Las tormentas pueden sacudir la superficie del océano, mas, en la profundidad, los peces nadan en aguas tranquilas. Ellos saben dónde permanecer hasta que pase la tormenta.
En oración, elijo dirigir mis pensamientos a la paz de Dios en mí. En la superficie de mi mente, la apariencia de escasez, un conflicto o el temor pueden llevar mis pensamientos a una tormenta de preocupación.
Entonces, elijo centrar mi atención más profundamente, en un lugar de paz en mí. Tomo tiempo para orar diariamente.
Al descansar en el silencio, logro serenidad -en mente, cuerpo y espíritu-. Nada puede perturbar la serena paz de mi alma.
"La promesa del Señor es digna de confianza; ¡Dios protege a cuantos en El confían!" (Salmo 18:30, Versión Popular).