Una de las características de un verdadero hijo de Dios es su positivismo, porque él es una prueba fiel de nuestra amistad con Dios, pues quien lo siente en su corazón, sabe muy bien que ¡ con Dios todo se puede.! Y no se trata de una fe ciega e irrazonable, sino de una fe viva nacida de la experiencia personal. No se trata de ignorar o carecer de los problemas inherentes a la vida humana, sino de la forma como ellos son asumidos. Jesús nos dijo: "no os prometo liberaros del mar de adversidades, pero si os prometo que navegaré a través de todas ellas con vosotros." 1767
Cuando no necesitamos ir a buscar a nuestro Padre al desierto ni al templo, cuando sentimos a Dios en nosotros, aprendemos junto a él, a sacar el significado oculto a todo lo que nos ocurre, somos capaces de ver más allá de las simples apariencias y nos damos cuenta que todo redunda en bien, para los que aman a Dios, por eso nuestra confianza crece y somos capaces de entregarnos confiados a la volutnad divina
"Si Dios está conmigo, he determinado que no albergo dudas en mi corazón"1453 por tanto estoy pronta a "entregarle mi voluntad, para que se haga su voluntad." 1303 porque" mi mañana, está totalmente en manos de mi Padre del cielo." 1436
Esa confianza plena en el amor de nuestro Padre, es la que produce esa paz interior profunda, que pone en nuestros labios una sonrisa fácil y una mayor comprensión hacia nuestros hermanos, no tememos los problemas porque los consideramos oportunidades para avanzar en el camino evolutivo.
Un hijo de Dios no deja de sufrir porque no deja de ser humano, al igual que lo hizo Jesús en el Huerto de Getsemaní, podemos pedirle al Padre que aparte de nosotros la pena que nos agobia, pero por sobre esta reacción las lágrimas son serenas, ellas limpian el alma y son la fuerza para mirar hacia el cielo y una vez más entregarnos a la voluntad divina, porque tenemos la certeza que somos amados por un Padre que sólo desea que crezcamos en amor y en sabiduría.
Jesús nos invita a vivir y a dar a conocer a otros su mensaje, el cual no es de dolor ni de sufrimiento, sino de alegría y de buenas noticias.
yolanda silva solano