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De: moriajoan (Mensaje original) |
Enviado: 15/01/2010 12:58 |
Primera Parte
RESORTES SECRETOS
Es cosa sabida de los estudiantes de las enseñanzas Rosacruces que como espíritus somos
inmortales, sin principio ni fin; que hemos ido a la gran escuela de la experiencia durante
muchos días de vida en el pasado, vestidos cada vez con el cuerpo de otro niño de textura
más y más fina, en el cual hemos vivido durante una temporada, algunas veces de pocas
horas, y otras de una vida entera, y cuando un día de esta escuela de la vida se hubo
terminado, nos desprendíamos de esta envoltura mortal ya desgastada y decrépita, para volver
a nuestro celeste hogar para descansar y asimilar durante la noche de la muerte las lecciones
aprendidas, para volver luego a renacer y reanudar nuestras lecciones en el punto donde las
habíamos interrumpido la última vez.
Durante cada uno de aquellos días pasados en la escuela de la vida encontramos a otros
espíritus y formamos lazos de amor y de odio y después de vidas posteriores nos encontramos
otra vez con ellos para que las deudas del destino así contraídas pudiesen ser liquidadas, y de
aquí que nuestros amigos de hoy son los de las vidas pasadas y nuestros enemigos lo mismo.
De este modo estamos continuamente tejiendo la tela del destino en el telar del tiempo, y
creando para nosotros mismos un vestido de gloria o de pesadumbre según nuestro modo de
obrar bueno o malo.
Pero nosotros no creamos solamente nuestro destino individual porque, como dice el
proverbio, "nadie vive para sí mismo". Estamos agrupados en familias, tribus, razas y
naciones, y además de nuestro destino individual estamos ligados por los destinos de la
familia y de nación, porque estamos bajo la guarda de los ángeles y arcángeles que actúan
como espíritus de familia y de raza respectivamente. Son estos grandes espíritus los que
imprimen en nuestros átomos-simiente las formas y expresiones raciales del cuerpo físico.
También plantan los cariños y odios nacionales en los átomos-simiente de nuestros vehículos
más finos, porque el espíritu de raza está flotando como una nube por encima del país
habitado por sus pupilos, y éstos extraen toda la materia para sus cuerpos superiores de esta
atmósfera. En este espíritu de raza, ellos propiamente dicho, viven y se mueven y tienen su
ser, y de él están formados sus vehículos. Y más aún, con cada respiración inhalan a este
espíritu de raza, siendo una verdad indudable que él esta más cerca de ellos todavía que sus
pies y manos.
Es este espíritu de raza el que les inculca el amor u odio hacia otras naciones, determinando
así las relaciones de desconfianza y adversidad entre algunas naciones y la simpatía y buena
fe entre otras.
Según las enseñanzas Rosacruces cada espíritu renace dos veces en el tiempo que tarda el
Sol, por presesión, de pasar por un signo del Zodiaco, una vez como hombre y otra cómo
mujer. Esto sucede así para que el espíritu obtenga toda la experiencia posible de aquel signo
bajo el punto de vista de los dos sexos. Existen muchas modificaciones de esta regla según
las necesidades individuales de los espíritus porque no es una ley ciega, sino que está
administrada por grandes seres llamados Ángeles del Destino en la terminología cristiana. Es
su deber observar el reloj del destino y notar cuándo ha llegado el momento de recoger la
cosecha del pasado, y esto se aplica tanto a los individuos como a las naciones. Por
consiguiente, si estudiamos las características de las naciones envueltas ahora en una lucha
gigantesca, y al mismo tiempo los fines por los cuales luchan, y si miramos hacia atrás en la
historia, no se necesita videncia de ninguna clase, ni intuición apenas, para darse cuenta de
cómo las causas de la gran guerra fueron engendradas en el remoto pasado.
Algunos historiadores han sugerido en efecto la idea de que los hijos de Albión son la
reencarnación de los antiguos romanos. Según las investigaciones ocultas esto no es
rigurosamente exacto, porque existe cierto número de linajes extraños. Pero estos últimos han
quedado de tal modo fusionados con la raza dominante, que lo anteriormente dicho puede ser
considerado como prácticamente un hecho.
Recordando la historia, de Roma veremos que el espíritu democrático, después del reinado de
los primeros siete reyes, se manifestó en la formación de una república, la cual inició luego
una guerra de agresión para obtener el dominio del mundo, y en el curso de esta campaña
Roma fue envuelta en una lucha con Cartago para decidir el dominio sobre el Mediterráneo.
Para poder extenderse hacia el Oeste los romanos trataron de expulsar a los cartagineses de
Sicilia. En aquella época Cartago era un gran poder marítimo, pero fue vencido por los
romanos en el año 260 antes de la era cristiana. Después de esta victoria Roma llevó la guerra
a África y fue al principio victoriosa, pero Régulo, el cónsul que se quedó allí, fue derrotado
finalmente y hecho prisionero. A esto siguió una serie de desastres romanos en el mar, y
Cartago estuvo a punto de reconquistar más de lo que había perdido en Sicilia, cuándo
Tetulus, otro cónsul romano, obtuvo otra victoria sobre los cartagineses en el año 241, los
cuales tuvieron que evacuar Sicilia y las islas adyacentes. Así terminó la primera guerra
púnica, que había durado veintidós años.
Pero no era tan fácil dominar por completo a Cartago. Viendo que Roma era su adversaria en
el mar, los cartagineses reanudaron las hostilidades tomando posición en España, y su gran
general Aníbal, que odiaba a Roma profundamente, tentó su conquista en la segunda guerra
púnica, que fue declarada en 218 antes de Cristo. Sus planes fraguados en secreto fueron
llevados a cabo con suma rapidez: Atravesó los Pirineos por España y Francia, así como los
Alpes, dominando todos los obstáculos y llegó a la Galia Cisalpina con sólo veintiséis mil
sobrevivientes de un ejército compuesto de cincuenta y nueve mil hombres. Después de
varias derrotas de los romanos se llegó a la gran batalla de Cannes en el año 216 A. J., donde
Aníbal obtuvo una victoria completa. Macedonia y Sicilia se declararon a favor de los
conquistadores y Aníbal marchó sobre Roma.
Pero hallando esta ciudad demasiado fuerte para él, se retiró hacia el Sur de Italia donde
finalmente fue derrotado y Cartago se vio en la necesidad de pedir la paz. Así Roma se hizo
dueña del Mediterráneo.
Pero el odio de Aníbal quedó vivo, y cuando él y sus compatriotas renacieron en Prusia,
mientras los antiguos romanos aparecieron otra vez en las Islas Británicas como amos del
mar, era inevitable que con el tiempo estallase un gran conflicto. Igual que las antiguas
guerras púnicas han engendrado el reciente conflicto mundial, así esta gran guerra traerá en
su tiempo una renovación de la lucha, a menos que demostremos un espíritu de bondad con el
adversario vencido, en vez de tratarle como lo hizo Roma antiguamente, sin piedad ni
consideración. Es preciso que se ponga a los imperios centrales en la imposibilidad de hacer
daño a los demás. Es absolutamente necesario que el mundo quede asegurado contra una
repetición de esta catástrofe, pero las medidas adoptadas para garantizar esta finalidad
deben ser tales que no solamente aseguren la paz para esta vida, sino también para aquellos
futuros días de vida, en los que nos encontraremos en otra apariencia exterior con aquellos
con los cuales estuvimos hace poco luchando.
Se debe hacer justicia, pero siempre templada con la misericordia, con el fin de evitar la
continuación perpetua del odio y por esta razón las medidas tan duras como por ejemplo el
boicot industrial, son injustas. Debería ser suficiente procurar que los imperios centrales no
obtuviesen del comercio mundial más que una parte equitativa.
La nación americana recién formada que no está todavía bajo la dominación de ningún
espíritu de raza, ve más imparcialmente, y por ende más claramente, que ninguna otra, lo que
es justo.
Por esta razón es de desear que las ideas americanas de justicia prevalezcan.
Debemos recordar que con una injusticia no será nunca posible corregir otra, y que debemos
vivir y dejar vivir.
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Su majestad, el alcohol - Mariano Osorio
Segunda Parte
SU PRODUCCIÓN DE VISTA ESPIRITUAL
Por extraño que parezca, es un hecho positivo que la gran mayoría de la humanidad está
parcialmente dormida la mayor parte del tiempo, a pesar de que sus cuerpos físicos parezcan
que están trabajando activamente. Bajo condiciones normales el cuerpo de deseos es
generalmente la parte más despierta del complejo hombre que vive casi enteramente en el
circulo de sus sensaciones y emociones, y no piensa nunca en el problema de la existencia
casi más allá de lo que es necesario para tener el cuerpo unido al alma. La mayoría de esta
clase de personas nunca, probablemente, han considerado seriamente las grandes cuestiones
de la vida, a saber. ¿de dónde hemos venido?, ¿por qué estamos aquí? y ¿adónde iremos? Sus
cuerpos vitales están en constante actividad para reparar los destrozos que produce el cuerpo
de deseos en el vehículo físico, y para acumular la vitalidad, que después es despilfarrada por
la satisfacción que damos a nuestros deseos y emociones.
Es esta durísima lucha entre el cuerpo vital y el de deseos la que engendra el estado de
conciencia en el mundo físico y despierta en hombres y mujeres tan intensa actividad que,
mirado desde el punto de vista del mundo físico, parece dar un rotundo mentís a nuestra
afirmación de que esta gente está parcialmente dormida. Sin embargo, examinando de cerca
los hechos se verá que es así, y conviene declarar también que este estado de cosas se ha
producido por el designio de las grandes Jerarquías que están dirigiendo nuestra evolución.
Sabemos que hubo un tiempo en el cual el hombre estaba mucho más despierto en los
mundos espirituales que en el físico. Hubo, en efecto, una época cuando el hombre, aun
teniendo un cuerpo físico, no se daba cuenta de él por sus sentidos. Con el fin de que pudiese
aprender a usar este instrumento físico como era debido, conquistar el mundo físico y
aprender a pensar correctamente, era necesario que durante cierto tiempo olvidase todo lo que
sabia de los mundos espirituales, y aplicase todas sus energías a los asuntos físicos. El modo
de lograr esto fue por la introducción del alcohol en nuestra dieta, así como por otros medios,
todo lo cual ha sido explicado detalladamente en el Concepto Rosacruz del Cosmos y no
necesita repetirse aquí. Pero ahora nos encontramos frente al hecho de que la humanidad está
tan completamente sumergida en la materialidad, que en la mayor parte de los hombres los
vehículos invisibles están totalmente enfocados sobre las actividades físicas y adormecidos
respecto a las verdades espirituales, que son tomadas en broma y como imaginación de
cerebros enfermos. Así sucede que los que están empezando a despertarse del sueño del
materialismo son estimados por los demás como locos y chiflados, adaptados perfectamente
para ser recluidos en un manicomio.
Si esta actitud mental persistiera mucho tiempo, el espíritu quedaría en ciertos casos hasta
cristalizado en el cuerpo. La vida celeste durante la cual construimos nuestros vehículos
futuros se haría poco a poco estéril, porque, pensando constantemente que no existe nada más
que aquello que percibimos por medio de los cinco sentidos, es decir, la vista, oído, tacto,
olfato, gusto y análisis, es forzoso que semejante actitud mental, cultivada durante la vida
terrestre, persistirá en el Segundo Cielo, con el resultado de que allí olvidaremos la
preparación que necesitamos para conseguir un campo de trabajo y los instrumentos que se
necesitan para actuar en él, y como consecuencia de todo esto la evolución cesaría muy
Según la enseñanza Rosacruz, el alma es el extracto de los distintos cuerpos y es formada
poco a poco por la experiencia, la cual, por su lado, tiene como consecuencia la destrucción
de los cuerpos particulares de los cuales es extraído este pan viviente que ha de servir como
de pabilo para el espíritu. En el curso normal de la evolución el perfeccionamiento de los
distintos vehículos es gradual, y la sustancia del alma es almacenada y asimilada por el
espíritu entre una vida terrestre y otra. Pero en cierto período de la vida cósmica, cuando
estamos entrando en una nueva espiral, una nueva fase de evolución, es generalmente
necesario emplear medidas drásticas para sacar al espíritu de la senda común y hacerle entrar
en nuevas e ignoradas direcciones. Antiguamente, cuándo teníamos menos individualidad y
éramos incapaces de tomar iniciativas personales, estos cambios se llevaban a cabo por
medio de los grandes cataclismos de la naturaleza, que fueron sin embargo planeados por las
Jerarquías divinas que dirigen la evolución, con la finalidad de destruir a multitudes de
cuerpos que habían servido ya a los propósitos del desarrollo humano en una dirección
determinada, cambiando el lugar de existencia de aquellos que habían aprendido las
posibilidades de una ruta nueva, y poniendo en camino a estas vanguardias humanas para una
nueva carrera. Semejantes destrucciones en masa eran naturalmente mucho más frecuente en
las épocas lejanas que en las más cercanas a la nuestra. La Lemuria disponía de todas las
condiciones necesarias para numerosas tentativas de lanzar nuevos grupos al camino de la
evolución cuando otros habían sido destrozados después de haber fracasado. Hubo, en efecto,
no uno, sino tres diluvios en la época Atlántica, y entre el primero y el último medió un
espacio de tiempo de unos 750.000 años.
No debemos imaginarnos que este método de destrucción en masa y de inauguración de un
nuevo rumbo pueda sufrir aplazamientos, para permitir qué todos tengan tiempo para llegar a
la convicción de la necesidad de tomar un nuevo rumbo una vez llegado al final del anterior,
sino que los Directores Invisibles de la evolución escogen los métodos y los aplican cuándo y
cómo lo juzgan necesario. Actualmente no se sirve de cataclismos de la naturaleza para
modificar el estado de cosas y crear algo mejor, sino que emplean las energías mal dirigidas
de la humanidad misma para lograr los fines que se han propuesto.
Esto ha sido la génesis de la gran guerra, que acaba de desolar al mundo. Su finalidad era de
hacernos abandonar la costumbre de buscar afanosamente el pan por el cual mueren los
hombres, y de despertar en nosotros el hambre del alma que ha de desviarnos de las cosas
materiales y conducimos a las espirituales. Estamos realmente empezando ahora a trabajar
por nuestra propia salvación, a hacerlo nosotros mismos, por nuestros propios medios, y
aunque sin darnos cuenta de ello, estamos aprendiendo a transformar el mal en bien.
Algunos pensarán que esta guerra afectó solamente a aquellos pocos millones de hombres
que estaban precisamente luchando en los campos de batalla, pero reflexionando un poco nos
convenceremos pronto de que el bienestar del mundo entero ha estado en juego en mayor o
menor grado, por lo menos en lo que respecta a las condiciones económicas. No hay raza ni
país que haya quedado a salvo por completo, y no hay tampoco nadie que pueda ahora
caminar del mismo modo tranquilo como antes de la guerra. Los parentescos y amistades
eran lazos que alcanzaban desde las trincheras en Europa hasta todas las partes del mundo.
Muchos de nosotros estábamos relacionados con individuos en uno o quizás en los dos
grupos de combatientes, y seguíamos su suerte con un interés tan vivo como la simpatía que
nos unía a ellos. Pero durante la noche cuando nuestros cuerpos físicos estaban durmiendo, y
entrábamos en el Mundo del Deseo, no podíamos abstenernos de vivir y sentir toda esta
tragedia en la más viva intensidad, porque las corrientes de deseos inundaban al mundo
entero. En este Mundo del Deseo no existe ni tiempo ni distancia. Las trincheras de Europa se
trasladaban a nuestra puerta, no importa en qué parte del mundo viviésemos, y no podíamos
substraemos al efecto subconsciente del espectáculo que presenciábamos allí. Además, esta
lucha titánica produjo efectos que no es posible comparar con un cataclismo natural, el cual
pronto.
es mucho más rápido en su acción y tanto más corto en su duración, además de estar
localizado e incapaz de producir los mismos sentimientos de amor y odio que fueron tan
importantes factores en la Guerra Mundial.
Durante la guerra anterior del hombre, el objeto de las Jerarquías divinas había sido el de
enseñarle a obtener resultados físicos por medios físicos. El ha olvidado el modo de utilizar
las fuerzas más sutiles de la naturaleza, Como, por ejemplo, la energía que es libertada
cuando un grano germina, energía que fue usada con propósitos de propulsión y elevación en
las aeronaves de los atlantes. Desconoce también la santidad del fuego y su uso para fines
espirituales, y por esta razón solamente un quince por ciento de su poder es utilizado hoy en
las mejores máquinas de vapor. Conviene naturalmente que el hombre esté limitado de este
modo, porque si fuera capaz de usar el poder del cual dispone aquel cuyas facultades
espirituales están despiertas, podría aniquilar al mundo entero y todo lo que contiene. Pero
mientras el hombre está empleando las facultades de las que dispone hoy en día para lo mejor
o lo peor, está aprendiendo la lección de cómo dominar sus sentimientos para prepararse así
para el uso de las fuerzas más sutiles que son necesarias a su desarrollo en la Edad Acuaria, y
está quitándose el velo de los ojos para que pueda empezar a descubrir el mundo nuevo el
cual está llamado a conquistar.
Para obtener este resultado se emplean dos distintos y separados procedimientos. El uno es la
visita de la muerte a millones de hogares, separando de la familia al marido, padre o
hermano, y dejando a los supervivientes en una existencia económica angustiosa. El Sol
existía antes que el ojo y construyó luego a este órgano para su percepción. El deseo de ver
era naturalmente inconsciente por parte del individuo que ignoraba y no tenía ningún
concepto de la significación ni del uso de la vista, pero en el alma del mundo, el cual creó al
Sol, reposaba la conciencia y el deseo necesario para hacer el milagro. Algo semejante pasa
con la muerte: cuando nuestra conciencia fue primitivamente enfocada sobre los vehículos
físicos y vimos el espectáculo de la muerte cara a cara, se acababa la esperanza en nuestros
corazones, pero con el tiempo la religión nos facilitó el conocimiento de un mundo invisible,
de donde el espíritu había venido para nacer en la materia, y a donde vuelve después de la
muerte. La esperanza de la inmortalidad desarrolló gradualmente en la humanidad la
sensación de que la muerte no es más que una transición, pero la ciencia moderna ha hecho
todo lo que ha podido para privar al hombre de este consuelo.
Sin embargo, las lágrimas vertidas en cada caso de muerte sirven para disolver el velo que
oculta al mundo invisible de nuestra anhelante mirada. La profunda tristeza sentida por la
desaparición de los seres queridos, en ambos lados del velo, hace que éste se aparte y
cualquier día no muy distante, el efecto acumulado de estos dos esfuerzos, nos revelará el
hecho de que la muerte no existe, y que los que han pasado por su umbral están tan vivos
como nosotros. El poder de estas lágrimas y esta tristeza no es, sin embargo, igual en todos
los casos, y los efectos difieren mucho según el estado del cuerpo vital, es decir, si en una
persona determinada éste ha sido despertado o no por actos de desinterés y servicio, según la
máxima oculta de que todo desarrollo en sentido espiritual empieza con el cuerpo vital. Esto
es la base, y ninguna superestructura puede ser edificada si no existe previamente este
cimiento.
Respecto al segundo proceso de desarrollo del alma que se lleva a cabo entre aquellos que
están actualmente luchando en la guerra, habrá probablemente pocos que hayan tenido una
oportunidad tan singular para estudiar las condiciones actuales en los campos de batalla como
el autor. A pesar de toda la brutalidad y la atmósfera infernal de esta guerra está seguro de
que esto ha sido la más grande escuela para la evolución del alma humana que ha existido
jamás, porque en ninguna parte ha habido tan numerosas oportunidades para servicios
altruistas como en los campos de batalla de Francia, y en ninguna parte los hombres han
estado tan dispuestos para prestar servicio como en ellos. De este modo el cuerpo vital de
muchísimas personas han tenido un desarrollo tan rápido, como de otro modo no lo hubiera
logrado probablemente durante muchas vidas enteras, y estas personas se han hecho
proporcionalmente sensitivas para las vibraciones espirituales, y susceptibles en el más alto
grado al beneficio que se podrá sacar del primer procedimiento mencionado previamente.
Como resultado de esta circunstancia veremos a su tiempo todo un ejército de sensitivos entre
nosotros, que estarán en tan íntimo contacto con el mundo invisible, que su testimonio
concertado no podrá ser aplastado por la escuela materialista. Ellos serán una valiosa ayuda
para prepararnos para las condiciones más elevadas de la Edad Acuaria. "Pero", preguntarán
algunos, "¿no olvidarán todo esto cuando la tensión de la guerra haya terminado?" "¿No
volverá un gran numero de estos individuos a los mismos hábitos arraigados que tenían
antes?. A esto podemos contestar que estamos seguros de que esto es imposible, porque,
mientras los vehículos invisibles, especialmente el cuerpo vital, están adormecidos, el
hombre puede perseguir una carrera materialista; pero una vez que haya sido despertado este
vehículo y haya probado el pan de la vida, está igual que el cuerpo físico sujeto al hombre
“hambre del alma” y sus exigencias no podrán ser negadas si no después de una lucha
excesivamente dura. En este ultimo caso, naturalmente, se podrán aplicar las palabras de San
Pedro: "El ultimo estado del hombre es peor que el primero." Sin embargo, es un consuelo el
sentir que de la indescriptible tristeza de la guerra se ha extraído un bien que será duradero.
Debemos reunirnos todos y unir nuestras fuerzas y ayudar a extraer este bien, para que
seamos ejemplos luminosos que sirvan de guías a los hombres hacia la Edad Futura.
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Tercera Parte
PAZ EN LA TIERRA
Un mundo cansado de guerra, rojo con la sangre de millones, la esperanza de su porvenir y la
flor de sus hombres, está lanzando gemidos de agonía y rogando por la paz, no un armisticio,
sino una paz eterna, y esforzándose para resolver el problema de llegar a este fin tan
anhelado. Pero la gente que trata así de lograr efectos ignora por lo visto la gran causa que
provoca la ferocidad de las masas, que estaba escondida apenas bajo una delgadísima capa de
civilización antes de estallar en un volcán de destrucción, como lo hemos visto recientemente
Hasta que todos comprendan la intima relación entre los alimentos del hombre y su
naturaleza, y apliquen su comprensión para dominar las pasiones y desarraigar la ferocidad,
no puede haber paz duradera. En las más remotas épocas de la existencia, cuando el hombre
en formación actuaba bajo la dirección directa de las Jerarquías divinas, quienes le conducían
por los senderos de la evolución, se le facilitaban alimentos de una naturaleza apropiada para
desarrollar sus distintos vehículos de un modo ordenado y sistemático, a fin de que estos
distintos cuerpos pudiesen formar poco a poco un instrumento compuesto y adecuado para
ser el templo de un espíritu que pudiera entrar en él y aprender las lecciones de la vida por
medio de encarnaciones sucesivas en cuerpos terrestres de una textura gradualmente más
fina. Cinco grandes épocas se pueden observar en el viaje evolucionario del hombre por la
Tierra.
En la primera, o Época Polar, lo que ahora es el hombre, no tenia entonces más que un cuerpo
denso como los minerales actualmente; el hombre, por consiguiente, era semejante al
mineral, y en la Biblia leemos que "Adám fue formado de tierra."
En la segunda, o Época Hiperbórea, fue añadido un cuerpo vital hecho de éter, y el hombre
en formación tenía entonces un cuerpo constituido como lo tienen hoy las plantas; no era
precisamente una planta, sino semejante a ella.Caín, el hombre de aquel tiempo,
es descrito como un agricultor; su alimento fue obtenido
exclusivamente de los vegetales, porque las plantas contienen más éter que cualquier otra
estructura.
En la tercera, o Época Lemuriana, el hombre desarrolló su cuerpo de deseos, un vehículo de
pasiones y emociones, y estaba entonces constituido como un animal. A su dieta se añadió la
leche, un producto de animales vivientes, porque esta sustancia permite la mayor acción
sobre ella, de las emociones. Abel, el hombre de aquel tiempo, es descrito como pastor de
ovejas. No se dice en ninguna parte que soliese matar animales para su alimentación.
En la cuarta, o Época Atlante, se desarrolló la mente, y el cuerpo compuesto se convirtió en
templo de un espíritu interno, es decir, de un ser pensante. Pero los pensamientos destruyen
las células de los nervios, destrozan, matan y causan decaimiento, y por esta razón los nuevos
alimentos de los atlantes eran los cuerpos de animales muertos. Ellos mataban para comer, y
así la Biblia describe al hombre de aquel tiempo como Nemrod, un cazador poderoso.
Consumiendo estos distintos alimentos el hombre descendía cada vez más en la materia; su
cuerpo, anteriormente etéreo, formó ahora un esqueleto en su interior y se hizo sólido. Al
mismo tiempo perdió gradualmente su percepción espiritual, pero la memoria del cielo quedó
siempre en su pecho, y se daba cuenta de que era un desterrado de su verdadero hogar, el
mundo celeste. Para lograr que pudiese olvidar este hecho y dedicarse con atención
concentrada a la conquista del mundo material, un nuevo articulo de dieta, el vino, fue
añadido en la quinta Época, llamada Aria. Por haberse dado por entero a la satisfacción de
beber de este espíritu impostor del alcohol durante los miles de años que han pasado desde el
hundimiento de la Atlántida, las razas más adelantadas de la humanidad son también las más
ateas y materialistas. Todos son borrachos, porque aunque una persona pudiera decir y con
mucha razón, que nunca ha bebido una gota de alcohol en su vida entera, es, sin embargo, un
hecho evidente, que el cuerpo en el cual ella funciona desciende de antepasados que durante
miles de años han usado y abusado de bebidas alcohólicas. Por esta razón los átomos que
componen todos los cuerpos de los occidentales actuales, son incapaces de vibrar del modo
necesario para percibir los mundos invisibles, cosa de que eran capaces antes de conocer el
vino. De igual modo un niño, aunque alimentado hoy sin carne, aún tiene en su naturaleza
algo de la ferocidad de sus antepasados que han venido comiendo carne desde hace un millón
de años, aunque en menor grado que los que continúan comiéndola. Así el efecto de la
alimentación de carne que fue dada al hombre antiguamente, queda aún arraigado hasta en
aquellos que han cesado de ser carnívoros.
No es de extrañar, pues, que los que aún beben vino y comen carné, vuelvan de vez en
cuando a cometer actos de salvajismo y demuestren una ferocidad no refrenada por ninguno
de los sentimientos más delicados que después de siglos de actuación de lo que llamamos
civilización, deberían haber sido cultivados. Mientras los hombres continúen ahogando al
espíritu inmortal que llevan dentro de sí mismo por la costumbre de comer carne y beber
alcohol, no podrá nunca haber paz duradera en la tierra, porque la ferocidad innata fomentada
por esta alimentación se hará notar a intervalos y convertirá los conceptos más altruistas en
luchas salvajes, un carnaval de horrendas carnicerías, que aumentarán en intensidad a medida
que la inteligencia del hombre evolucione y le capacite para concebir con su mente poderosa
métodos de destrucción más diabólicos aún que los que hemos presenciado recientemente.
No es preciso emitir ninguna clase de argumentos para probar que la última guerra ha sido
mucho más destructora que cualquier otro conflicto registrado en la historia, porque la lucha
ha sido llevada a cabo por hombres de cerebro más bien que por hombres de músculo. La
ingeniosidad humana que en tiempos de paz había producido tantas obras útiles, fue sometida
al servicio de la destrucción, y se puede afirmar con toda seguridad que si se produce otra
guerra dentro de cincuenta o cien años, es muy posible que la tierra quede despoblada. Por
esta razón una paz duradera es una absoluta necesidad desde el punto de vista de la
preservación de la vida humana, y ninguna persona consciente debe rechazar, sin previo
examen, cualquier teoría que se le presente con la tendencia de hacer la guerra imposible,
aunque tenga por costumbre el considerar cosa semejante como una teoría o estupidez.
Hay gran cantidad de pruebas de que una dieta carnívora fomenta la ferocidad, pero no
podemos ahora entrar en una discusión detallada de este asunto por falta de espacio. Sin
embargo, podemos mencionar que todo el mundo conoce el instinto de las fieras y la crueldad
de los indios de América que son carnívoros. Por otro lado, la fuerza prodigiosa y la
naturaleza dócil del buey, del elefante y del caballo demuestran los efectos de la dieta vegetal
sobre los animales, y los pueblos vegetarianos y pacíficos del Oriente son una prueba de la
verdad del argumento contra una dieta carnívora que no puede ser defendida con probabilidad
de éxito. La alimentación de carne ha fomentado la ingeniosidad humana de un orden inferior
en el pasado; pero ahora estamos en el umbral de una nueva edad cuando el sacrificio de la
propia persona y el servicio a favor de la humanidad traerán a ésta un gran crecimiento
espiritual. La evolución de la mente producirá una sabiduría mucho más profunda de lo que
hoy nos podemos imaginar, pero antes de que se pueda inculcarnos esta sabiduría, debemos
hacernos inofensivos como palomas, porque de otro modo podríamos emplear este nuevo
saber para propósitos egoístas y destructivos que serian una seria amenaza para los demás
seres. Para evitar esto es preciso adoptar la dieta vegetariana.
Pero hay vegetarianos y vegetarianos. En Europa las condiciones existentes actualmente
fuerzan a la gente a abstenerse de comer carne en su gran mayoría. Pero éstos no son
verdaderos vegetarianos, porque anhelan el comer carne en todos los momentos de su vida y
notan su falta como una gran molestia y un duro sacrificio. Con el tiempo, naturalmente, ellos
acabarían por acostumbrarse a su falta y así se volverán pacíficos y dóciles después de
muchas generaciones, pero es evidente que esta no es la clase de vegetarianismo que
necesitamos ahora. Hay otros que se abstienen de comer carne por motivos de salud; esto no
es más que egoísmo, y muchos entre ellos tendrán probablemente grandes ganas de comer
carne en abundancia, como aquellos de las "ollas de carne en Egipto". Su disposición mental
no es tampoco adecuada para lograr pronto la desaparición de la ferocidad.
Pero hay una tercera clase que se da cuenta de que toda vida es la vida de Dios y que no se
debe causar sufrimientos a ningún ser sensible, y por esta razón se abstienen de comer carne.
Estos son los verdaderos vegetarianos y es obvio que gente de esta clase nunca suscitará una
guerra mundial. Todos los verdaderos cristianos serán también vegetarianos por motivos
análogos. Entonces la paz en la tierra y una buena voluntad entre los hombres serán hechos
positivos; las naciones convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas,
acabando así con matanzas, tristezas y sufrimientos, y creando en todas partes vida, amor y
felicidad.
Para terminar vamos a citar los inspirados versos de la poetisa Ella Wheeler Wilcox, que son
una elocuente llamada a favor de nuestros compañeros mudos, los animales:
"Yo soy la voz de los que no hablan y por mi hablarán los que son mudos, y mi voz resonará
en los oídos del mundo hasta el cansancio, hasta que escuche y sepa los errores que comete
con los débiles que carecen de palabra.
La misma fuerza formó al gorrión y al hombre, el rey. El Dios del Todo, dio una chispa
anímica a todos los seres de pelo o pluma de la tierra. Yo soy el guardián de mis hermanos;
yo lucharé por él sus batallas, y haré la defensa del animal y del ave, hasta que el mundo haga
las cosas como se debe."
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Su majestad, el alcohol - Mariano Osorio
Cuarta Parte
EL EVANGELIO DE LA ALEGRIA
La reciente lucha titánica entre las naciones europeas ha alterado el equilibrio del mundo
entero hasta tal punto que las emociones de las personas que viven en las más remotas
regiones de la tierra han sido exaltadas como nunca lo habían sido antes, expresando los
distintos pueblos cólera, odio, histerismo o abatimiento, según su naturaleza y temperamento.
Es evidente, para todos aquellos que han estudiado los misterios más profundos de la vida y
que comprenden el funcionamiento de la ley natural en los mundos espirituales, que los
habitantes de las regiones invisibles han sido afectados de un modo quizá aún mayor que los
que vivían en cuerpos físicos, los cuales, por su misma densidad, nos impiden el sentir toda la
fuerza de las emociones.
Después del estallido de la guerra la marea de emociones fue violenta porque no hubo medios
adecuados para encauzarla; pero gracias a los grandes esfuerzos y a una organización
apropiada, los Hermanos Mayores de la humanidad lograron después del primer año crear un
ejército de Auxiliares Invisibles, que, habiendo pasado por el portal de la muerte y sentido el
sufrimiento inherente a una transición no debidamente preparada, estaban llenos de
compasión para con los demás y constantemente pasaban por el portal sombrío, y fueron
capacitados para calmar y ayudar a los recién llegados hasta que ellos mismos pudieran
equilibrarse de nuevo. Más tarde, sin embargo, las emociones de odio y malicia engendradas
por los habitantes del mundo físico se hicieron tan poderosas que hubo peligro de que se
impusieran del todo, por esta razón fue preciso adoptar nuevas medidas para contrarrestar
estos sentimientos, y en todas partes las fuerzas buenas fueron puestas en movimiento para
rehacer el equilibrio y dominar a las emociones más bajas.
Uno de los modos por el cual muchas personas contribuían a dificultar las cosas y a prolongar
la guerra, era su manera de acentuar constantemente su lado horrible y de olvidar el mirar a
su lado luminoso y brillante.
"¿El lado luminoso y brillante de aquella guerra cruel?", será probablemente la pregunta que
se formulará el lector. "¿Qué quiere usted decir con esto?" Para algunos puede parecer hasta
un sacrilegio hablar de un lado luminoso de semejante calamidad como ellos la llaman. Pero
veamos si no hay un rayo de luz plateada hasta en las nubes más negras, y si no hay un
método por el cual este rayo de luz plateada pueda ser ensanchado más y más, hasta que toda
la nube se haya hecho luminosa.
Hace algún tiempo nos llamó la atención un libro titulado: "Pollyanna". Pollyanna era la
hijita de un misionero, cuyo sueldo era tan ínfimo que apenas podía satisfacer las estrictas
necesidades de la vida. De vez en cuando llegaban a la misión cajas con ropa vieja y otros
objetos usados para ser distribuidos. Pollyanna esperaba que algún día llegase un caja
conteniendo también una muñeca. Su padre hasta había escrito para preguntar si no era
posible mandarle con la próxima caja una muñeca desechada para su hija. Llegó la caja, pero
en vez de la muñeca contenía un par de muletas pequeñas. Viendo el desencanto de la niña,
su padre le dijo: "Hay algo de lo cual podemos alegrarnos: de que no necesitemos las
muletas." Entonces ellos empezaron a "hacer el juego", según su modo de decir, buscando y
encontrando siempre algo por lo cual pudiesen estar agradecidos y contentos, sin importar lo
que fuese, y siempre encontraron cosas de éstas. Por ejemplo, cuando se veían forzados a
comer una comida muy deficiente en un restaurante, por no poder permitirse platos más
delicados, ellos decían: "Estamos contentos de que nos gusten las judías", aunque se fijasen al
mismo tiempo en un pavo trufado, inaccesible para sus medios económicos. Después
empezaron a " enseñar el juego" a otros, llevando algo de felicidad a muchos hogares, entre
ellos muchos que no creyeron nunca que podrían ser felices otra vez.
Pero finalmente quedaron faltos de toda clase de recursos y la madre de Pollyanna falleció
por las privaciones. Su padre no tardó en seguir a la madre, dejando a Pollyanna abandonada
al cuidado de un tía rica, soltera, pero avara e inhospitalaria., en Vermont. A pesar de la poco
cordial acogida que la niña encontró y las habitaciones que al principio la señalaron, ella
estaba siempre contenta y de buen humor e irradiando alegría sobre todas las personas que
había alrededor de ella, hasta su misma tía, la cual por insensible que fuese acabó por dejarse
influir. La mente rosada de la niña pronto encontró medios de adornar las paredes y piso de
su cuarto con todos los medios de belleza a su alcance. Faltándola cuadros, ella veía con
alegría que desde su pequeña ventana se descubría a su vista una escena de paisaje más
hermoso que los más preciosos cuadros que un artista pudiera pintar y una alfombra de verde
y oro como ningún artesano hubiese jamás podido tejerla tan hermosa. Si en su pobre lavabo
no había ningún espejo, ella estaba contenta, porque así no podía ver sus pecas. Y si tenía
pecas, ¿no tenía razón para estar satisfecha de que no fuesen verrugas? Si su maleta era
pequeña y sus trajes muy pocos, ¿no era suficiente para celebrarlo, toda vez que de este modo
se terminaba bien pronto el trabajo de hacerla? Si sus padres no podían estar con ella, ¿rió era
motivo para alegrarse porque estaban con Dios en el cielo? Y puesto que ellos no pudieran
hablarla, ¿no podía regocijarse de que ella pudiera hablarles a ellos?
Jugando en los campos como un pájaro más, se le pasó más de una vez la hora de cenar, y
cuando al llegar a casa su tía la enviaba a la cocina para cenar allí, con leche y pan nada más,
ella le decía su tía que esperaba lágrimas y pucheros: "Oh, me alegra mucho que haya usted
hecho esto, tía, porque me gustan mucho las sopas de leche." En los primeros tiempos la tía
solía tratarla con brusquedad, pero la niña supo siempre encontrar una excusa cariñosa para
estos malos tratos, y pagándolos en cambios con pensamientos de agradecimiento.
La primera persona convertida por ella fue la doncella, que solía tener muy mal humor los
días que tenia que lavar la ropa sucia y aguardando los lunes con disgusto. Bajo la influencia
de la alegría de la pequeña niña, Nancy, la doncella, pronto se sintió los lunes más contenta
que ningún otro día, porque no habría ningún otro día de levado en toda la semana, y pronto
la tuvo contenta porque su nombre no era Hepsibah, sino Nancy, a cuyo nombre siempre
había mostrado aversión. Una vez Nancy dijo a la pequeña, con mucha convicción: "En un
entierro, por cierto, no hay nada de lo que uno pueda alegrarse", a lo cual muy pronto
contestó Pollyanna: "Pues mira, podemos estar contentas de que no sea el nuestro." En cuanto
al jardinero, que se quejaba a ella de que estaba medio encorvado por el reumatismo, ella le
decía que debería estar agradecido por ello, porque no tenia necesidad de erguirse totalmente
cuando se agachaba para limpiar las malas hierbas del jardín.
Cerca de su casa vivía en una mansión soberbia un señor soltero de cierta edad, retirado del
mundo y taciturno. Cuando más él repudiaba a la niña con maneras bruscas tanto más
contenta estaba y tanto más pronto la niña volvía a verle, aunque nadie más que ella lo
hiciese. En su inocencia y piedad ella atribuía aquella falta de cortesía a alguna pena secreta,
y por esta razón anhelaba poder enseñarle la manera de vivir alegremente, el "juego alegre"
aprendido de sus padres. Y se lo enseñó, y él lo aprendió, aun siendo trabajo duro al
principio. Cuando tuvo la desgracia de romperse una pierna, no era fácil convencerle que
debía alegrarse de no haberse rota las dos y de haberlo logrado hubiera sido mucho peor que
tuviera cien piernas y que todas ellas se le hubieran fracturado. La alegre disposición de
ánimo de la niña logró, por fin, que al hombre tan triste le gustase la luz del sol, que abriese
las persianas, levantase las cortinas y abriese también su corazón al mundo. El quiso
adoptarla, pero no logrando su deseo, adoptó a un pequeño huérfano que ella hubo
encontrado perdido en el campo.
Ella logró que una señora se vistiera de colores alegres, después de haberse vestido siempre
de negro. Otra señora, rica y desgraciada porque su atención estaba concentrada sobre
desdichas pasadas, fue influenciada por Pollyanna en el sentido de ocuparse ahora
intensivamente de las miserias de otros. Habiendo aprendido cómo se puede dar alegría a los
demás, esta señora llegó a convertir su vida en una alegría continua. A un matrimonio que
estaba para divorciarse Pollyanna le hizo reunirse nuevamente y formar un hogar feliz, aun
siendo totalmente desconocidos para ella, encendiendo en sus corazones que se habían
helado, y un fuerte amor por sus hijitos. Poco a poco, este juego de alegría se difundió por
toda la ciudad, los unos enseñándolo a los otros. Bajo su influencia hombres y mujeres se
convertían en seres distintos de antes: los desdichados se hacían felices, los enfermos
sanaban, los malhechores encontraban el camino de la virtud y los desesperados hallaban
consuelo y bríos nuevos.
El médico de más fama de la ciudad se convenció pronto de que Pollyanna era la mejor receta
para todos los males. "Esta chica, dijo, vale más que un gran frasco de tónico. Si alguien
puede aliviar a un enfermo, es ella; una dosis de Pollyanna cura más que una botica entera."
Pero el gran milagro del "juego alegre" fue la transformación operada en el carácter de su
malhumorada y puritana tía. Ella que había admitido a Pollyanna en su casa como un deber
estrictamente familiar, desarrolló bajo el trato cariñoso de su pequeña sobrina un corazón que
literalmente se desbordaba de afecto. Muy pronto Pollyanna fue sacada de su guardilla fea y
desnuda e instalada en un gabinete lujoso en el piso donde vivía su tía, y de este modo el bien
que hacia reaccionaba sobre ella misma.
Esto no es más que un cuento, pero está basado en hechos que tienen su raíz en las leyes
cósmicas. Lo que esta niña hacía respecto a las personas alrededor de ella, nosotros, como
estudiantes de las enseñanzas Rosacruces, podemos y debemos hacerlo en nuestra esfera
individual, tanto respecto al trato con nuestros parientes y amigos como respecto al mundo en
general.
En cuanto a su aplicación a la guerra en general, en vez de entristecernos por las derrotas o
catástrofes y en vez de añadir nuestra tristeza, odio y malicia a los sentimientos semejantes
engendrados por otros, deberíamos tratar de encontrar algún aspecto agradable y luminoso
hasta en tales horribles calamidades. Seguramente es razonable alegrarse
extraordinariamente, pensando en el sacrificio personal hecho por tantas almas nobles, que
han abandonado su actividad en el mundo, sus grandes ingresos de dinero y sus casas
confortables, para defender lo que para ellos es el ideal de mejorar las condiciones del
mundo, para aquellos que vengan detrás de ellos, porque ellos mismos ya habían abandonado
toda esperanza de volver jamás para coger los frutos de su sacrificio. Igualmente podemos
alegrarnos de que muchas mujeres nobles dominadas por el lujo y una vida fácil, hayan
abandonado sus hogares y relaciones para dedicarse a la ardua tarea de cuidar a los heridos.
Hubo en todo esto un espíritu de altruismo, demostrado también por aquellas que, aunque
obligadas por las circunstancias a quedarse en sus casas, dedicaban sus horas libres a trabajos
manuales, cosiendo y trabajando a punto de aguja para los soldados en los campos de batalla.
Es un parto muy doloroso el nacimiento del altruismo en millones de corazones humanos,
pero por el sufrimiento inaudito de la última guerra la humanidad se hará más noble y
misericordiosa que hasta ahora. Si solamente podemos sacar esta impresión de los
sufrimientos y torturas recientes, si solamente podemos enseñar a los demás a mirar hacia las
prosperidades futuras que tienen que acumularse como consecuencia de tantos sufrimientos,
entonces estaremos mejor preparados para restablecernos de la terrible pesadilla sufrida, y
para ayudar a los demás a que logren el mismo resultado.
De esta manera podemos imitar a la niña Pollyanna, y a condición de ser suficientemente
sinceros, nuestra manera de mirar las cosas contagiará a los demás y quedará arraigada en sus
corazones; y entonces, como los pensamientos son cosas, y los buenos pensamientos son mas
poderosos que los malos por estar en armonía con la marcha de la evolución, pronto vendrá el
día en que podremos imponernos y ganar ascendencia para establecer una paz permanente.
Esperamos que esta sugestión será tomada muy en serio y puesta en práctica por todos
nuestros estudiantes, porque los tiempos lo reclaman con urgencia, mucho más que antes aun.
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De: Mitzi |
Enviado: 18/01/2010 11:42 |
Al considerar el origen espiritual de las luchas, no encontramos condenacion explicita hacia las mismas. Sin embargo, el Cristo nos instituyo principios tendientes a eliminarlas para la exaltacion de la paz como el estado deseable entre los hombres.
Con cariño,
Mitzi |
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