Siempre estaba preparado y dispuesto a interrumpir un sermón o a hacer esperar a una multitud mientras atendía las necesidades de una sola persona, o incluso de un niño pequeño.
Libro de Urantia. Pág. 1874
¡Qué diferente podría ser el mundo si los que nos llamamos seguidores de Jesús, imitáramos tan sólo estos gestos de amor y tenura que El tenía con todo el que se le acercara, incluyendo con los niños que lo interruían!
En cambio nosotros muy pocas veces tenemos tiempo para escuchar lo que los otros nos dicen, oímos pero no escuchamos. Oir es un reflejo de nuestro sentido de la audición, escuchar es una cualidad del alma, porque significa acallar nuestro mundo para abrirnos al de la otra persona y poder empatizar con ella, no desde una mente fría y muchas veces crítica, sino desde un corazón compasivo, amigable y solícito, dispuesto siempre a ayudar.
Cuántas veces la curiosidad e ingenuidad de los niños nos llenan de "por qué" a los cuales nosotros no damos ninguna importancia, considerándolos sólo una molestia que graficamos con un "no tengo tiempo" Por el contrario "Jesús no estaba nunca de prisa. Tenía tiempo para consolar a sus semejantes «al pasar», y siempre hacía que sus amigos se sintieran cómodos. Era un oyente encantador. Nunca era impertinente escudriñando las almas de sus asociados. Al consolar a la mente hambrienta y ayudar a las almas sedientas de su misericordia, ellas no sentían que se les estaban confesando sino más bien que estaban conversando con él. Le tenían una confianza sin límites, porque veían que él tenía tanta fe en ellos."1874
Que importante es involucrarse con la otra persona desde su altura, no pretendiendo elevarnos y tomar el rol de juez o consejero, porque habitualmente el ser humano más que le digan que hacer, necesita ser escuchado y encontrar el cariño manifiesto en un abrazo, una sontisa, un cariño que le devuelva su autoestima y su deseo de seguir adelante, porque internamente sabe que la decisiones las debe tomar él en forma personal, pues nadie puede vivir la vida por uno.
"La mayoría de las cosas realmente importantes que Jesús dijo o hizo, "parecían suceder por casualidad «al pasar él». Había muy poco de lo profesional, lo planeado, lo premeditado en el ministerio terrenal del Maestro. Dispensaba salud y esparcía felicidad en una forma natural y llena de gracia mientras viajaba por la vida. Era literalmente verdad, caminaba haciendo el bien. Y corresponde a los seguidores del Maestro de todos los tiempos aprender a actuar de la misma forma, haciendo el bien al cumplir con los deberes diarios."1874
yolanda silva solano