Nuestra vida en sociedad está llena de máscaras, barnices, adornos, disimulos. Tanto nos acostumbramos a presentar una imagen que llega un momento que ya no sabemos quiénes somos nosotros mismos en realidad.
Cuando nos descuidamos, comenzamos a fabricar alguna máscara para evitar los cambios más profundos, o porque no nos atrevemos a ser nosotros mismos.
¿Cuáles son las posibles máscaras que tenemos que entregar al Espíritu Santo para que él las destruya"
La de la Fuerza: para esconder nuestra fragilidad. Ésta máscara nos lleva a mostrarnos agresivos, rebeldes, autoritarios, ambiciosos; pero en realidad, de esa manera sólo estamos ocultando nuestros miedos e inseguridades, que siguen haciéndonos daño por dentro.
La de la Bondad: porque nos gustan que nos digan que somos buenos y humildes, no toleramos que piensen que somos egoístas u orgullosos. Entonces, para aparentar bondad, nunca decimos que no, siempre hacemos lo que los demás nos piden, nunca discutimos. Pero en el fondo del corazón sufrimos una gran violencia. En cambio, el Espíritu Santo nos transforma para nos atrevamos a ser rspetuosos y amables, pero auténticos y sinceros, sin pretender dar más de lo que podamos ni esconder nuestras verdaderas convicciones.
La de la Serenidad: Como si fuéramos personas imperturbables, que no nos molestamos ni nos enojamos por nada. Pero la presión va por dentro, y esa ira reprimida termina quemándonos íntimanete y enfermándonos. El Espíritu Santo nos enseña a expresar lo que sentimos, sin agredir a los demás ni quejarnos permanentemente, pero sin la verguenza de manifestar lo que llevamos por dentro.
Nunca lograremos el verdadero amor que necesitamos vendiéndonos a los demás, tratando de hacer todo lo que esperan de nosotros para que nos quieran, violentándonos por dentro y tratando de ser lo que no somos.
Si renunciamos a ser nosotros mismos, no amarán nuestro ser real, amarán solo esa máscara, esa apariencia que hemos fabricado.
No seamos injustos con nosotros mismos y con DIOS. Seamos lo que tenemos que ser, nuestro verdadero ser, el que Dios ha creado. Es cierto que tendremos que cultivarnos, pero sin dejar de ser nosotros mismos.
Por eso, es mejor dejarnos amar por el Espíritu Santo. Cualquier amor verdadero no es más que un reflejo del Espíritu Santo, que es amor sin límites. Y es un amor que me quiere como soy, y que espera que sea yo mismo. Cuando él me toca por dentro para embellecerme, lo hace respetando esa identidad que él ama. Pidámosle entonces que destruya nuestras máscaras y haga brillar nuestra realidad más bella.
¿Cómo terminamos de conocer a una persona que se cambia de máscara, segùn sea la situaciòn en que se encuentre?, ¿es esto sano?, cuando nos disgusta alguna persona, por lo que dice o hace, seamos sinceros y enfoquemonos en ella o él, si generalizamos todos se sentirán aludidos y sentirán temor de expresarse ¿y cuál sería el resultado? ¿el descontento, el vació, la huída?.