Jesús tenía un profundo respeto y una compasiva consideración por todos los seres humanos con quienes se encontraba, fuesen ellos hombres, mujeres o niños.
Libro de Urantia. Pág.1545
Respeto, consideración... dos palabras que han perdido vigencia en este mundo en donde el personalismo y el éxitismo pareciera lo más importante para el ser humano. Hay muy poco tiempo para todo, porque hay que trabajar mucho para poder consumir todo lo que la propaganda y el consumismo propone como medios para alcanzar la felicidad, sin darnos cuenta que la felicidad no está en lo que se posee sino en lo que se logra Ser.
No es posible encontrar la verdadera felicidad en forma egoísta, pensando solamente en nosotros, es preciso aprender a compartir lo que tenemos con todos los que nos rodean, y no estoy hablando de los bienes materiales que a veces pueden ser escasos, me estoy refiriendo a esos dones del espíritu, que si los tenemos los podemos compartir y repartir en forma totalmente espontánea y gratuita, porque "el amor, la alegría, la paz, la resignación, la dulzura, la bondad, la fe, la fe y la justicia" 381 son los dones que nuestro Espíritu residente está siempre pronto a darnos en la medida que sepamos pedirsélos, porque no nos olvidemos que él nos insinúa, pero no nos obliga a ser perfectos.
Si hay una virtud que como hijos de Dios debería ser prioritaria para nosotros, es la empatía, esa cualidad que nos permite ponernos en el lugar del otro y sentir como nuestra, la piedra que lleva en su zapato, porque cuando hay comprensión la consideración y el respeto nacen por sí mismos, y la hermandad deja de ser una palabra y se convierte en algo real, que no necesita de ocasiones especiales para practicarla, porque la podemos entregar en cada momento y con cada persona que se cruce en nuestro camino, como lo hacía Jesús, para quien "no había nada más importante que el individuo humano que el azar ponía en su camino. Era instructor y maestro, pero también era un amigo, un vecino, un camarada alegre y comprensivo. 1546
Deberíamos aprender a ir por la vida haciendo el bien, brindando sonrisas, gestos de cariño y comprensión porque si lo hiciéramos, ´nos convertiríamos en esa sal que le daría sabor a nuestra vida y a la de los demás. El amor, la alegría son contagiosas, si las entregamos con largueza podremos darnos cuenta del impacto benéfico que produce en los demás, porque son energías positivas que no pueden dejar de alumbrar el alma de los otros, porque son como el sol, que derrama sus rayos sobre los buenos y los malos.
Todo esto nos sería mucho más fácil, si fuésemos capaces de ver en cada ser humano, a un hijo de Dios y por lo tanto un hermano nuestro y nos convenciéramos que todo lo que le hacemos a ellos, se lo hacemos a nuestro Padre porque "la verdad está viva; el espíritu de la verdad por siempre conduce a los hijos de la luz a nuevos dominios de realidad espiritual y servicio divino. No se os da la verdad para que la cristalicéis en formas establecidas, seguras y honradas. Vuestra revelación de la verdad tanto se ha de enaltecer al pasar por vuestra experiencia personal, que descubrirá nueva belleza y nuevos frutos espirituales ante todos los que contemplan vuestras obras y por ello, son conducidos a glorificar al Padre que está en el cielo. Sólo aquellos siervos fieles que crecen así en el conocimiento de la verdad, y que así desarrollan una capacidad de apreciación divina de las realidades espirituales, pueden esperar alguna vez «entrar plenamente en el gozo de su Señor Recordad que lo que hagáis al más humilde de mis hijos, hacéis ese servicio para El.1917
yolanda silva solano