Todos llevamos un tesoro en nuestro interior; es la Fe y la confianza en Dios lo que lo hace brillar de tal manera que nos hace ser distintos frente a los demás” El amor a Dios nos transforma en lo mejor de nosotros mismos. Es imposible amar a Dios sin amar a los demás, porque su rostro se refleja en el del prójimo.
No debemos tener miedo a dar amor; todo nos será más fácil si pensamos que Dios quiere a las personas que tenemos a nuestro alrededor a través de nuestra persona: A través de nuestras manos, de nuestros abrazos, de nuestros besos, de nuestras miradas, de nuestras palabras de cariño y perdón y de nuestros buenos pensamientos. Pero también amamos mucho, más de los que pensamos, a través de la oración.
|