LA MUÑECA
En una noche de invierno Una niña pordiosera Con los pies casi desnudos Y las manecitas yertas, Cubriendo a modo de manto Con su falda la cabeza, Y sin temor a la lluvia Que cada vez más arrecia, Contempla extasiada y triste El interior de una tienda, Que por su gusto en juguetes Es de todas la primera.
¿Qué haces ahí? Le pregunta con voz desabrida y seca un dependiente, empujando a la niña hacia la acera, déjeme usted, es que estaba mirando esa muñeca. Ah, ya, retírate pronto Y deja libre la puerta. ¿Dígame usted... ¿cuesta mucho? ¿Quieres marcharte chicuela? Será muy cara, ¿verdad? ¡Lo que es que si yo pudiera! Los demonios con la chica Pues no puede comprarla ella. ¡Lárgate a pedir limosna! La muñeca que te gusta cuesta un duro, conque fuera! Marchóse la pobrecita Ocultando su tristeza. En vano pide limosna, Ninguno escucha sus quejas Y desfallecida y triste, Cruza calles y plazuelas Recordando en su amargura La tentadora muñeca.
Caballero, una limosna A esta pobrecita huérfana, ¡Quítate que voy de prisa! ¡Por Dios, señor, aunque sea un céntimo tengo hambre... ¡Pobre niña! ¡Me das pena! ¡Toma! pero señor, si es un duro! no le hace, te lo doy para que tengas esta noche buena cama y buena cena! deje usted que le bese la mano! quita chicuela, un duro, estoy contenta, ¡No Será falso! ¿Verdad? ¿Cómo muchacha, tú piensas? No señor, dispense usted! Pero, vamos, la sorpresa... ¡Si me vuelvo loca de alegría! Que Dios le premie en el mundo Y le dé la gloria eterna
Y apretando entre sus manos Convulsiva la moneda, Corrió por las calles abajo Veloz como una saeta. Otro día se comentaba en la prensa El hecho de haber hallado En el quicio de una puerta, El cadáver de una niña Abrazada a una muñeca.
Vital Aza
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