Consciencia y memoria De ordinario la memoria es un impulso que se transporta alrededor del círculo de la vida del hombre, en la sola dirección del tiempo. Surge de un momento de consciencia máxima; si no hay consciencia, no se crea memoria.
Aquí es posible una analogía muy exacta. En relación con la línea de la vida corpórea del hombre, su esencia es bidimensional; conecta simultáneamente todos los puntos de la línea, creando una superficie. En relación con la superficie de la esencia del hombre, el alma sería un sólido, puesto que no sólo se conectaría con todos los puntos de su vida y con todas las superficies de su esencia sino que uniría éstos a otras posibilidades y fuerzas existentes en otra dimensión.
Supongamos, entonces, que el círculo de la vida corpórea del hombre está hecho de alambre, que la superficie conectante de su esencia sea una lámina metálica, y que el alma potencial sea un prisma sólido que toque la vida en la concepción, el nacimiento, el final de la niñez y la muerte, y del que la superficie de la esencia sería una sección aislada. El fenómeno de la consciencia será, ahora, exactamente análogo al calor.
Nuestra sensación ordinaria de la vida es como un punto de tibio calor que avanza alrededor del círculo. Pero suponed un momento de consciencia, digamos a la edad de quince años. En este punto el alambre se calienta. Los impulsos de calor corren por el alambre desde este punto, en ambas direcciones. Pero, naturalmente, para una percepción que avanza en adelante a lo largo del alambre desde el punto en cuestión, como estamos acostumbrados a movernos en el tiempo, siempre parecerá que proceden de atrás, esto es, desde el pasado. La conducción de calor o memoria hacia atrás, esto es, hacia una edad más temprana, nos será desconocida debido a nuestro método de percepción. Y nuevamente, mientras más nos alejemos del momento de consciencia, del punto calentado, más débiles parecerán gradualmente.
Al mismo tiempo, aunque la memoria de los momentos de consciencia presenta una tendencia a decaer, es importante comprender que este decaimiento no es consecuencia del paso del tiempo. Nuestra principal ilusión acerca de la memoria es que ella decae con el tiempo, como las ropas o los edificios. No es así. Decae por falta de alimento. La memoria se genera por la consciencia y debe nutrírsela por la consciencia, esto es, debe ser nutrida conscientemente.
De hecho, la memoria es un fenómeno no sujeto a las leyes del tiempo. El hombre que realmente comienza a comprender esto encontrará mundos nuevos que se abren ante él. Y prácticamente podrá ver el modo de entrar y poseer estos mundos.
Permítasenos examinar primero, cómo se pierde la memoria y, luego, cómo se la puede cultivar y darle vida.
Como hemos dicho, la razón más frecuente para la pérdida de memoria es sencillamente la negligencia y la muerte por hambre. El hombre ordinario en circunstancias ordinarias no hace esfuerzo de alguna clase para mantener vivos sus recuerdos, para alimentarlos, recordarlos y prestarles atención. A menos que sean tan gratos o tan dolorosos que la emoción misma los aten a su consciencia, desaparecen naturalmente. Esta es la pérdida pasiva de memoria.
Pero hay, también, una destrucción activa de la memoria. Se halla en la substitución de la memoria por la imaginación o, más sencillamente, por la mentira. Por ejemplo, doy un paseo por la calle, donde encuentro a un conocido. Al principio el encuentro puede ser muy claro en mi mente: lo que dije, lo que dijo él, cómo aparecía y otras cosas más. Pero cuando vuelvo a casa recapitulo el incidente a mi familia. Al hacerlo, hago todo el incidente más divertido y dramático de lo que era en realidad, hago mis propias observaciones más graciosas, las suyas más torpes; sugiero algo acerca de sus hábitos; quizás introduzco algún otro carácter o adapto la conversación para incluir un chiste que escuché ayer. Después no recordaré más la escena como fue, sino solamente como la he recapitulado. Imaginación y mentira destruyeron la memoria.
Y si empleo toda mi vida en esta forma, entonces con certeza, después de algunos años será totalmente imposible para mí distinguir lo que realmente me ocurrió de lo que deseaba que me ocurriera o que temía podría ocurrir, o de lo que ocurrió a otros o de lo que sencillamente leí acerca de eso. En esta forma la memoria es destruida activamente. La diferencia radica en el hecho de que, cuando se pierde la memoria por negligencia, ésta queda todavía entera aunque sepulta y con tesonero esfuerzo se la puede recobrar, mientras que la memoria destruida por la mentira se la perjudica de modo permanente, si es que no ha sido totalmente aniquilada.
¿Cómo es que se puede reanimar y utilizar la memoria? Únicamente devolviéndole la vida intencionalmente y conscientemente. Supóngase que tengo una razón particular para desear recordar un encuentro con alguien; me parece que cometí un error con aquél o que dejé de aprovechar una oportunidad que me ofrecían y es muy importante para mí corregir esto. Cuidadosamente, con atención, comienzo a desenrollar mi memoria. Me acuerdo de haber llamado a la puerta de la habitación en la que estaban, sentir que me abrían, que entraba, me sentaba. Recuerdo la posición en que ellos estaban sentados, las sillas, los muebles, los cuadros en los muros, el modo como caía la luz sobre la escena, entrando por la ventana. Luego recuerdo lo que dije, mi voz, cómo la sentí, el modo cómo reaccionaron las otras personas, lo que dijeron y así sucesivamente. En forma gradual, si puedo sostener la atención, todos mis varios sentidos – vista, oído, tacto, modales - comenzarán a contribuir con sus distintas memorias y poco a poco la escena recuperará su vigor en mi interior exactamente como fue. De una vez, también, mis errores se reactualizan. Los veo con toda claridad: se han hecho conscientes.
Sea que pueda o no enderezar las cosas en el presente o aprovechar la oportunidad que perdí, son cuestiones diferentes. Esta corrección puede necesitar de mucho tiempo y aún puede no ser posible en esta vida. Pero lo principal es que la consciencia ha sido retrotraída al pasado. Ahora soy más consciente en relación a este incidente que lo que era cuando realmente ocurrió. De este modo, por la memoria intencional, nuevos momentos de consciencia se pueden agregar siempre a aquellos que ocurren naturalmente en la secuencia del tiempo. Y no hay límite a este proceso de hacer más consciente el pasado.
Ahora bien, si estos puntos de consciencia en el círculo de la vida son multiplicados suficientemente, podemos imaginar que se genere bastante calor para calentar la figura bidimensional de la esencia del hombre y, con el tiempo, hasta el sólido del alma. Por supuesto, la tarea de calentar una superficie desde una línea sería una labor inmensa y probablemente la mayor parte del alambre tendría que ponerse al rojo vivo para poder lograr que la esencia se calentara apreciablemente. Si, además, se transfiere el calor de la superficie de la esencia hasta el sólido del alma, será evidente la misma desproporción y sin duda la figura bidimensional tendría que estar, a su vez, al rojo vivo para lograr calentar al sólido.
En realidad, semejante método de calentamiento manifiestamente no es práctico. Y, en la misma forma, la idea de crear consciencia en el alma exclusivamente desde abajo, por así decirlo, se opone a todas las creencias y experiencias humanas. Tenemos que suponer que sus esfuerzos para ser consciente pondrán en contacto al hombre, tarde o temprano, con una fuente de calor o consciencia situada por encima.
En una forma práctica, está bien claro que la sola idea de consciencia, que penetra profundamente en la esencia del hombre, le hará buscar a hombres más conscientes que él y a las ‘escuelas’ conducidas por tales hombres. Por tanto, su interés especial actuará como por magnetismo, atrayéndolo a aquéllos en cuya presencia puede adquirir mayor consciencia. Y si verdaderamente se trata de un interés esencial, éste no le dará descanso hasta que los encuentre. |