El amor divino me sosiega y me consuela.
Muchas veces otras personas me han consolado. Quizás alguien sobó mi cabeza para consolarme durante una enfermedad. Tal vez descansé en los brazos de un ser querido cuando me sentí abrumado por la tristeza. Estas acciones son manifestaciones externas del amor de Dios.
Si siento temor o duda acerca del próximo paso que he de dar, permito que el Espíritu de Dios me consuele. Envuelto en el abrazo divino, sé que nunca estoy solo. Al acoger esta verdad, me afianzo a las profundidades de la paz en mí. El amor de Dios es inmutable y eterno. El abrazo divino vivifica y sosiega todo. Dios me cuida y me ofrece Su consuelo siempre --incondicionalmente.
Sea ahora tu misericordia para consolarme, conforme a lo que has dicho a tu siervo. --Salmo 119:76 |