PALABRAS VIVAS
Un día iba Quetzacóatl paseando
por el tianguis de Tula, donde hay
manos que dan y manos que toman,
pero muchas de ellas esclavizadas
por las cadenas de la avaricia
y del provecho egoísta en perjuicio de
los demás.
Y se le acercó uno de los muchos comerciantes
que allí había y, poniéndose delante de El, le dijo:
¿Por qué alteras nuestras cabezas?
¡Déjanos en la paz de nuestra ignorancia
y en el agujero de nuestra ceguera!
¿Qué traes a nuestras bocas llenas de hambre,
y a nuestras manos llenas de llagas?
y después empezó a injuriarle.
Y Quetzacóatl, sereno
como una tarde del mes de Tozozontli le dijo:
Hermano, si en algo es verdad lo que de mí dices,
pido al Cielo que me perdone.
Mas aún pido todavía más al Cielo,
que te perdone a ti, si eres tú el equivocado.
Has de saber que nadie te obligó a oír mi voz,
y así como yo no obligo a nadie a que me siga,
tampoco tú debes de impedir que lo hagan
los que lo deseen en sus corazones.
Mas no trates de cerrar tus ojos
cerrando también los de aquellos que te rodean.
Y no olvides que no todo lo bueno se ha de comer,
porque también has de alimentar
a otras partes de ti mismo que no son tu cuerpo físico.
Y tampoco olvides que,
no porque ahora te detengas en el sendero
de la vida y te contentes con la ignorancia,
algún día no te exigirás a ti mismo avanzar.
Ese día vendrán a tu memoria mis palabras de hoy
y entonces ya las verás vivas.
Pero no por ellas mismas,
sino porque ya entonces habrá Vida en ti.
DEL LIBRO: ASÍ HABLABA QUETZACOATL
Copyright©2010. Webset-- Angelina_ And--Flor Miriam_designs
All rights reserved respetar sello y autoria si deseas utilizarlos