EL CAMINO DE LA SABIDURÍA
Hace ya varios años que la enseñanza de los Hermanos Mayores fue publicada por primera
vez en el Concepto Rosacruz del Cosmos, y desde entonces nuestra literatura ha ido
aumentando. Ahora parece llegado el momento de examinar nuestra obra para ver lo que
hemos hecho con el tesoro que nos fue confiado.
En primer lugar conviene que nos demos cuenta de que la razón por la cual estamos en la
Fraternidad Rosacruz, es porque en un momento dado estuvimos descontentos de las
explicaciones que se nos habían dado en otros sitios sobre el problema de la vida. Todos
hemos buscado luz para descifrar el gran enigma, y algunos entre nosotros, como el hombre
del que habla la Biblia, vimos una perla de gran valor, y nos fuimos a vender todo lo que
teníamos y comprarnos la perla, la que simboliza el conocimiento del Reino del Cielo. En
otras palabras, algunos de nosotros hemos estado tan ansiosos buscando la luz y tan
sumamente satisfechos cuando la hallamos por fin, que hemos dedicado toda nuestra vida,
pensamiento y energía a este trabajo. La mayoría no puede disfrutar de este privilegio por las
obligaciones contraídas previamente, pero todos los que hemos recibido ayuda, debemos, por
la ley de compensación, devolver algo de lo recibido, porque el intercambio es la vida, y el
estancamiento es la muerte.
Sabemos que no podemos continuar hartándonos de alimentos y retener lo que hemos comido
y que a menos que la eliminación mantenga el equilibrio, la muerte se presentará muy pronto.
Tampoco podemos impunemente hartarnos de alimentación mental; tenemos que partir
nuestro tesoro con otros y emplear nuestros conocimientos en alguna obra útil para los
demás, o de otro modo correremos el riesgo del estancamiento en el pantano cenagoso de la
especulación metafísica.
Durante los años que han pasado después de la publicación del Concepto Rosacruz del
Cosmos, los estudiantes han tenido el tiempo suficiente para familiarizarse con sus
enseñanzas. Ya no podemos excusarnos diciendo que no conocemos la filosofía rosacruz,
porque no hemos tenido tiempo para estudiarla y que por esta razón no podemos explicarla a
otras personas. Aun aquellos que han tenido poquísimo tiempo por los deberes inherentes a
sus cargos en este mundo, deben estar ahora bastante bien preparados para "dar una prueba de
su fe, como San Pablo nos exhortó a todos a hacer. Aunque no podarnos enseñar la luz a
todos los que nos la pidan es un deber para con nosotros, para con los Hermanos Mayores y
para con la humanidad, el de hacer una tentativa.
El desarrollo de nuestra propia alma depende de la parte que tomemos en el fomento del
movimiento al cual nos hemos unido, y por este motivo es conveniente que nos demos
perfecta cuenta de cuál es la misión de La Fraternidad Rosacruz.
Esto está perfecta y claramente explicado en la introducción del "Concepto Rosacruz del Cosmos".
En pocas palabras, esta misión consiste en dar una explicación del problema de la vida
que pueda satisfacer tanto a la mente como al corazón, y de este modo resolver las perplejidades
de las dos clases de personas que ahora se mueven en las tinieblas por falta de esta
ciencia unificadora, y que en líneas generales se pueden denominar para la discusión de
nuestro punto de vista, como personas creyentes y personas científicas. Entre las primeras
podemos incluir todas aquellas personas que se dejan guiar por una sincera devoción o por
una bondad natural, pertenezcan o no a alguna Iglesia. En la segunda clase se deben incluir
todas las que miran a la vida desde un punto de vista puramente intelectual o mental, sin
pararnos a distinguir si están clasificadas como científicas o no.
Es fin y propósito del "Concepto Rosacruz del Cosmos" de ampliar el horizonte espiritual de
un número rápidamente creciente de estas dos clases de personas, que se dan más o menos
perfecta cuenta de que hay algo de importancia vital, que les falta en su modo actual de mirar
la vida.
Sabemos que cuando David deseaba construir un templo para el Señor, se le negó este
privilegio porque había sido un guerrero. Hoy en día existen organizaciones que están
constantemente combatiendo las unas contra las otras, siempre viendo las faltas de los demás,
hallándose, por lo tanto, en guerra perpetua, lo mismo como David antiguamente. Con
semejante disposición mental no es posible permitir a nadie edificar aquel templo que se
construye con piedras vivientes de hombres y mujeres; aquel templo que Mansón, en "El
sirviente de la Casa" describe en términos tan bellísimos. Por esta razón, cuando tratemos de
difundir las verdades de las enseñanzas Rosacruz, debemos siempre tener presente que no
podemos desacreditar impunemente la religión de nadie ni llevarle la contraria, y que no es
nuestra misión combatir el error de los demás, porque quedará manifiesto a su debido tiempo.
El lector recordará que cuando David había muerto y Salomón reinaba en su lugar, este vio al
Señor durante el sueño y le pidió la sabiduría. Se le dejó en libertad de escoger lo que más le
gustase y él pidió sabiduría para guiar a su pueblo. Y he aquí la contestación que recibió:
"Puesto que tu corazón te impulsó a pedir sabiduría, y que no has pedido larga vida ni
victoria sobre tus enemigos ni nada semejante, sino tan sólo sabiduría, la vas a tener, y mucho
más todavía". Por esta razón nosotros también deberíamos en nuestras oraciones pedir
sabiduría, y para que podamos reconocerla vamos a examinar ahora en qué consiste la
verdadera sabiduría.
Se dice, y con mucha razón, que el conocimiento es un poder. El saber, aunque de por sí no es
bueno ni malo, puede ser empleado para el bien o para el mal. El genio no es más que la
disposición para la sabiduría, y puede también ser bueno o malo. Se habla de un genio
militar, de uno que conoce a la perfección la táctica de la guerra, pero un hombre semejante
no puede ser ciertamente bueno, porque forzosamente ha de ser duro de corazón y destructor
en la expresión de su genio.
Un guerrero, ya sea un Napoleón o un simple soldado, no podrá nunca ser sabio, porque tiene
que destrozar deliberadamente todos los sentimientos más delicados, de los cuales tomamos
como símbolo al corazón. Por otro lado, un gobernante sabio es de buen corazón y de
profunda inteligencia y así que lo uno equilibra lo otro para promover los intereses de su
pueblo. Aun el más profundo saber en cuestiones de religión o de ocultismo no es sabiduría,
como nos lo enseña San Pablo en aquel hermosísimo capitulo trece de la primera epístola a
los corintios donde dice: "Aunque yo tuviese todo el saber para poder penetrar todos los
misterios, y no tuviera amor, yo no sería nada. Sólo cuando el saber se une al amor, los dos
producen la sabiduría verdadera, es decir, la expresión del principio de Cristo, la segunda
fase de la Divinidad. Respecto a este punto conviene emplear gran prudencia y discreción.
Nosotros podremos saber distinguir entre lo que es oportuno para el logro de cierta finalidad
y lo que lo impide, y podemos optar a favor de males presentes para lograr ventajas
venideras, pero aún en esto no obramos necesariamente como sabios y juiciosos.
Conocimientos, prudencia, discreción y sentido común son todos hijos de la mente; de por sí
no son mas que lazos tendidos por el mal del cual Cristo en el Padrenuestro nos enseñó a
rogar para que se nos librara de ellos. Solamente cuando estas facultades nacidas de la mente
están templadas por la facultad del amor, nacida del corazón, el producto mezclado de ambas
se transforma en sabiduría. Si leemos el capitulo trece de la primera epístola a los corintios y
substituimos la palabra sabiduría por las de caridad o amor, entonces comprenderemos lo
que es esta gran facultad que deberíamos todos desear con tanto ardor.
La misión de la Fraternidad Rosacruz es en efecto, la de promulgar una doctrina combinada
de la cabeza y del corazón, la que constituye la única y verdadera sabiduría, porque ninguna
enseñanza en la cual falte uno de estos dos extremos puede ser realmente llamada sabía, del
mismo modo como no podemos tampoco hacer sonar un acorde en una sola cuerda. En vista
de que la naturaleza del hombre es compleja, la enseñanza que ha de ayudarle para purificar y
elevar esta naturaleza debe ser también múltiple en su aspecto. Cristo siguió este mismo
principio cuando nos dio aquella hermosa oración dominical, la cual, en sus siete estrofas
toca la nota-clave de los siete vehículos humanos y los une todos en este acorde sublime de
perfección que llamamos el Padrenuestro.
Pero ¿cómo podremos enseñar al mundo esta maravillosa doctrina recibida de los Hermanos
Mayores? La contestación a esta pregunta es ahora y será siempre ésta: "viviendo la vida".
Se ha dicho en elogio eterno de Mahoma que su esposa se convirtió en su primer discípulo, y
es cierto que no fue sólo su enseñanza, sino la vida que llevaba en su casa, día tras día, año
tras año, por lo cual se ganó la confianza de su compañera hasta tal extremo que se dispuso a
deponer en manos de su esposo su destino espiritual. Es relativamente fácil hallarse en
presencia de personas extrañas que no conocen nuestra vida e ignoran nuestros defectos y
predicarlas durante una hora o dos cada semana, pero es totalmente distinto predicar las
veinticuatro horas del día en su propia casa como Mahoma debió hacerlo viviendo la buena
vida. Si queremos tener con nuestra propaganda el éxito que él obtuvo, debemos, cada uno de
nosotros, empezar en nuestra propia casa, comenzar por demostrar a aquellos con los cuales
vivimos juntos, que las enseñanzas que nos sirven de guía son verdaderamente enseñanzas de
sabiduría. Se dice que "la caridad empieza por uno mismo". Esta palabra hubiera debido
traducirse por "amor" en el capítulo trece de la primera epístola a los corintios. Cambiemos
ahora esta palabra por la de sabiduría y digamos por consecuencia: la propaganda de la
sabiduría empieza por casa. Así, pues, hagamos que nuestro lema para siempre sea:
"Viviendo la vida en nuestra casa haremos mucho más por nuestra causa que de cualquier
otro modo". Muchas familias escépticas han sido convertidas a las doctrinas nuestras por
esposos o esposas. Esperamos que otras sigan el buen ejemplo.
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