Tal vez haya momentos
cuando nuestra experiencia humana
nos presente situaciones y circunstancias
que parecen insuperables.
Durante esos momentos
recordar la demostración de Jesús
nos dará el poder
para saber que podemos vencer
cualquier reto en nuestra vida.
Nada ni nadie puede separarnos
de nuestra herencia divina.
Al creer en la carencia y la limitación,
bloqueamos nuestra habilidad
de ver el potencial divino.
El temor, la duda
y los sentimientos de insuficiencia
tienen que ser crucificados o tachados
para que nuestra naturaleza divina
pueda resucitar.
Al dejar ir las creencias
que han estado bloqueando
el fluir de nuestro bien,
permitimos que el potencial
de nuestra naturaleza divina
sea enaltecido.
Podemos conectarnos
a la sabiduría, la fortaleza
y el poder en nosotros,
y seguir nuestra inspiración divina.
Pasar tiempo en el silencio
fortalece el vínculo
con el Poder de Dios en nosotros.
¿Qué piedra tiene que ser removida,
de manera que podamos manifestar
los deseos de nuestro corazón?
Dios es la única Presencia
y el único Poder.
Dios es nuestra fortaleza.
Gracias al poder resucitador en nosotros
todas las piedras
que han estado bloqueando nuestro bien
son removidas.
Jesús le enseñó al mundo la verdad
acerca del poder
vivificador y restaurador de Dios
que mora en todos nosotros.
Somos llamados a ver más allá
de las apariencias de la existencia cotidiana.
La vida es más
que observar y experimentar
el reino físico.
Tenemos en nosotros
la naturaleza crística.
Jesús demostró para nosotros
la habilidad que tenemos
para vencer cualquier obstáculo aparente.
Cuando tomamos tiempo
psra reconectarnos con el Cristo en nosotros,
nos elevamos por encima
de las creencias y limitaciones viejas
para realizar nuestro potencial divino.
Estamos destinados a expresar
los magníficos dones de Dios.
A lo largo de su vida
Jesús nos enseñó
cómo expresar dichos dones.
Con Su muerte y resurrección
Jesús demostró la vida eterna de Dios
que mora en cada uno de nosotros.
En nosotros yacen
la sabiduría, el amor y la vida.
Ahora es el momento
de celebrar la Luz de Cristo en nosotros,
de resucitar la fuerza de vida
y de reclamar nuestro mayor bien.
MARTA BRIGIDA DANEY
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