No, todo acto de bondad para otra criatura y cada pensamiento de amor que enviamos a otros seres, no importa a cuál reino pertenezcan, reacciona sobre nosotros de tal manera que se convierte en un factor de crecimiento anímico.
Sin embargo, debe ser notado que si dispensamos bondad y damos nuestro amor a las plantas
y a los animales, mientras lo negamos a nuestros hermanos y hermanas humanos, estamos
cometiendo un grave error, porque la verdadera caridad comienza por casa. ¿Qué pensaríamos
de un hombre que descuidase su propia familia y dispensase su amor y cuidado a la familia de
cualquier otro? Seguramente que no nos faltarían palabras para calificar tal conducta, y el
mismo argumento puede ser aplicado a cualquiera que dedica su amor a los animales o a un
jardín lleno de flores, pero que no se cuida de hacer lo mismo con los niños de su vecindad.
Recordamos un caso a propósito: había un hombre muy rico entre nuestros probacionistas
hace unos pocos años, que siempre estaba quejándose de que su progreso espiritual era lento.
Él hacía vida de sociedad y tomaba parte en todas sus funciones sociales, y al mismo tiempo
aspiraba a seguir al manso y humilde Cristo. Cuando le indicamos su inconsistencia, se excusó
con el pretexto de que tenía que hacer esto a causa de los deseos de su mujer. Él se había
casado con ella y no podía romper las relaciones, lo que sería el resultado si rehusase
acompañarla a las funciones sociales. Le preguntamos qué estaba haciendo entonces para
promover el crecimiento anímico, qué interés se estaba tomando por aquellos que no estaban
tan bien parados como él. ¿Estaba dando algo a instituciones caritativas, o mejor todavía,
estaba haciendo algo en forma personal para ayudar a los que no tenían tan buena posición y
necesitaban su ayuda? Admitió que no, pero entonces, evidentemente avergonzado de no
poder demostrar que estaba haciendo algo por lo demás y tratando de merecer el derecho a
trabajar en una esfera superior, dijo apológicamente: “Algunas veces veo un perro que está
hambriento. Ha sucedido una o dos veces que yo lo he alimentado, y me ha aficionado mucho
a mi perro aquí y le dedico mucho tiempo a su entrenamiento”.
Ahora entenderá usted fácilmente que no importa cuánto amor haya este hombre mostrado a
su propio perro y el gasto de tal vez unos pocos centavos para mendrugos para alimentar a un
perro hambriento una o dos veces mientras descuidaba la oportunidad de alimentar las almas
hambrientas de sus hermanos y hermanas humanos; esto no va a dar crecimiento anímico a
este hombre, y por supuesto, como tantos otros que descubren que no hay camino real, él
perdió su interés en el asunto. El pagar misioneros para que vayan a China y conviertan a los
paganos allí, mientras que su propia familia inmediata está en tinieblas, no promoverá el
crecimiento anímico. Si usted alimentase todos los perros y gatos de su ciudad y cuidase todos
los jardines que estén en ella descuidados, mientras omita velar por sus hijos humanos, no le
ayudará. Si usted ha hecho todo lo que puede para permitir que su propia familia inmediata
vea la luz, entonces es bueno enviar misioneros a China, si tiene usted los medios. Si usted ha
hecho todo lo posible por llevar amor a las vidas de los niños de su propia casa y de su propia
ciudad, entonces es bueno también cuidar de los gatos, perros y jardines. Nunca podemos
hacer demasiado, sino mucho o poco; pero primero debemos estar seguros de que hacemos
nuestro esfuerzos en la esfera legítima y adecuada;
Max Hendel