El reconocimiento de la verdad, implica una mente sana y personal, con habilidad para discriminar entre el bien y el mal.
Libro de Urantia. Pág.647
" La inteligencia por sí sola, puede discriminar en cuanto a la mejor manera de conseguir fines indiscriminados, pero un ser moral posee el discernimiento que le permite discriminar entre los fines, así como también los medios. Y un ser moral al seleccionar la virtud es inteligente, porque sabe lo que hace, por qué lo hace, adónde está yendo, y cómo llegará allí. Cuando el hombre no consigue discriminar los objetivos de sus luchas mortales, se encuentra funcionando en el nivel animal de la existencia. No ha conseguido aprovechar sus ventajas superiores de esa agudeza material, discriminación moral, y discernimiento espiritual que son parte integral de su dotación de mente cósmica como ser personal. Nombrar las virtudes no quiere decir definirlas, pero vivirlas es conocerlas. La virtud no es conocimiento, ni aún sabiduría, sino más bien la realidad de la experiencia progresiva, en el logro de los niveles ascendentes de alcance cósmico. En la vida diaria del hombre mortal, la virtud se realiza como la elección uniforme del bien sobre el mal, y dicha capacidad de elección es prueba de la posesión de una naturaleza moral.192"
"La moralidad nunca se puede promover ni por ley ni por fuerza. Es un asunto personal de libre albedrío que debe diseminarse mediante el contagio por contacto de las personas moralmente atrayentes, con aquellas que responden menos moralmente, pero que también tienen en cierta medida el deseo de hacer la voluntad del Padre. Las acciones morales son aquellas realizaciones humanas que se caracterizan por la inteligencia más elevada, dirigidas por una discriminación selectiva en la elección de los fines superiores, así como también en la selección de los medios morales para conseguir esos fines. Dicha conducta es virtuosa. La virtud suprema, por lo tanto, es elegir de todo corazón hacer la voluntad del Padre en los cielos. 194"
Pero no es fácil el reconocer la voluntad de Dios, porque muchas veces ni siquiera somos capaces de reconocer a ciencia cierta cual es nuestra propia voluntad, pues nos hemos acostumbrado a hacer lo que otros dicen que está bien, lo que debemos usar y pensar, es mucho más cómodo seguir las órdenes de la masa humana, que el tener nuestro propio criterio, nuestras propias costumbres, nuestra propia religión, porque esto implica una mucho mayor responsabilidad ante lo que hacemos, no tenemos excusa alguna para echarle la culpa a nadie.
Ser dueños de nuestro destino, ir forjándolo como un artesano lo hace con la arcilla, no es nada fácil y tal vez por nuestra naturaleza animal, nos sería imposible el hacerlo, si en nosotros no viviera el Espíritu residente que Jesús nos dejó para que fuese nuestro guía interno y personal. Si somos receptivos a sus insinuaciones nos resultará fácil no sólo discenir entre el bien y el mal, sino que nos sentiremos inclinados a hacer el bien, porque "la rectitud experiencial es un placer, no un deber.1574 y " esta fe salvadora nace en el corazón humano cuando la conciencia moral del hombre, comprende que los valores humanos pueden ser transformados en experiencia mortal, de lo material a lo espiritual, de lo humano a lo divino, del tiempo a la eternidad.1118"
En la medida que vamos reconociendo la verdad en donde quiera que ella se encuentre, iremos aprendiendo cada vez más a discernir lo que es lo mejor para nuestro espíritu y para el bien de los demás, pudiendo así hacer la voluntad de nuestro Padre, porque en verdad en esto radica tener una mente sana, lejos de cualquier negativismo o rencor.
yolanda silva solano
|