sus facultades mentales y espirituales le permiten, porque “no se pueden exceder las capacidades inherentes. Una botella de medio litro jamás podrá contener un litro, de la misma forma, el concepto espiritual no puede ser forzado en forma mecánica dentro del molde de la memoria material”
Jesús como sabía que cada alma es diferente, se adaptaba a quien lo escuchaba, “no les enseñaba a todos lo mismo, no precipitaba su confusión presentándoles una verdad que rebasara su capacidad de comprensión” Por eso también les hablaba en parábolas, con palabras y ejemplos sencillos que ellos fuesen capaces de comprender y aún así, sus enseñanzas jamás fueron prepotentes como algunas veces lo son las nuestras cuando nos creemos dueños de la verdad.
Jesús no apabullaba a su auditorio, por el contrario les decía: “no os preocupéis si no consiguen captar el pleno significado del evangelio. Vosotros sois finitos, hombres mortales y lo que yo os he enseñado es infinito, divino y eterno. No teman por lo que en este momento no puedan comprender, el nuevo Maestro, el Espíritu de la Verdad cuando haya llegado se los irá revelando por el resto de vuestra vida”
Desde el día de Pentecostés, cada ser humano tiene dentro de sí a este Maestro divino y es junto a él que debemos aprender a discernir todo lo que a primera vista no comprendemos, debemos ser pacientes con nosotros mismos y ser como los niños que lo aprenden todo, pero en forma paulatina.
Lo que Jesús no quiere, es que nos atiborremos de información sin haberla procesado, porque cuando esto ocurre nuestros labios dicen lo que nuestro corazón no siente y entonces nuestra religión se vuelve inconsecuente, podemos tener mucha facilidad para enumerar los conceptos y ser muy eruditos al hablar pero ¿de qué vale si somos incapaces de vivir la enseñanza que proclamamos?
Mas vale saber menos y comprender más, “debéis prestad oído a mis palabras, para no cometer nuevamente el error de escuchar mis enseñanzas con la mente, mientras vuestro corazón no comprende el significado”
Es importante no buscar el significado en los libros, puede que en ellos encontremos respuestas a nuestras dudas, pero el significado es más que eso, es quinta esenciar lo conocido, es meditar hasta que seamos capaces de sacar una conclusión propia y no impuesta por ningún criterio externo, porque el verdadero significado sólo lo podemos encontrar en lo más profundo de nosotros mismos, porque el significado también es personal y forma parte de nuestro ADN de comprensión y de espiritualidad.
“La religión entonces, vive y prospera no por la vista y el sentimiento, sino más bien por la fe y el discernimiento interior porque el Espíritu divino hace contacto con el hombre, no mediante sentimientos o emociones, sino en el dominio del pensamiento más elevado y más espiritual. Son vuestros pensamientos los que os conducen a Dios porque la naturaleza divina sólo se puede percibir con los ojos de la mente. Pero la mente que verdaderamente discierne y escucha al espíritu divino es la mente que está limpia”
La pureza del agua depende de la limpieza del vaso que la contenga, si el vaso está sucio el agua también lo estará. Lo mismo ocurre con la mente, si ella está sucia por los resentimientos, por el orgullo, por el miedo o el rencor por más bueno y santo que sea lo que nos digan o leamos, se va a ver contaminado con la suciedad de nuestra alma, por eso el mérito no es de las enseñanzas en sí mismas, sino de la persona que las recibe y de lo que hace con ellas.
“Las ideas pueden originarse en estímulos del mundo exterior, pero los ideales nacen sólo en los reinos creadores del mundo interior. Actualmente las naciones del mundo son dirigidas por hombres que tienen muchas ideas, pero gran pobreza de ideales.” Las ideas se pueden proclamar, los ideales comprometen, cambian nuestra vida porque pasan a ser una razón de ella.
Para poder llegar al discernimiento interior, es preciso tener auto dominio, para no dejarnos llevar por las primeras impresiones de lo que nos pasa, de lo que leemos o de lo que nos dicen, porque ellas obedecen a los paradigmas conocidos por nuestra personalidad psicológica y que entran a nuestra vida como una parte más de nuestro programa mecánico de evaluar las cosas.
Discernir es tomar distancia de lo conocido para poder descubrir la realidad que se esconde detrás de las apariencias, si poco a poco nos acostumbrarnos a esta sana práctica, nos asombrará todo lo mucho que iremos descubriendo de nosotros, de la vida y de los demás. Nuestra existencia no tendrá ningún peligro de caer “en esa monotonía que cansa y agota” porque nuestra capacidad de asombro no tendrá límite.
Pienso que a esto se refería Jesús cuando nos decía que para entrar en el Reino había que renacer, es decir que ningún día debería ser igual al anterior, porque cada día tiene su propio afán, de esta forma vamos cambiando nuestras reacciones mecánicas por acciones conscientes que nos permitirán ver las mismas cosas desde un ángulo diferente que es lo que les da el valor agregado de sobrevivencia eterna.
Discernir es como ir sacándole las capas a una cebolla, hasta llegar al núcleo de ella, no es fácil, requiere de tiempo y tal vez nuestros ojos se llenen de lágrimas al hacerlo…pero nuestro corazón estará contento de ir descubriendo cosas nuevas que lo acercan a su Padre y le van mostrando el Camino hacia el infinito.
Basado en las enseñanzas del Libro de Urantia
http://www.egrupos.net/grupo/urantiachile
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