DONDE VIVE EL ECO
Aquella tarde retumbó la potente voz de Quetzacóatl en todo el valle, y llegó hasta la montaña donde vive el Eco. Y cuando éste respondió, así les decía a las multitudes que le escuchaban: Pueblo de Tula, ¿De qué me sirven mis palabras si hacen eco en sus corazones sin dejar huellas? ¿De qué sirven mis gritos si no encuentran en ustedes un lugar donde cobijarse y vestirse con sus actos? ¿De qué me sirven mis actos si voltean sus ojos porque los hieren? En verdad les digo que es más fácil mover esta montaña que mover un corazón que no desea moverse. En verdad les digo que todo el viento del mundo no conseguiría mover una sola hoja del árbol de la apatía. ¿Cuándo comprenderán, hijos de Tula, que el camino se hace caminando? ¿Cuándo comprenderán que los pies que sangran son los únicos que pueden dar testimonio del Sendero? ¿Acaso si quieren saber sobre el sufrimiento de una flor, irán a preguntarle a una flor de palacio, que hasta el calor lo tiene racionado? ¿Qué árbol dará mejor fruto, sino aquél que, venciendo a la tierra se expande por encima de ella y no se cobija detrás de los muros? No he venido para hacer ecos de Mí. He venido a hacerlos creadores de ecos, y Sabios en ustedes mismos.
DEL LIBRO: ASÍ HABLABA QUETZACOATL
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