Uno necesita una mente nueva, una mente libre del tiempo, una mente que ya no piense en función de la distancia o del espacio, que no tenga un horizonte; una mente sin ancla ni fondeadero.
Uno necesita una mente así, no sólo para enfrentarse a lo eterno,
sino también a los problemas inmediatos de la existencia.
Por lo tanto, el punto es éste: ¿Puede, cada uno de nosotros, tener una mente semejante?
No de manera gradual, no cultivándola, porque el cultivo, el desarrollo, un proceso, implican tiempo.
Ello debe ocurrir inmediatamente;
tiene que haber una transformación ahora,
en el sentido de una cualidad intemporal.
La vida es muerte, y la muerte le está esperando; usted no puede argüir con la muerte, tal como no puede argüir con la vida. ¿Es, entonces, posible tener una mente así? No como un logro, no como una meta, no como algo a lo que debemos aspirar ni como algo a lo que hay que arribar, porque todo eso implica tiempo y espacio.
Tenemos una teoría muy conveniente, muy fastuosa, de que hay tiempo para progresar, para llegar,
para realizarnos, para acercarnos a la verdad.
Esa es una idea engañosa, es completamente ilusoria;
en ese sentido, el tiempo es una ilusión.
Obras Completas de J. Krishnamurti - Vol. XII