La verdad no se encuentra adoptando ciertas creencias o condicionamientos sociales. Es la voz silenciosa del corazón que responde a lo que es con claridad desapegada, no afectada por el sentimentalismo; una voz que siempre está disponible, pero que, a menudo, es ignorada. Se experimenta como un saber intuitivo que ve el trasfondo de los problemas, los bloqueos y las barreras urdidos por la actitud de obsesionarse por lograr y conseguir. No necesita apoyo o aprobación. Cuando somos lo suficientemente humildes para respetar la integridad de la voz interna y prestar atención a su guía, el efecto es transformador.
La voz interna es la voz de nuestra propia consciencia que es serena y extensa, y nunca distorsiona. Se basa en el reconocimiento de que el amor es nuestra realidad esencial, y que negar el amor es la fuente de toda ilusión, dolor y sufrimiento. Es la llama fresca de la conciencia que preserva eternamente nuestro derecho básico: la experiencia de la paz interior.
Recordar que nuestras percepciones e interpretaciones están coloreadas por nuestro estado de ánimo no sólo vierte nueva luz sobre lo que llamas realidad, sino que también nos ayudará a asumir una mayor responsabilidad por nuestros pensamientos y actos. Ese estado de ánimo puede ser cambiante y transitorio y, cuando lo es, no es la verdad.
La verdad es eterna e invariable; nunca envejece; trasciende las limitaciones del tiempo y del espacio. Las preocupaciones e inquietudes de la mente ordinaria sirven casi siempre para sustentar al ego y sus ilusiones. En otras palabras, nuestros pensamientos crean, en parte, nuestra experiencia. Tanto el cielo como el infierno son semillas en la mente a la espera de que los hagamos realidad pensando.
Si la verdad interior nos interesa más que aferrarnos a alguna creencia acerca de la verdad, es sensato recordar que el ego es el embaucador supremo. Hará cualquier cosa para mantenernos absortos en sus ficciones, siempre y cuando estemos dispuestos a jugar su juego. Sin embargo, una vez que realmente nos hartamos y empezamos a cuestionar qué hay detrás de la realidad aparente de nuestra vida, entramos en un territorio totalmente nuevo; en términos espirituales, esto se conoce como «estar en el camino». Recorrer el camino es un viaje que dura toda la vida y lleva hacia dentro, hacia la armonización con la verdad interior.
Todos los humanos somos incitados por los mismos anhelos, esperanzas y miedos, y estamos íntimamente unidos como hermanos y hermanas, por encima del color de nuestra piel, nuestra afiliación espiritual o el país en que vivimos. Compartimos intrínsecamente el mismo potencial para la realización. Somos uno, igual que la verdad es una. La verdad interior de cada ser sobrevive a pesar de nuestra ignorancia, perdura más allá de nuestros actos ocasionales de inmadurez egoísta y nos sustenta la reconozcamos o no. Aceptar eso, y conmoverse ante el reflejo de la verdad en otros, es liberador.
En última instancia, la experiencia de La Verdad Interior está en nuestra actitud. No es un tema de debate, sino un conocimiento profundo que forma parte de nuestro fundamento. Si es una fuente de dudas, no lo hemos entendido en absoluto.
No demos por hecho que cualquier voz interior que podamos estar oyendo es realmente la nuestra. La mayoría de nosotros tiene toda una multitud de voces dentro, desde las de nuestros padres hasta las de nuestros compañeros de trabajo y amigos. Oír nuestra propia voz interior requiere un oído afinado con precisión, y la voluntad de descartar incluso lo que aparentemente parece un buen consejo si no surge directamente de nuestra propia experiencia. Pongamos manos a la obra como si nuestra vida dependiera de ello. En el ámbito espiritual, es así realmente.
Vivir una vida dictada, por la verdad significa vivir con confianza, sabiendo intuitivamente que cada paso del camino se vuelve claro cuando llega el momento apropiado. Confiar en el milagro del amor puede liberarnos del miedo y, a su vez, liberar también a los que nos rodean. Nuestra vida es verdaderamente dichosa ahora mismo. Aprecia el momento y permite que el tesoro se expanda a otros a través de nuestras manos abiertas.
Cuando buscamos guía, aprobación o aceptación fuera de nosotros, nos ponemos en situación de, en el mejor de los casos, estar muy confusos, o incluso en guerra con lo que sabemos que es verdad. ¿Crees que esas personas de la audiencia de los programas de la televisión en directo que aplauden y animan cuando se lo indican con carteles lo hacen sinceramente? Es hora de cerrar los ojos a todas las indicaciones externas y buscar lo que nos hace aplaudir y animar desde dentro. No es demasiado tarde para rescatarnos a nosotros mismos de ser arrastrados en todos nuestros altibajos; a menos, claro, que ésa sea nuestra idea de un buen entretenimiento.
A veces, el entendimiento que obtenemos poniéndonos en contacto con nuestra verdad interna puede llevarnos en direcciones que no habíamos anticipado. Si es un curso de acción que expanden nuestros horizontes y nos ofrece oportunidades para alcanzar una mayor comprensión, síguelo.
Como un espejo, somos capaces de reflejar simplemente lo que hay, sin juzgarlo o distorsionar las imágenes con ideas preconcebidas acerca de cómo deberían ser las cosas.
Pensar en cosas pasadas o proyectar sueños en el futuro es la manera más segura de escapar del ahora. Puede que sea hora de recordarte a ti mismo que el único viaje real es de aquí a aquí. Pongamos nuestra atención donde estén nuestros pies y esmerémonos por permanecer conectado a ellos