La presencia y el poder de Dios son mi protección.
En mis oraciones, así como en cualquier momento que note que la duda o el temor entran a mi mente, recuerdo que siempre estoy al cuidado de Dios. Quizás una situación me atribule y mi imaginación esté desbocada. En vez de aceptar esto, dirijo mi atención a la Presencia protectora en mí y a mi alrededor.
Afirmo: La presencia y el poder de Dios son mi protección. Al repetir estas palabras y mantenerlas en mi corazón, me calmo. Descanso en el conocimiento seguro de que Dios está siempre conmigo. Sé que ésta es la verdad para otros también. Visualizo la luz divina rodeando a mis seres queridos cerca o lejos. Con paz y seguridad, digo: "Todo está bien".
Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. —Salmo 46:1
Unity