Leyendo la historia de los hebreos tal como la refiere la Biblia y las crónicas medievales y
modernas de los distintos pueblos que habitan el mundo occidental, nos llama la atención un
hecho notable que con claridad meridiana nos ofrece la prueba de que los judíos han sido
llevados al destierro y a la esclavitud, odiados en todos los países donde se esparcieron y
perseguidos en aquellos sitios en que el temperamento de los nativos permitieron su
convivencia entre ellos. Según la Biblia, estimada como la "palabra de Dios" por los pueblos
occidentales, los judíos son "el pueblo escogido de Dios" en un sentido particular, pero en
estas mismas naciones los judíos son desdeñados y escarnecidos. Cuando investigamos la
razón de esta tragedia, nos salen al paso con dos hechos primordiales:
1- En todas las partes los judíos se han proclamado como el pueblo escogido de Dios,
destinados por gracia divina a hacerse los dueños del mundo, a los cuales todas las naciones
deberán, quizá, algún día rendir homenaje y tributo.
2- Sus procedimientos con los gentiles han tenido casi invariablemente un carácter tan astuto
como el que para el público toma el Shylock de Shakespeare, exigiendo su "libra de carne",
lo cual está de acuerdo con la idea que en general se tiene formada de su naturaleza.
De este modo se ha formado inconscientemente en el pensamiento de las otras naciones un
resentimiento contra la pretensión judía de ser los hijos favorecidos de Dios, mientras que
clasifican a todos los demás como hijastros, paganos y gentiles, reservados para el día de la
gran cólera cuando Israel les gobierne triunfalmente con una vara de hierro. Este
resentimiento se ha acentuado por la contemplación de la conducta presente de los judíos.
Si ellos hubiesen apoyado su pretensión de ser los hijos predilectos de Dios con un modo de
vivir noble y elevado, probablemente habrían excitado con ello la admiración de muchos de
los pueblos entre los cuales han vivido. Habrían provocado la emulación, y hasta los que les
envidiaban su predilección les habrían probablemente respetado. Pero como sus altivas
palabras y su conducta resultan tan divergentes y opuestas, es triste, pero no es extraño, el
que sean odiados y perseguidos constantemente.
Debo prevenir al estudiante de que no tome lo que precede como una mera crítica hacia los
judíos; no debemos exponer las faltas de otros y criticarlas si no tenemos a la vista una finalidad
constructiva. Es siempre fácil ver la paja en el ojo de nuestro hermano, pero mucho más
fácil todavía es no ver la viga que tenemos en el nuestro. La razón de mencionar el asunto de
los judíos con sus elevadas manifestaciones y sus opuestas
prácticas, es solamente para averiguar
si, al dirigir la luz del faro sobre la paja en el ojo de ellos, no encontramos la viga del
nuestro. En caso afirmativo habremos hecho un trabajo útil, y empezado a quitarnos la viga.
Mientras vivamos en el mismo nivel que el resto del mundo, haciendo como los demás, cosas
malas, buenas o indiferentes, nadie se fijará en nosotros de una manera especial; pero desde
el momento en que, como los judíos, confesemos públicamente que somos distintos de los
demás, todas las miradas de la sociedad se fijarán sobre nosotros para determinar hasta qué
punto concuerdan o se distancian nuestras palabras y nuestras obras. Estamos observados en
todos nuestros gestos y movimientos, y de ahí resulta para nosotros una gran responsabilidad
y la obligación de obrar rectamente para acreditar con ello las enseñanzas de los Hermanos
Mayores y estimular en otros el deseo de adoptarlas también.
Por este motivo vamos a pararnos un momento y pasar revista a nuestros actos y obras del
pasado año y después adoptemos las resoluciones que, según
nuestro juicio, deban aseguramos
un porvenir más fructífero respecto al desarrollo del alma.
En primer lugar conviene reconocer que hemos sido especialmente favorecidos, mucho más
de lo que nos merecemos, por haber recibido las enseñanzas Rosacruces de nuestros
Hermanos Mayores. Es de esperar que todos les hayamos expresado nuestra gratitud durante
todo el año pasado, y ahora les vamos a enviar nuevamente pensamientos de cariño y
reconocimiento. No será preciso declarar expresamente, que ellos ni exigen ni necesitan
nuestra gratitud, porque están muy por encima de esto; pero nosotros acrecentamos el
desarrollo de nuestras almas por la manifestación de sentimientos de gratitud.
Después conviene que consideremos cómo hemos usado estas preciosas enseñanzas durante
el pasado año: si hemos sido misericordiosos en nuestros juicios y criticas, si hemos luchado
para dominar nuestro temperamento, cultivado la serenidad y vencido nuestra tendencia más
marcada hacia el pecado.
Y ¿cuál ha sido nuestro éxito? Es de esperar que hayamos hecho algunas obras buenas y que
hayamos logrado un éxito aunque sólo sea moderado, porque, al igual que las palabras de los
judíos son juzgadas por sus actos, asimismo las enseñanzas de los Hermanos Mayores, ya con
razón o sin ella, serán tasadas por el gran publico según las obras visibles de los que profesan
ser sus adeptos.
Sin embargo, forzosamente habremos de admitir al final de nuestra retrospección que nos
hemos quedado muy atrás respecto a los elevados ideales que tenemos colocados ante
nosotros. Este es siempre un punto crítico en el cual nuestra carrera espiritual está en peligro
de naufragar en la roca de la pusilanimidad, es decir en el caso de que tengamos un
temperamento que se complazca en meditar sombriamente sobre el fracaso o hasta
agrandarlo. Semejante actitud mental precipita el desastre porque nos priva de la voluntad de
vencer; nos hace creer que no vale la pena seguir luchando y que los factores contrarios a
nosotros son demasiado poderosos. Se encuentran excusas en la oposición que nos hacen
amigos y familiares, en obligaciones a las que no podemos substraemos, etc. Pero, bien
mirada la cosa, la dificultad está en nosotros mismos, y si cedemos, veremos seguramente
que nuestros amigos nos desprecian profundamente, aunque, no lo demuestren abiertamente,
como sucede en el caso de los judíos.
En vez de hacernos abandonar el camino del progreso, nuestros
fracasos deberían, por el contrario,
servirnos de aguijón para hacer mayores esfuerzos, y para tomar la más firme
resolución de ser invencibles en el año próximo respecto a todos nuestros puntos flacos.
Todos conocemos nuestros propios defectos, "los pecados que nos asaltan tan fácilmente", y
cada uno tiene que tomar naturalmente las resoluciones propias de su caso. Pero al llevar
estas resoluciones a la práctica, para que puedan producir el crecimiento del alma y ayudar a
tejer el glorioso traje dorado de bodas, nos será indudablemente de inmenso provecho, el
fijar nuestra mirada y pensamiento en alguien que posea la virtud que estamos tratando de
cultivar. Este gran ejemplo nos brinda Cristo quien "fue tentado en todas las cosas igual que
nosotros, pero sin llegar a pecar". Por esta razón deberíamos tenerla siempre muy cerca de
nuestra vista mental durante el año entrante, y con ello tendremos seguramente un gran
crecimiento del alma. Al mismo tiempo esta conducta será la mejor propaganda que podamos
hacer de las enseñanzas Rosacruces, porque viviendo según ellas provocaremos seguramente
en los demás el deseo de participar de sus beneficios.