Hay que seguir y seguir dudando.
La duda es una espada: corta todas las creencias, pero es un camino peligroso. Es inevitable que el camino a la verdad sea peligroso porque la verdad es la última cima. Cuanto más alto avanzas hacia el Everest, más peligroso es el territorio en el que entras. Un solo paso en falso y perderás el camino para siempre.
La verdad libera, pero para alcanzar la verdad, en tu escalada hacia las alturas, tienes que atravesar un pasaje muy estrecho. Por eso millones de personas deciden vivir en sus valles oscuros y creen que “el Everest existe y está bañado por el sol y hay una tremenda belleza, porque Jesús ha llegado allí, Buda ha llegado allí. Podemos creerles a ellos. ¿Qué necesidad hay de ir allí? Podemos vivir confortablemente en nuestros valles oscuros. No es necesario que corramos ningún riesgo.”
Pero sin riesgo no hay verdad, sin riesgo no hay vida. Tienes que aprender a arriesgar, tienes que ser un apostador.
Si dudas y sigues dudando, llega un momento en el que todo en lo que creíste alguna vez desaparece, se evapora. Es casi un estado de locura. En cualquier momento puedes caerte en el abismo que te rodea. Si te caes, es un estado de depresión. Si te mantienes alerta y consciente, si observas con cautela, entonces es un nuevo comienzo.
La confianza es el último comienzo, la última apertura: te ayuda a que conozcas la verdad por ti mismo. Y la verdad libera sólo cuando es tuya; la verdad de otra persona no puede liberar a nadie. Crea esclavitud y nada más