Domingo de Resurrección
La presencia crística resucitada en mí me renueva.
Cuando María descubrió que el cuerpo de Jesús ya no estaba donde lo habían puesto en la tumba, no imaginó que Él estaba vivo. Mas luego, ella reconoció a su Maestro y fue testigo del milagro que había ocurrido.
Al contemplar la presencia crística moradora cuando oro, experimento una resurrección, una restauración, un renacer. Al dejar ir lo antiguo y estar receptivo a lo nuevo, cambio de manera vital para mi desarrollo espiritual. Me remonto a una experiencia mayor de la vida de Dios en mí.
Quizás no reconozca inmediatamente la transformación que ha tenido lugar, mas al permanecer en la presencia crística, soy testigo de nuevos milagros.
hombre es milagroso en cuanto que puede transformar su pasado.
Algunos dicen “no se ocupen del pasado que el pasado ya no existe”, pero el pasado está vivo, presente, doloroso, en cada una de nuestras células, frecuentemente, produciendo enfermedades. El problema del pasado es simplemente que haya pasado, que lo dejemos atrás como una estatua congelada. Pero al pasado hay que hacerlo presente vivo para transformar su historia, para leerlo en otro código, para interpretarlo en el código del amor, y, cuando interpretamos el pasado en el código del amor, nuestras heridas de la infancia se sanan. Y ahí nosotros somos los psicólogos, los psiquiatras, podemos sanar nuestra vida; todos estamos llenos de dolores, y a veces de dolores absurdos, que cargamos en la vida sin ni siquiera reconocer que existen.