El conocimiento nos debe llevar a trabajar para vencer (o pensar en ni sentir deseos de…) los aspectos más bajos de la humanidad, o sea, la maldad, el odio, la envidia, el rencor, el deseo de venganza, el egoísmo, las injurias, etc., porque de esta manera lo eliminaremos de nosotros mismos, de nuestro medio ambiente, de la atmósfera planetaria y de la propia creación de Dios. No pensemos que por el hecho de hacer cosas buenas y de decir palabras de simpatía y cariño ya estamos libres de hacer mal, el origen de todo está en la mente y una mente no controlada por la voluntad es un arma de doble filo. Para pensar bien, o mejor dicho para no pensar negativamente, no hay que ser santo, al contrario, el santo se hace gracias a que el individuo utiliza su mente voluntariamente para hacer el bien a los demás y para tenerla centrada en Dios. Lo mismo que la repetición del mal crea elementales artificiales y formas astrales muy perjudiciales para la humanidad, la repetición de una forma de pensamiento positiva crea formas y escudos protectores contra el mal.
Por lo general, no nos paramos a pensar lo que hacemos y lo que ocurre con nuestra mente, creemos que los pensamientos desaparecen por arte de magia, que ni siquiera existen, o incluso que después de crearlos van a alguna especie de basurero, sin embargo no es así. El ser humano está todo el día pensando e imaginando y no se da cuenta de ello pero el fruto de su mente imaginativa y creadora tiñe la atmósfera planetaria con su aspecto o carácter físico, emocional y mental, lo cual sienta las bases del ambiente social donde se mueve. Con esto quiero decir que si el hombre pensara e imaginara de una forma consciente y voluntaria obtendría como resultado un ambiente social mucho mejor; de hecho el espíritu familiar se alimenta de estos pensamientos e imaginaciones pero, es más, se forman otras entidades psíquicas a nivel de país, continentes y del planeta por medio de la labor de diferentes entidades de muy diferente grado de vibración.
Pero el efecto de nuestras creaciones mentales no queda solo en esto, ya hemos visto cómo aún subsisten entidades psíquicas desde la época Lemúrica y, hoy , aunque no corren los mismos tiempos, los Ángeles y sus colaboradores siguen cumpliendo su misión respecto al karma que origina nuestra imaginación y nuestros pensamientos bien o mal intencionados. El hombre crea y los Ángeles trabajan desde diferentes subplanos de los mundos físico, emocional y mental para dar forma a lo que corresponda como efecto kármico a la humanidad. Es decir, como la imaginación y el pensamiento tienen su origen en un Ego o estado de conciencia, los Ángeles actúan para que ese Ego reciba el resultado de su acción mental creadora, sea en el momento, en la misma vida, o en la siguiente.
Es por esto por lo que los ocultistas intentamos controlar la mente a la vez que la utilizamos a través del corazón, quizás por eso decía San pablo que el hombre es tal y como piensa en su corazón. Y es que, el mal creado por los humanos y que está guardado como parte de su futuro kármico, puede ser transmutado cuando se piensa con el corazón de una forma voluntaria y consciente; eso es lo que cambia para bien el orden social y el karma individual y planetario. Así es que, cada persona, según su estado de conciencia y desarrollo espiritual está capacitada para originar karma dentro del estado social donde se mueva y, por tanto, debería meditar sobre la clase de entidades que atraerá con su pensamiento e imaginación y, como efecto, sobre los efectos que esto traerá al planeta y a ella misma.
Las situaciones sociales y circunstancias son efecto de las creaciones mentales y de la imaginación de los Egos como centros o estados de conciencia, así, no será lo mismo el ambiente social y circunstancias en un hogar cuyo matrimonio se ama y se respecta que lo contrario. Por tanto, según nuestro estado de conciencia y buena o mala voluntad estaremos colaborando o no con los Ángeles que intentan crear los ambientes sociales según el karma generado anteriormente por el hombre. Queramos o no, deberemos colaborar con estos Ángeles que administran el karma y planifican las situaciones sociales como ellos cumplen los mandatos de otras entidades superiores que saben cuál es el Plan de Dios y leen los designios y el pasado en la memoria de la naturaleza.
Está demostrado que la meditación y la concentración desarrollan el poder del hombre sobre su mente, si a eso añadimos la observación sobre lo que hacemos, decimos y pensamos (conocernos a nosotros mismos) está claro que reorientaremos nuestras mentes de tal manera que notaremos los cambios en un futuro próximo respecto al ambiente social, la armonía y la felicidad interna y, por supuesto, respecto al karma futuro. En sentido general, los humanos estamos incluidos en alguno de los tres siguientes grupos:
1º.- El común de la humanidad, que no son buenos ni malos, que no razonan profundamente sobre la vida y el ser, que tampoco se interesan por la iglesia y el desarrollo del corazón y que están más bien dominados por las circunstancias, el trabajo y la diversión.
2º.- Los que se han desviado hacia el camino del mal y del materialismo que ejercen su poder sobre otros pero que les durará poco y terminarán encontrando el camino del bien.
3º.- Los precursores de la nueva era, aspirantes espirituales, custodios de la Sabiduría Eterna, gente de buena voluntad, personas altruistas y fraternales, y discípulos e iniciados.
La mayoría de las personas tienden a utilizar su mente creadora bajo el impulso de algún deseo o emoción, por instinto o impulso, o como hábito; pocos lo hacen consciente y voluntariamente con tal de no hacer mal a nadie ni a ellos mismos pensando en los resultados del karma. El aspirante espiritual debería conocerse a sí mismo para ver qué está sembrando con el pensamiento en su vida cotidiana; cómo responde ante el mal que observa y que hacen otros; si se deja llevar y si actúa instintiva o impulsivamente ante las circunstancias críticas, noticias, etc.; o si, por el contrario, observa tranquilamente los hechos y el mundo que le rodea para, después, actuar y pensar con verdad y justicia como un verdadero aspirante a la iniciación.
Francisco Nieto