Si el nombre de Jesús te conmueve, siéntate en silencio y permite que el nombre te conmueva.
A veces di, silenciosamente ¡Jesús!, y luego espera. Esto se convertirá en tu mantra. Así es como nace un verdadero mantra.
Nadie te puede dar un mantra: tienes que encontrar lo que te atrae, lo que te conmueve, lo que produce un gran impacto en tu alma. Si es ¡Jesús!, pues perfecto.
A veces, sentado en silencio, repite ¡Jesús! Y espera, y deja que el nombre entre profundamente, más profundo, a los lugares recónditos de tu ser. Deja que entre a las entrañas de tu ser. ¡Y permite! Si comienzas a bailar, bien; si comienzas a llorar, bien. Si comienzas a reír, bien.
Lo que sea que suceda con esto, deja que salga… permítelo, no interfieras, no manipules. Déjate llevar y tendrás tus primeros vislumbres de oración y meditación, y tus primeros vislumbres de Dios. Los primeros rayos comenzarán a penetrar la noche oscura de tu alma.
Servirá cualquier sonido que se sienta estético y bello, cualquier sonido que produzca emoción y goce en el corazón. Aunque no pertenezca a ningún idioma; ese no es el punto, puedes encontrar sonidos puros que entren aún más profundo. Porque cuando usas una palabra determinada, esta tiene cierto significado, y esos significados se convierten en una limitación.
Cuando usas un sonido puro, este no tiene limitación, es infinito |