"El amor es lo único que crece cuando se reparte" - Antoine de Saint-Exupèry
Lo primero que debemos saber es qué es el amor. No al que estamos tan acostumbrados, sino al de verdad. Porque una cosa es querer, y otra muy distinta es amar.
Querer es un acto egoísta; es desear algo que nos interesa, un medio para lograr un fin.
Amar, en cambio, es un acto altruista, pues consiste en dar, siendo un fin en sí mismo.
Queremos cuando sentimos una carencia.
Amamos cuando experimentamos plenitud.
Mientras querer es una actitud inconsciente, relacionada con lo que está fuera de nuestro alcance, amar surge como consecuencia de un esfuerzo consciente, que nos hace centrarnos en lo que sí depende de nosotros.
Cuando uno ama no culpa, ni juzga, ni critica, ni se lamenta.
Los que aman intentan dejar un poso de alegría, paz y buen humor en cada interacción con los demás, por muy breves que sea.
Amar también es aceptar y apoyar a las personas más conflictivas, porque son precisamente las que más lo necesitan.
Amar de verdad es sinónimo de profunda sabiduría, pues implica comprender que no existe la maldad, tan sólo ignorancia e inconsciencia.
La paradoja es que el amor beneficia primeramente al que ama, no al amado.
Así, el amor sana y revitaliza la mente y el corazón de quien lo genera.
Por eso recibimos tanto cuando damos.