Jesús y sus amigos se quedaron en Cesarea más tiempo del que esperaban porque se descubrió que uno de los aspas gigantes del timón de la nave en la que pensaban embarcarse corría peligro de quebrarse. El capitán decidió permanecer en puerto mientras fabricaban una aspa nueva, y puesto que había escasez de carpinteros hábiles para esta tarea, Jesús se ofreció para ayudar. Por las noches Jesús y sus amigos caminaban por la hermosa muralla que formaba el paseo costanero alrededor del puerto. Ganid se interesó mucho en la explicación de Jesús sobre el sistema de aguas públicas de la ciudad y la técnica por la cual se utilizaban las mareas para lavar las calles y alcantarillas de la ciudad. Mucho impresionó a este joven de la India el templo de Augusto, situado en una elevación y rematado por una estatua colosal del emperador romano. La segunda tarde de su estadía los tres asistieron a una función en el enorme anfiteatro que podía acomodar a veinte mil personas, y esa misma noche fueron a ver un drama griego en el teatro. Fueron éstos los primeros espectáculos de este tipo que Ganid jamás habia presenciado, y mucho le preguntó a Jesús acerca de ellos. Por la mañana del tercer día visitaron formalmente el palacio del gobernador, porque Cesarea era la capital de Palestina y la residencia del procurador romano.
En la posada donde se hospedaban también se alojaba un mercader de Mongolia, y puesto que este hombre del Lejano Oriente hablaba griego bastante bien, Jesús varias veces conversó con él largamente. Este hombre quedó muy impresionado con la filosofía de la vida de Jesús y nunca olvidó sus sabias palabras :«Vivir una vida celestial, mientras está en la tierra, mediante la diaria sumisión a la voluntad del Padre celestial». Este mercader era un taoísta, y por eso había llegado a ser un firme creyente en la doctrina de una Deidad universal. Al regresar a Mongolia, comenzó a enseñar estas verdades avanzadas a sus vecinos y a sus asociados de negocios, y como resultado directo de tales actividades su hijo mayor decidió hacerse sacerdote taoísta. Este joven ejerció una gran influencia al propagar la verdad avanzada durante toda su vida y fue sucedido por un hijo y luego por un nieto quienes asímismo fueron devotamente leales a la doctrina del Dios Único —el Supremo Gobernante del Cielo.
Aunque la rama oriental de la iglesia cristiana primitiva, que tenía su centro en Filadelfia, se atuvo más fielmente a las enseñanzas de Jesús que hicieron los hermanos en Jerusalén, es lamentable que no hubiera un Pedro que fuera a China, o un Pablo que viajara a la India, países en los cuales el terreno espiritual por ese entonces era tan favorable para plantar la semilla del nuevo evangelio del reino. Estas mismas enseñanzas de Jesús, tal como fueron sostenidas por los filadelfianos, habrían suscitado en los pueblos asiáticos tan espiritualmente hambrientos, el mismo interés inmediato e intenso que suscitaran los sermones de Pedro y Pablo en el oeste.
LU 1429