6. EL PACTO DE MELQUISEDEK CON ABRAHAM
Abraham visualizaba la conquista de todo Canaán. Su determinación tan sólo estaba debilitada por el hecho de que Melquisedek no quería sancionar la empresa. Pero Abraham había prácticamente decidido embarcarse en la conquista cuando comenzó a preocuparse por el hecho de que no tenía un hijo que le sucediese como gobernante de su futuro reino. Dispuso otra entrevista con Melquisedek; y fue en el curso de esta entrevista de la que el sacerdote de Salem, el Hijo visible de Dios, persuadió a Abraham a que abandonara el plan de conquista material y del gobierno temporal en favor del concepto espiritual del reino de los cielos.
Melquisedek explicó a Abraham la futilidad de pelear con la confederación amorita pero aclaró también que estos clanes atrasados estaban con seguridad cometiendo suicidio mediante sus tontas prácticas, de modo que en pocas generaciones tanto se debilitarían que los descendientes de Abraham, entre tanto grandemente aumentados, fácilmente podrían derrotarlos.
Melquisedek hizo un pacto formal con Abraham en Salem. Díjole a Abraham: «Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar; así numerosa será tu simiente». Abraham creyó lo que Melquisedek decía, «y eso le fue contado por justicia». Y entonces Melquisedek contó a Abraham la historia de la ocupación futura de Canaán por sus descendientes después de su estadía en Egipto.
Este pacto de Melquisedek con Abraham representa el gran acuerdo en Urantia entre la divinidad y la humanidad mediante el cual Dios acuerda hacer todo, el hombre tan sólo acuerda creer en las promesas de Dios y seguir sus instrucciones. Hasta ese momento se había creído que la salvación tan sólo se podía obtener por obras —sacrificios y ofrendas; ahora, Melquisedek nuevamente trajo a Urantia la buena nueva de que la salvación, el favor de Dios, se obtiene por la fe. Pero este evangelio de la simple fe en Dios era demasiado avanzado; los hombres de las tribus semíticas posteriormente prefirieron volver a los sacrificios más antiguos y al sistema de expiación de los pecados mediante el derramamiento de sangre.
No mucho después del establecimiento de este pacto, nació Isaac, el hijo de Abraham, de acuerdo con la promesa de Melquisedek. Después del nacimiento de Isaac, Abraham adoptó una actitud solemne hacia su pacto con Melquisedek, yendo a Salem para suscribirlo por escrito. Fue en esta ceremonia pública y formal de aceptación del pacto cuando cambió su nombre de Abram a Abraham.
La mayor parte de los creyentes de Salem habían practicado la circuncisión, aunque Melquisedek nunca habia hecho ésta obligatoria. Abraham por otra parte se había opuesto siempre a la circuncisión, de modo que en esta ocasión decidió solemnizar el evento aceptando formalmente este rito como muestra de la ratificación del pacto de Salem.
Fue esta rendición pública y real de sus ambiciones personales a favor de los planes más grandes de Melquisedek después de que los tres seres celestiales se le aparecieron en las llanuras de Mamré. Ésta fue una aparición de hecho, a pesar de su asociación con las narrativas posteriormente inventadas relacionadas con la destrucción natural de Sodoma y Gomorra. Y estas leyendas de los acontecimientos de aquellos días indican cuán retrasadas estaban la moral y la ética aun en esa época comparativamente tan reciente.
Con la consumación del pacto solemne, la reconciliación entre Abraham y Melquisedek estuvo completa. Abraham volvió a tomar el liderazgo civil y militar de la colonia de Salem, que en su cúspide contaba con más de cien mil contribuyentes regulares al diezmo en las nóminas de la fraternidad de Melquisedek. Abraham mejoró grandemente el templo de Salem y proveyó nuevas tiendas para toda la escuela. No sólo amplió el sistema de diezmo sino que también instituyó muchos métodos mejorados de conducir los negocios de la escuela, además de contribuir grandemente a la mejor gerencia del departamento de propaganda misionera. También hizo mucho por mejorar los rebaños y reorganizar la industria lechera de Salem. Abraham era un comerciante astuto y eficiente, un hombre rico para esas épocas; no era particularmente piadoso, pero sí totalmente sincero y creía en Maquiventa Melquisedek.