Te hago saber que, incluso cuando alguien da una simple copa de agua fría a un alma sedienta, los mensajeros del Padre siempre toman nota de ese servicio realizado por amor.»
Libro de Urantia. Pág.1764
Estamos en un período de agitación y cansancio por las compras de Navidad, pero no olvidemos que ella es la fiesta del amor y la fraternidad, porque fue la finalidad que Jesús tuvo al encarnarse en un cuerpo humano y “nacer de la misma manera que todos los niños que han llegado al mundo, antes y después.” 1351 El vino para enseñarnos el amor de nuestro Padre y la hermandad entre los hombres, por tanto procuremos vivir estos días inundados de este espíritu. No permitamos que el consumismo o las ganas de aparentar sean las que motiven nuestras compras, sino que procuremos que todos nuestros regalos, estén envueltos en el papel del amor y adornados con la cinta de la comprensión y la empatía. En cada uno de ellos pongamos una dedicación especial, pensando más en la persona a quien queremos regalar, que en lo que a nosotros nos pueda gustar o convenir...porque de esta forma nuestros regalos serán en verdad hechos para el Niño de Belén y tendrán para nosotros un valor de sobrevivencia eterna.
Esta, es la Buena Nueva que Jesús trajo a la tierra, él tuvo que nacer para enseñarnos, que nosotros debíamos renacer, porque “en el reino del Padre habréis de transformaros en criaturas nuevas, las cosas viejas habrán de perecer. Yo os muestro cómo todas las cosas se han de renovar. Y por vuestro amor mutuo, convenceréis al mundo de que habéis pasado de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida eterna. Así pues, mediante vuestra fe y la transformación del espíritu, llegaréis a ser en realidad templos de Dios, porque su espíritu vive dentro de vosotros. Si el espíritu vive dentro de vosotros, ya no seréis esclavos encadenados por la carne, sino hijos del espíritu, libres y liberados. La nueva ley del espíritu os dota de la libertad del autodominio, reemplazando la vieja ley del temor.”1609
Que esta Navidad, sea el momento de comprender el por qué, veneramos a Jesús niño desde un humilde pesebre. El no necesita del lujo ni de los oropeles para ser Dios, El necesita de nuestro renacer espiritual, que dejemos nuestras viejas costumbres, nuestra rutinas inconscientes y que tomemos conciencia que Dios habita en nuestro corazón y que está esperando ser incorporado a toda nuestra vida, no sólo a una porción de ella, porque “para aquel que conoce a Dios, no hay labores comunes, ni tareas seculares. Dedicad vuestra vida a la elevación de la tarea diaria y común. Mostrad a todos los hombres en la tierra y a los ángeles en el cielo, como alegre y valientemente el hombre mortal puede transformar toda labor terrenal, en un servicio a Dios el Padre.” 1960
Que nuestra alegría navideña, se vea reflejada en todos nuestros actos, renazcamos a una vida mucho más plena, que nuestra paz interna, sea capaz de sobreponerse a los apuros innecesarios, propios de estos días, para no hacernos perder la conciencia de que tenemos un Padre y que todos somos hermanos.
En nuestra cena navideña, en el momento de la entrega de regalos, tengamos presente estas verdades y brindemos junto a Jesús, por El y con El, no olvidemos que es su cumpleaños y renovemos nuestra plena confianza porque “ la paz se extenderá como un río y la gloria será como un torrente que fluye, porque como aquel a quien consuela a su madre, así os consolaré Yo a vosotros. Sed pacientes y veréis la gloria de Dios, del mismo modo será para todos los que aguardan conmigo y aprenden así a hacer la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” 1533
Que este mensaje de Jesús no se quede en nuestro intelecto, sino que llegue a nuestro corazón para que encontremos la fuerza de renacer y poder ofrecernos a Jesús, con el mismo amor que a El lo impulso a nacer como un niño, por amor y que ahora nos toca a nosotros expandir ese mismo amor no solamente entre nuestros seres más cercanos, sino que todo aquel que a nosotros se acerque pueda sentir en una sonrisa, en una palabra amable, en una propina generosa que en verdad lo que a ellos les damos se lo estamos al mismo Niño de Belén.
yolanda silva solano