Una isla brumosa
En algún lugar en medio del océano se encuentra una gran isla. En el centro de la misma
se levanta una montaña. Rodeándola hay gran cantidad de colinas que obligan al viajero
a subir y bajar una y otra vez si quiere aproximarse a la montaña. El clima es tal que la
mayor parte del tiempo una niebla espesa cubre la costa y también una buena porción de
tierra en el interior. A medida que uno se acerca a la montaña la atmósfera se aclara más
y más. El motivo por el que la isla interesa a muchas personas es que en lo alto de la
montaña hay un castillo mágico y quienes entran en él tienen visiones maravillosas y
adquieren sabiduría acerca de todo lo creado.
En cualquier momento uno puede encontrarse con numerosos viajeros en la isla, todos
con el propósito de alcanzar la cima de la montaña. Vienen navegando desde todos los
países, desembarcan en algún punto de la costa y luego se adentran a pie en la isla.
El mayor problema es que los viajeros se pierden fácilmente debido a la niebla. Algunos
de ellos no son conscientes de que el castillo mágico se encuentra en lo alto de una
montaña. Tienden a vagar si rumbo, confiando en que algún día darán casualmente con
el castillo. Puesto que tienden a transitar los senderos más cómodos, caminan por los
valles entre las colinas que rodean la montaña. Los valles se disponen en círculo
alrededor de ella y así nunca pueden llegar muy lejos. Se dice, sin embargo, que quienes
caminan por los valles se aproximan gradualmente a la montaña, de manera similar a un
microbio que siguiendo los surcos de un disco de vinilo se acercaría gradualmente al
centro del disco. Este sendero es tan largo que incluso de entre los primeros llegados a
la isla que lo recorren, ninguno ha alcanzado el castillo por ahora. Otros viajeros saben
que el castillo está en lo alto de una montaña pero no son conscientes de las colinas que
la rodean. Piensan que para llegar a la cima es suficiente con caminar siempre cuesta
arriba. Su problema es que cuando llegan a lo alto de una colina a veces piensan que
están en la cima de la propia montaña y se paran allí. Después cuentan a todos los que
los puedan oír que han llegado a la cima y que ya son sabios, sentándose llenos de
superioridad no sólo hacia los que caminan por detrás de ellos en ese valle sino también
hacia los que están en un valle más próximo a la montaña.
De cuando en cuando el viento disipa la niebla y se hace un claro en el cielo. Si alguien
está alerta en ese momento, puede divisar la siguiente colina o incluso
excepcionalmente la propia montaña. Si avanza acto seguido con determinación en la
dirección de su visión, puede hacer un progreso considerable antes de perder
nuevamente la orientación y con ella la dirección en la que debería caminar.
Cuando alguien tiene una vislumbre así, tal vez dé instrucciones a quienes le puedan oír
de modo que ellos también sean capaces de encaminarse a la montaña. Cuando sucede
esto, algunos de sus vecinos no le prestan atención porque piensan que si ellos no
pueden ver a través de la niebla, entonces nadie puede hacerlo y quien afirme lo
contrario no es digno de confianza. Otros siguen las instrucciones que escuchan con la
actitud de “probemos y ya veremos qué pasa”. Si se encaminan hacia la montaña y son
observadores, comprobarán que la niebla se vuelve ligeramente menos densa. Un
problema que experimentan los que intentan seguir las instrucciones de otros es que no
se encuentran en el lugar preciso de quien da esas instrucciones y encuentran que lo que
esa persona dice no siempre es aplicable a ellos y pueden terminar perdidos.
En alguna ocasión alguien tiene una vislumbre de la montaña y del camino que lleva a
ella y deja instrucciones escritas sobre cómo alcanzarla, las cuales pueden pasar de
persona a persona e incluso pueden terminar en el lado de la montaña opuesto a su
origen. Así pues, quienes siguen allí esas instrucciones se encuentran con gran sorpresa
de nuevo en la costa en vez de haber llegado a la montaña.
Los viajeros que han alcanzado la cima de la montaña encienden luces allí
frecuentemente, con la esperanza de que brillen a través de la niebla y sirvan de guía
para el resto de caminantes. Cuantos más viajeros alcanzan la cumbre y encienden
fuegos, más brilla la luz y puede atravesar más profundamente la niebla. Mas la luz
tiende a dispersarse y reflejarse en la niebla, de modo que los viajeros tienen gran
dificultad para determinar en qué dirección deben avanzar para alcanzar el origen de la
luz.
Algunas personas han ideado un método por el cual todos los viajeros que no han
alcanzado aún la cima de la montaña podrían ser ayudados. Sugieren que todos aquellos
que se encuentren en la costa junten sus manos y formen un círculo inmenso que rodee
completamente la isla. Después podrían estrechar el círculo gradualmente uniendo sus
manos y de cuando en cuando uno de ellos se soltaría hacia dentro del círculo y los
demás unirían de nuevo sus manos tras él. Así el círculo cada vez sería menor y todos
ellos se acercarían necesariamente a la cima. Se han efectuado algunos intentos en este
sentido pero hasta ahora no han tenido éxito porque los viajeros no tienen la paciencia
de estar quietos hasta que el círculo se forme. Sospecho que incluso si se formase el
círculo, algunos dirían que los más cercanos se mueven con demasiada lentitud y se
saldrían del círculo para avanzar apresuradamente pero a ciegas. Bueno, no debemos
perder la esperanza. Algún día, tras haber vagado lo suficiente, podrían estar al fin
deseosos de formar el círculo y permanecer en él hasta que todos alcanzasen la
montaña.
FIN DE LA ERA DE ACUARIO
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del libro La Era de Acuario Por Elsa M.Glover
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