Te cojo las manos, y mi corazón, buscándote a ti, que siempre me eludes tras palabras y silencios, se hunde en la oscuridad de tus ojos. Sin embargo, sé que debo estar contento en este amor, con lo que viene a rachas y huye, porque nos hemos encontrado por un momento en la encrucijada de los caminos. ¿Soy yo tan poderoso que pueda llevarte a través de este enjambre de mundos, por este laberinto de veredas? ¿Tengo yo alimento para sostenerte por el oscuro pasaje bostezante, de arcos de muerte?
Cuando tú me mandas que cante, mi corazón parece que va a romperse de orgullo. Te miro y me echo a llorar. Todo lo duro y agrio de mi vida se me derrite en no sé qué dulce melodía, y mi adoración tiende sus alas, alegre como un pájaro que va pasando la mar. Sé que tú complaces en mi canto, que sólo vengo a ti como cantor. Y con el fleco del ala inmensamente abierta de mi canto, toco tus pies, que nunca pude creer que alcanzaría. Y canto, y el canto me emborracha, y olvido quien soy, y te llamo amigo, a ti!!