Basándome en el título de mi último libro, que es una afirmación de que la muerte no existe,
quisiera dejar claro con este artículo tal enseñanza a través de una serie de razonamientos lógicos
dando a los lectores las afirmaciones necesarias para que les haga reflexionar al respecto. Pero, claro,
aunque mis escritos suelen estar basados en las enseñanzas ocultas, es lógico que mis razonamientos
sean comprendidos, al menos, por casi todas las personas, así es que, al igual que en el libro,
en este artículo voy a intentar explicar que la muerte no existe porque el verdadero ser humano
pensante que habita el cuerpo físico, no es el cuerpo físico puesto que es simplemente materia.
Comencemos por diferenciar el Yo pensante de todo lo demás, es decir, del no-yo. Cuando,
refiriéndonos a nosotros mismos, decimos “yo”, estamos afirmando que somos
autoconscientes, que nos identificamos a nosotros mismos como un Yo separado de
los demás yoes y de los demás objetos que nos rodean porque nuestra conciencia
no se identifica con ellos en ningún sentido.
El Yo, o verdadero ser humano, no puede ser el cuerpo físico puesto que éste está
compuesto de átomos (con sus protones, neutrones, electones, quark...) como cualquier
otro objeto físico. Si fuéramos el cuerpo físico también nos identificaríamos con cualquier
objeto y los objetos tendrían sentimientos y pensarían como nosotros pero no es así,
luego entonces, el Yo es algo más que el cuerpo físico. Es más, ni siquiera el cuerpo físico
es materia puesto que a la composición del átomo se la podría denominar más bien energética.
No podemos ser el cuerpo físico puesto que, en realidad, el cuerpo físico no ve, ya que son
los ojos los que captan las ondas de luz (vibraciones electromagnéticas) que hacen que
podamos recibir en el cerebro las imágenes que nos rodean. Una vez en la retina, la luz
produce unos impulsos nerviosos que llegan al cerebro reflejando así dichas imágenes.
¿Esto significa que es el cerebro quien ve? Por supuesto que no, ya hemos dicho que
nosotros no somos materia física y el cerebro es materia física. Además y por otro lado,
si nosotros fuéramos el cerebro ¿cómo se reflejaría y dónde estarían las emociones, los
deseos, los sentimientos…? El cerebro es, simplemente, el ordenador central del sistema
nervioso central puesto a disposición del Yo y, por tanto y como todo lo demás, es no-yo,
sin embargo le pertenece al Yo y es uan herramienta
imprescindible para su desarrollo aquí en la Tierra.
Es cierto que el cuerpo físico tiene vida y que gracias al sistema nervioso, al cerebro, a los
impulsos eléctricos, etc., hacen pensar a la mayoría de las personas que son ellas mismas,
pero lo cierto es que lo más aproximado a eso sería el cerebro. El cerebro recibe las ondas
sonoras que, procedentes del oído, también ponen en actividad las neuronas pero, como
en el caso anterior de la vista, ¿Quién es el que distingue los sonidos y decide cuál le
gusta más o menos? Ni las neuronas, ni los impulsos eléctricos, ni ninguna otra
actividad cerebral puesto que el cerebro es solamente el vehículo físico de la mente.
Para comprender lo que intentamos explicar hay que saber quién es y dónde está situado
el Yo. Ya hemos dicho que el Yo no es material porque si lo fuéramos nos sentiríamos como
cualquier objeto; por el hecho de tener vida tampoco somos un “Yo” puesto que entonces
las plantas (que tienen cuerpo físico y vida) tendrían conciencia y se manifestarían como
yoes autoconscientes; tampoco por el hecho de tener sentimientos, deseos y emociones
nos puede hacer pensar que somos yoes puesto que entonces nos identificaríamos con los
animales que también los tienen. La gran diferencia con esos reinos, y más aún con los
animales, es que, además de tener cerebro como ellos, nosotros tenemos la mente. Y
por el hecho de que la mente (inmaterial) compenetre etéricamente el cerebro físico ya
hacen pensar a otras muchas personas que el Yo es la mente.
Es cierto que la mente tiene influencia y poder sobre el cerebro, pues, éste es, al fin y al
cabo, un centro de operaciones pero no es el controlador u operador. Se ha demostrado
que el pensamiento (los hábitos, la concentración, etc.) pone en actividad las áreas
correspondientes del cerebro según sea lo que se piense, sobre todo cuando se
piensa voluntaria y conscientemente. También se ha demostrado que esa actividad
puede transformar el cerebro, lo que nos lleva a confirmar que nosotros no somos
el cerebro y, aunque parece ser que fuéramos la mente, lo cierto es que tampoco lo somos.
Como podemos comprender si estudiamos el papel de la mente, ésta tampoco puede
ser el Yo individual de cada persona, la mente forma parte de la personalidad (cuerpo
físico, cuerpo etérico, cuerpo de deseos y cuerpo mental) mientras que el Ego, el Yo
superior es la individualidad que utiliza dichos cuerpos con más o menos poder
según el desarrollo adquirido a través de los renacimientos. ¿Por qué no tiene un
poder total? pues porque la personalidad no ha evolucionado lo suficiente como
para facilitarle su expresión, es más, ni siquiera puede controlar continuamente
(como algún día se hará) la mente ya que, como sabemos, está casi todo el día suelta
pensando en cosas de las que nos somos conscientes y cambiando de
un motivo a otro sin control ni razonamiento.
Cuando la humanidad aún no había desarrollado la razón hace millones de años, el Yo
superior no tenía apenas posibilidad de hablarnos. Fue en gran parte gracias al estado
purgatorial después de cada vida y al karma de cada renacimiento como el hombre
comenzó a oír la “voz de la conciencia”, es decir, las advertencias del Yo superior para que
no hiciéramos el mal. El cuerpo más perfecto y evolucionado de todos es el cuerpo
físico, precisamente por ser el más antiguo en desarrollo y por tener la conciencia en
él y en el mundo físico, pero el cuerpo físico es un vehículo de acción bajo la influencia
del cuerpo de deseos (deseos, sentimientos, emociones, pasiones…) Este otro cuerpo
es el que ha dominado al hombre desde hace millones de años haciendo que se
apegue a todo lo material y haciéndole egoísta y depravado.
A partir de obtener la mente comenzamos a controlar un poco dicho cuerpo de deseos
pero aún hoy nos dejamos llevar demasiado por él. En occidente es donde más se domina
al cuerpo de deseos gracias a que la voluntad ha sabido utilizar la mente para el desarrollo
humano en todos los sentidos, pero aun así y como he dicho antes, la mente sigue
actuando a su antojo la mayor parte del tiempo y no controla como debería al cuerpo
de deseos. El objetivo próximo es controlar la mente para gobernar el cuerpo de deseos
y utilizarle en beneficio propio en sentido moral, intelectual y espiritual pero para conseguir
esto debemos facilitar la comunicación del Yo superior, o sea, purificar
la personalidad para que pueda expresarse el Yo.
Así es que el yo verdadero tampoco es la mente y si en algún sitio conocido tuviéramos
que situarle sería en la mente abstracta, que es como decir casi totalmente fuera de
nuestro alcance actual. Pero tampoco podemos decir que no tengamos alguna
comunicación con él desde el punto de vista de la personalidad, el Yo superior se
expresa como voluntad, como intuición e incluso podemos acercarnos a él por
medio de la concentración, la meditación y la contemplación. El mayor inconveniente
para conseguirlo es que el no-yo o yo personal está constantemente pensando con la
mente concreta u objetiva y dejándose llevar por los deseos y sentimientos que nos
impulsan a actuar y a pensar más mal que bien. Sin embargo, algún día
conseguiremos esa comunicación directa y él dirigirá a la personalidad a
través de lo que hoy llamamos mundo mental abstracto.
Comprendiendo que la voluntad representa un aspecto del Yo superior es fácil admitir que:
1º.- La voluntad domina a la mente. 2º.- La mente (dirigida voluntaria y conscientemente por el Yo) se sitúa por encima
de los deseos y sentimientos (cuerpo de deseos) porque, como
sabemos, si queremos los podemos dominar. 3º.- Los deseos, sentimientos y emociones impulsan al
cuerpo físico a actuar en una dirección o en otra.
Lo que significa que:
1º.- Un cuerpo físico por sí solo no puede actuar porque no es el Yo. 2º.- Un cuerpo físico con deseos y sentimientos actuaría sin control dejándose llevar
por los mismos, lo que tampoco representaría al Yo. 3º.- Un cuerpo físico con deseos, sentimientos y mente sería similar al caso anterior
puesto que la mente, sin la voluntad del Yo que la controle, andaría de un lado para
otro más o menos dominada por el cuerpo de deseos. 4º.- Pero todo lo anterior más la voluntad sí sería y es lo que actualmente
somos, un Yo con sus cuerpos de expresión.
Ya hemos visto que el cuerpo físico no es el Yo que nos permite autoreconocernos
como individuos separados unos de otros y de todo lo que nos rodea, incluyendo
nuestros propios cuerpos. Basándonos en todo lo explicado hasta ahora,
podemos decir que para nosotros, como humanos antoconscientes de nosotros
mismos, la muerte no existe porque solo es el abandono del cuerpo físico
como abandonamos una herramienta o la ropa que ya no nos sirve. Pero si la
muerte no existe ¿Qué ocurre en el momento de la muerte? Ni más ni menos
que lo que acabamos de decir, abandonamos el cuerpo físico porque ya ha
cumplido la misión respecto al servicio que debía prestarnos en nuestra vida
y destino. Pero, como ya hemos podido razonar, como el verdadero Yo se
manifiesta con los otros cuerpos, y por tanto, aún tiene sentimientos y deseos
y aún piensa, sigue siendo el mismo en los otros mundos.
Nosotros abandonamos el cuerpo físico durante unas horas cada noche, y por
eso mismo perdemos la conciencia de forma similar al momento de la muerte.
Esa pérdida de conciencia es la salida del Yo, o lo que es lo mismo, la salida de la
conciencia y de la voluntad, por eso queda aparentemente muerto. La diferencia
es simplemente que en el momento de la muerte del cuerpo físico rompemos el hilo
que nos conecta a este cuerpo y durante el sueño no ¿Y por qué no se rompió en
la primera noche que abandonamos el cuerpo? Pues porque no era el momento
de la muerte, lo que significa que el Yo viene con un destino para experimentar,
aprender y evolucionar. ¿Cómo? Llevándose la película de la vida y extrayendo la
qintaesencia de ella para que aborrezcamos el mal y nos esforcemos por hacer
el bien. Y cuando, al cabo de un tiempo después de la muerte, ese Yo haya hecho
los trabajos pertinentes respecto a su futura vida y destino kármico, renacerá con
otro cuerpo físico (que es lo que hemos estado haciendo desde hace millones de
años hasta hoy) y por eso el hombre, el Yo hace cada vez unas creaciones e
invenciones más perfectas y asombrosas. De manera que si naciéramos por
primera vez en cada vida no podríamos hacer todo lo que hacemos puesto que
no traeríamos nada del pasado en sentido de experiencia ni como conciencia.
Así es que nosotros, como Yoes, renacemos y utilizamos en cada vida un cuerpo
físico más perfecto, moral, inteligente y espiritual, gracias a lo experimentado
anteriormente en otros muchos cuerpos físicos. Y esto será así hasta que
desarrollemos una serie de virtudes espirituales que hagan posible el desarrollo
de los poderes de este Yo (Alma o Espíritu) hasta el punto, aún muy lejano, de
ser a “imagen y semejanza de nuestro Padre que está en los Cielos”.
Como mi intención al escribir este pequeño artículo es intentar explicar que no somos el
cuerpo físico y que, después de la muerte del mismo, seguimos siendo iguales internamente,
ahora pregunto ¿Para qué enterrar el cuerpo que es totalmente negativo desde el punto
de vista esotérico, y desde el de la salud? Si el sentimiento más común entre los
familiares de algún fallecido es pensar: “Yo sé que no está ahí en la tumba está
como alma en el cielo o en algún otro sitio”. ¿Por qué enterrar su cuerpo si,
en realidad, los “fallecidos” siguen vivos y nos escuchan y están
junto a nosotros estemos donde estemos?
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