Los milagros son creaciones de amor, provienen del amor y los magnetizas con el amor.
Cuando quieras hacer o recibir milagros y amor, todo lo que hace falta es tu auténtica intención de que así sea. Crea las visiones más grandes y elevadas posibles. Cada persona es un generador de energía afectiva, capaz de crear todo lo que desee. Los milagros son el resultado de tu amor. Si quieres abrir tu corazón, amarte a ti mismo y a los demás, la vida será siempre un milagro. En la medida en que te abres y transmites amor, los milagros se cruzarán en tu camino. Si hay algo que deseas, emplea tu mente para visualizarlo y luego abre tu corazón. Cuanto más amor transmitas al mundo...más abundancia y milagros recibirás a cambio. Para acelerar el proceso y crear milagros después de magnetizar algo, abre tu corazón. Confía y ten fe en ti mismo, ama a los demás y demuestra tu amor en los actos cotidianos. Ama a la gente todo lo que puedas, se amable y cariñoso, pronuncia palabras afectuosas, perdona a los que no supieron respetarte y piensa con amor en los demás, honrándoles en todo lo que haces. No juzgues ni critiques. En cambio, encuentra en cada momento una oportunidad para amar. Tratando a los demás con amor y compasión, atraes hacia ti oportunidades, dinero, personas, milagros y aún más amor.
Para mi nuestro Ser Superior es el regalo que Dios les da a sus hijos para que puedan en todo momento recordar quienes son. Nuestro Ser Superior somos nosotros mismos, sin la contaminación que nuestros miedos y las limitaciones aprendidas y auto impuestas. Es la voz de nuestro interior que traspasa la nube de nuestras emociones y pensamientos, para llenarnos de paz interior. Es aquella parte inmutable, sabia, eterna, perfecta, con la cual nos encontramos cuando conseguimos centrarnos, ya sea en una meditación, ya sea ante la presencia de un paisaje de belleza arrebatadora, ya sea ante el conmovedor momento en que ponen en nuestros brazos un hijo recién nacido.
Todos hemos estado en algún momento de nuestra vida, aunque sea por un instante, en el que sentimos que todo a nuestro alrededor se detuvo, nuestro corazón se expandió y, por un segundo, conocimos la perfección de estar vivos. “Eso” que ocurrió y que no podemos realmente explicar de donde viene, es estar en contacto con nuestro Ser Superior. No necesitamos de nada externo para sentir esa sensación cada vez que lo deseemos, sólo necesitamos recordar quienes somos. Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos recibido una inspiración sobre qué hacer ante una situación complicada. En alguna oportunidad hemos encontrado una solución inesperada a un problema o hemos tenido un sueño revelador. Todos alguna vez, hemos tenido una intuición que luego se ha hecho realidad. Esto es inevitable, pues es nuestra esencia comunicándose con nosotros. Todos, alguna vez, hemos estado en contacto con nuestro Ser Superior.
Para los que tenemos formación religiosa cristiana, nuestro Ser Superior se asemeja bastante al concepto del Espíritu Santo, regalo que Dios nos hace para mantener la comunicación con Él. Es la corriente de amor que fluye del Padre hacia el hijo y del hijo hacia el Padre. Dios crea a su hijo, le permite experimentarse a sí mismo, le regala libre albedrío y la capacidad de crear. Pero un padre amoroso no abandona a su unigénito, no lo desampara en su experiencia. Dios nos regala al Espíritu Santo para que cuando llegue el sagrado momento en que requiramos volver a sentirnos parte de Él, podamos comunicarnos con el Padre.
A mi me gusta decir que mi Ser Superior es mi Dios personalizado, pues siendo Dios tiene toda su grandiosidad, amor, sabiduría y poder y, siendo “yo”, tiene total conocimiento de mi experiencia, de mis límites, de mis bajezas, de mis grandezas, de mis esperanzas y de mis temores.
El término “Ser Superior” no significa que tengamos a nuestro lado un ser de mayor jerarquía espiritual, no es alguien superior en calidad ni en evolución, el Ser Superior nos recuerda nuestra Superioridad y nos invita a vivir en consecuencia con ella. No como una forma de ser merecedores del amor Dios, sino como una forma de ser consecuentes con el amor de Dios, que es nuestra esencia, en ello radica nuestra plenitud y el sentido de nuestra existencia. Esta comprensión es el vaso de agua que apacigua la abrasadora sed de nuestra alma que clama por manifestarse.
¡¡Cuentanos quién o qué es para tí el Ser Superior!!
Por Jascha
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