Había un hombre muy precavido ....
Aquel que nunca se rió ni jugó;
el nunca se arriesgó, ni nunca intentó nada,
el nunca cantó u oró.
Y cuando un día murió,
el seguro de vida se negó a pagar,
porque, como nunca había vivido!!
El proceso de vivir es en sí un riesgo,
pero todos tenemos que enfrentarnos a él.
Para aprender a caminar...
un bebé debe arriesgarse al dolor que producen las caídas.
Por lo tanto, si existe tal potencial de sufrimiento
cuando tratamos de crecer y alcanzar metas en la vida,
¿por qué lo intentamos?
Con mucho acierto alguien ha dicho que:
” llega el día en que el riesgo de quedarse como un brote
es más doloroso que el riesgo de florecer “.
Y sabemos que no podemos recoger rosas
sin correr el riesgo de herirnos con una espina.
Cuando la posibilidad de enfrentarnos a las espinas
es demasiado dolorosa,
recuerda que cuando la vida te inspira a cortar nuevas rosas,
puedes confiar en tu fuerza
ella te ayudarán a caminar entre espinas.