Si la religión fuera el único remedio para disminuir el conflicto humano y si este mismo
remedio se convirtiera en una fuente más de conflicto, sería algo desastroso. En la
actualidad, así como en el pasado, surgen conflictos en nombre de la religión debido
a diferencias religiosas, y en mi opinión esto es muy, muy triste. Pero como ya he
mencionado anteriormente, si pensamos con una mente más amplia y profunda,
nos daremos cuenta de que la situación en el pasado era totalmente distinta a la
de hoy. Ya no vivimos de una manera aislada sino interdependiente. Por tanto, en la
actualidad es muy importante darse cuenta de que una relación estrecha entre las
diferentes religiones es algo fundamental; sólo así los diferentes grupos religiosos
tendrán la posibilidad de trabajar juntos de forma más íntima y hacer un esfuerzo
común en beneficio de toda la humanidad. Sinceridad y fe en la práctica religiosa
por un lado, y tolerancia religiosa y cooperación por el otro, comprenden
el primer nivel del valor de la práctica espiritual para la humanidad.
EL SEGUNDO NIVEL DE ESPIRITUALIDAD: LA COMPASIÓN COMO RELIGIÓN UNIVERSAL
El segundo nivel de espiritualidad es más importante que el primero porque sin importar
lo maravillosa que pueda ser una religión, las personas que la aceptan siguen siendo un número
muy limitado. La mayoría de los cinco o seis mil millones de seres humanos que hay en
nuestro planeta, probablemente no practican ningún tipo de religión. De acuerdo con
la formación que han recibido por parte de su familia, quizá se identifiquen como
pertenecientes a uno u otro grupo religioso: «Yo soy hindú», «Yo soy budista», «Yo soy cristiano»,
pero en profundidad, la mayoría de estas personas no son necesariamente practicantes
de ninguna fe religiosa. Esto es así y está bien; el hecho de que una persona adopte
o no una religión es un derecho individual de cada uno. Todos los grandes
maestros de la Antigüedad, tales como Buda, Mahavira, Jesucristo y Mahoma,
nunca lograron crear una conciencia espiritual en toda la humanidad, en todos
los seres humanos. En realidad, nadie puede hacer tal cosa.
Si estas personas no creyentes se llaman a sí mismas ateas no importa. De hecho,
según algunos eruditos occidentales, los budistas también son ateos, dado que no
aceptan el concepto de un creador. Por ello, a veces, añado una palabra más al describir
a los no creyentes y es la palabra «extremista»; los llamo no creyentes «extremistas». Estas
personas no son solamente no creyentes sino que son extremistas en su visión al
sostener que la espiritualidad no tiene ningún valor. Si embargo, debemos recordar
que ellas también forman parte de la humanidad y que, como todos los seres humanos,
tienen el deseo de ser felices, de vivir una vida feliz y en paz. Éste es el punto
importante. Por mi parte creo que no hay nada malo en continuar siendo no
creyente, pero mientras seamos parte de la humanidad, mientras seamos seres
humanos, tenemos necesidad del afecto humano, de la compasión humana.
Ésta es, en realidad, la enseñanza fundamental de todas las tradiciones religiosas:
el punto esencial es la compasión o el afecto humano. Sin éste, incluso las creencias
religiosas pueden resultar destructivas. Por tanto, la esencia en la religión incluso
es la bondad de corazón. Desde mi punto de vista, el afecto humano o la compasión
es la religión universal. Sea uno creyente o no, todos necesitamos afecto humano
y compasión, porque nos da fuerza interna, esperanza y
paz mental. Resulta, pues, algo indispensable para todos.
Examinemos, por ejemplo, la utilidad de un corazón bondadoso en la vida cotidiana.
Si nos sentimos de buen humor cuando nos levantamos por la mañana, si hay en
nosotros un sentimiento de bondad, automáticamente nuestra puerta interna
se abre a ese día. Incluso en el caso de que nos encontrásemos a una persona
desagradable, no experimentaríamos demasiada alteración y quizá incluso
conseguiríamos decirle algo agradable. Podríamos charlar con esa persona
poco amistosa y tal vez incluso mantener una conversación profunda. Sin
embargo, en un día en el que nuestro estado de ánimo es menos positivo y
nos sentimos irritados, de forma automática se cierra nuestra puerta interna.
En consecuencia, incluso si nos encontramos con nuestro mejor amigo o amiga
nos sentimos incómodos y tensos. Estos ejemplos muestran cómo nuestra
actitud interior marca una gran diferencia en nuestras experiencias diarias. Así
pues, para crear una atmósfera agradable, placentera, dentro de nosotros mismos,
de nuestras familias o nuestro entorno, debemos darnos cuenta de que el origen
último de esa atmósfera placentera reside dentro de cada uno: un corazón bondadoso,
compasión humana, amor. El hecho de crear una atmósfera positiva y amistosa
nos ayuda automáticamente a disminuir el miedo y la inseguridad. De esta
manera podemos, con mayor facilidad, hacer nuevos amigos y provocar más sonrisas.
Después de todo, somos animales sociales. Sin la amistad con otros seres humanos,
sin la sonrisa humana, nuestra vida se convierte en desdicha. La sensación de soledad
se hace insoportable. Se trata de una ley de la naturaleza; en otras palabras, según las
leyes naturales, dependemos unos de otros para vivir. Si bajo ciertas circunstancias,
debido a que algo no funciona en nosotros, nuestra actitud hacia nuestros semejantes,
de quienes dependemos, se vuelve hostil, ¿cómo podemos esperar alcanzar la paz
mental o disfrutar de una vida feliz? De acuerdo con la naturaleza básica humana,
o ley natural, el afecto -la compasión- es la clave para la felicidad.
Según la medicina contemporánea, un estado mental positivo, o paz mental,
resulta también beneficioso para nuestra salud física. Si estamos constantemente
alterados acabamos dañando nuestra propia salud. Por tanto, incluso en el aspecto
de la salud, la calma mental y la serenidad son muy importantes. Esto demuestra
cómo el cuerpo físico de por sí aprecia y responde a la calidez humana, a la paz mental.
LA NATURALEZA HUMANA FUNDAMENTAL
Si observamos la naturaleza humana fundamental, vemos que nuestra naturaleza no
es de carácter agresivo sino dócil. Por ejemplo, si examinamos diferentes animales, nos
damos cuenta de que los más pacíficos tienen una estructura corporal en concordancia
con su naturaleza; de forma similar, la estructura física de los animales de presa
también se ha desarrollado de acuerdo con lo que son. Comparemos el tigre y el
ciervo: existen grandes diferencias en sus estructuras físicas. Cuando comparamos
nuestro propio cuerpo con el de ellos, vemos que nosotros nos parecemos
más a los ciervos y a los conejos que a los tigres.
Incluso nuestros dientes son más parecidos a los de ellos, ¿no es así? No son como
los de un tigre. Nuestras uñas son otro buen ejemplo, pues ni tan siquiera puedo
cazar a un ratón sólo con mis uñas de humano. Por supuesto, debido a la inteligencia
humana, somos capaces de inventar y utilizar diferentes herramientas y métodos
para hacer cosas que sin ellos nos sería difícil realizar. Así, como podemos ver,
debido a nuestra condición física pertenecemos a la categoría de animales
dóciles. Considero pues que ésta es la naturaleza humana fundamental tal
como enseña nuestra estructura física básica.
LA COMPASIÓN Y LA RESOLUCIÓN DE LOS CONFLICTOS
Dada nuestra situación global actual, la cooperación es esencial, en particular en
campos como la economía y la educación. En la actualidad, el concepto de que
las diferencias son importantes prácticamente ha desaparecido, como queda reflejado
en el movimiento por una Europa occidental unida. Este movimiento es, en mi opinión,
realmente valioso y muy oportuno. No obstante, el esfuerzo por crear este estrecho
vínculo entre las diferentes naciones no surgió debido a la compasión
o la fe religiosa, sino más bien por necesidad.
Existe en el mundo una tendencia creciente hacia la conciencia global. En tales
circunstancias, una relación estrecha con los demás se ha convertido en un elemento
ligado a nuestra propia supervivencia. El concepto de la responsabilidad universal,
basada en la compasión y el sentimiento de hermandad, es hoy fundamental. El mundo
está lleno de conflictos -por ideologías, por religión e incluso conflictos dentro de
las familias- basados en el hecho de que una persona quiere una cosa mientras otra
desea algo distinto. Si examinamos el origen de todos estos conflictos, descubrimos
que hay varias, existen muchas causas diferentes, incluso dentro de nosotros mismos.
No obstante tenemos, a la vez, el potencial y la habilidad para unirnos en armonía.
Todas estas otras cosas son relativas. Aunque existan muchos puntos que
originan conflicto, existen al mismo tiempo muchas posibilidades de generar unión
y armonía. Ha llegado el momento de poner mayor énfasis en la unión. Aquí, una
vez más, debe haber afecto humano. Por ejemplo, quizá uno tenga una opinión
religiosa o ideológica diferente a la de otra persona.
Si respetamos sus derechos y mostramos de forma sincera una actitud compasiva
hacia ella, entonces no importa si su idea se adapta a la nuestra; esto sería algo
secundario. Mientras la otra persona crea en ello y se beneficie de tal punto de vista,
está en su pleno derecho. Por tanto, debemos sentir respeto y aceptar el hecho
de que existen diferentes puntos de vista. Lo mismo sucede en el campo de la
economía: nuestros competidores también deben obtener algún tipo de beneficio,
porque ellos asimismo han de sobrevivir. En mi opinión, cuando tenemos
una percepción más amplia basada en la compasión las cosas empiezan a
ser mucho más fáciles. Una vez más, la compasión es el factor clave.
CONCLUSIÓN: EL SIGNIFICADO DE LA COMPASIÓN
He hablado extensamente acerca de la compasión sin explicar su verdadero
significado. Me gustaría ahondar en el sentido de la compasión, que a menudo suele
entenderse erróneamente. La genuina compasión está basada no en nuestras
propias proyecciones y expectativas sino en los derechos del otro. Independientemente
de si la otra persona es un amigo íntimo o un enemigo, el hecho de que desee la
paz y la felicidad y quiera superar el sufrimiento ha de servirnos de base para
desarrollar un genuino interés por su problema. Ésta es la compasión auténtica.
Normalmente, cuando nos interesamos por un amigo íntimo, llamamos a esto
compasión. Esto no es compasión, es apego. Incluso en el matrimonio, aquellos
que perduran a lo largo del tiempo lo hacen no debido al apego -aunque
generalmente está presente-, sino porque también existe compasión. Los
matrimonios que duran sólo poco tiempo experimentan falta de compasión;
existe solamente apego emocional basado en proyecciones y expectativas.
Cuando el único punto de unión entre amigos íntimos es el apego, incluso
un pequeño detalle puede hacer cambiar nuestras proyecciones. Tan pronto
como cambian nuestras proyecciones, desaparece el apego,
porque estaba basado únicamente en aquéllas
Es posible tener compasión sin apego y, de forma similar, sentir enfado sin
odio. Por consiguiente, necesitamos hacer una distinción clara entre la
compasión y el apego, y entre el enfado y el odio. Esta claridad de conceptos
es útil en nuestra vida diaria y en nuestros esfuerzos hacia la paz
mundial. Considero que éstos son los valores espirituales
fundamentales para la felicidad de todos los seres humanos,
independientemente de si uno es creyente o no.
TENZIN GYATSO
S.S. Dalai Lama