Hoy en día la vida en el cuerpo físico presenta muchos problemas a los que habéis evolucionado lo
suficiente para entender la naturaleza de la espiritualidad en el hombre y apreciar cómo debería
vivirse. Si llevas una vida que crees correcta eres casi único, y sobresales entre cien mil.
Sois vosotros los que no sois «normales». Resulta difícil luchar contra la corriente, pero
es lo que tenéis que hacer. Durante toda la historia del hombre, mientras ha luchado por
evolucionar sobre este planeta, siempre han estado solos los verdaderos discípulos de
la Luz y el Espíritu Infinito. Si el hombre llevara una vida realmente espiritual no habría
necesidad de que el Espíritu Infinito mandase a la Tierra Maestros y Profesores para
ejemplificar el modo en que el hombre debería vivir, pues el hombre al ser consciente,
ya estaría en contacto con ellos. Ya les estaría escuchando, aprendiendo de ellos y
siguiendo su verdadero camino espiritual. Pero una vez que se rompe este vínculo, y
el hombre deviene ignorante, sólo mediante estos Maestros que encarnan en la
materia sobre la Tierra y ejemplifican la Infinita Sabiduría con las palabras y los hechos
es posible enseñarle al hombre cuál debería ser el camino de su vida. Si queréis ser verdaderos ejemplos de espiritualidad debéis acostumbraros a estar
solos. Lo que digáis será diferente. Lo que penséis será diferente. Os comportaréis
de modo diferente a como lo hará quien esté a vuestro lado. Tomad conciencia del
hecho de que no vais a ser «uno de la masa». Esta es la primera lección para cualquiera
que trate de andar por el camino verdadero y ejemplificar la Infinita Sabiduría. Debéis preparamos para una vida solitaria. Tendréis amigos, pero pocos amigos
espirituales. La mayor parte de vuestros amigos irán y vendrán con intervalos
frecuentes. Descubriréis que tienen poco en común con vosotros, o vosotros con
ellos. No importa el modo en que consideréis sus conductas, hábitos y costumbres,
os será difícil aceptarlas en vuestros hogares, pues ejemplificarán las mismas cosas que
vosotros rechazáis. Descubriréis que vuestro círculo de amigos se irá reduciendo
conforme vayáis evolucionando. Ya no os será posible relacionaras y comunicaras
con quien acostumbrabais, pues conforme el camino se haga más estrecho
y empinado disminuirá el número de los caminantes. Una vez que hayáis elegido andar por ese camino y os hayáis preparado para ello -y
con esto me refiero a que la conciencia anímica prepara a la conciencia de la
personalidad para lo que ello implica-, tendréis que aprender a presentar al resto de
la humanidad lo que conocéis como la Verdad. Siempre tendréis que decir la Verdad
tal como la conocéis aunque ofenda a alguien que os sea querido; pues ¿qué
es, al fin y al cabo, lo que estáis ofendiendo? ¿No es su personalidad? Por cierto que
no será la conciencia de su alma, pues a ésta nunca puede ofenderla la Verdad. Además lo
que siente preocupación por ofender a otros es vuestra propia personalidad. No
podéis aceptar lo que diga la gente si en el fondo de vuestro corazón sabéis que es
erróneo y falso. Eso no significa que deliberadamente salgáis y busquéis la discusión
y la defensa de vuestro punto de vista. Significa simplemente que cuando os encontréis
con gente y converséis, cuando entréis en contacto con personas en vuestras vidas
cotidianas y se planteen las situaciones o problemas, por buscar la paz no debéis negar
lo que sabéis y permanecer en silencio. Afirmar lo que sabéis. No tenéis que decir cómo
o por qué lo sabéis. Tenéis que decir lo que sabéis. Eso es todo. Tenéis que ejemplificar la Verdad tal como la conocéis, no sólo con vuestras palabras
sino también con vuestras acciones. Tenéis que llevar la vida que sabéis que es correcta.
No convenceréis a nadie si decís una cosa y hacéis la opuesta. Por ejemplo, no es bueno
decir en público que todos los hombres son hermanos y deberían vivir en paz y luego ir
a casa y luchar con vuestra esposa, pues eso no convence a nadie. Debéis
demostrarlo con el ejemplo. Así es como tenéis que convencer a la gente. Como durante muchas vidas el hombre ha engañado con falsedades, se ha construido
dentro de sí mismo dentro de su alma, una protección contra las palabras de sus
semejantes. Durante su evolución, el hombre no evolucionado se ha comunicado
por medio de la palabra. En fases superiores de conciencia, cuando la Tierra estaba
más evolucionada, no se utilizaban las palabras, pero durante la mayor parte del tiempo
el hombre se ha comunicado por medio de ellas y, como tal, gran parte de la perversidad
y la maldad del hombre vino a través de su boca. Por eso el hombre tiene una resistencia
interna a la palabra pero no puede resistirse a la Verdad, su alma no puede negarla,
cuando la ve. Si ve la Verdad con los ojos la ve su alma, y no puede
negarla. Un acto vale mil palabras. Si realmente deseáis andar por el sendero, prestar particular atención a vuestras acciones.
Tomad la costumbre de que siempre que vayáis a hacer algo pensadlo primero
cuidadosamente, en especial cuando afecte a vuestros semejantes, para que vuestras
acciones, cuando las realicéis, sean el resultado de un juicio cuidadoso, no de rápidas
decisiones de la personalidad. El hombre os recordará más por vuestras
acciones que por vuestras palabras. Muchos de los principios básicos de la vida en vuestro mundo de hoy están equivocados,
por lo que os encontráis en conflicto con ellos en casi todos los aspectos de la vida.
Comeréis de modo diferente. Beberéis de modo diferente. Viviréis de modo diferente.
Os comportaréis de modo diferente. Pensaréis de modo diferente. Sentiréis de modo
diferente. En todo esto seréis diferentes de los que os rodean. Por tanto, es muy fácil
crear el conflicto y provocar la enemistad de la gente. Debéis de procurar, sin embargo,
que la gente no se enemiste con vosotros. Si vuestras acciones son correctas producirán
diferentes respuestas en la gente de acuerdo con su evolución anímica. Si un hombre
reconoce la verdad en vosotros, a veces su personalidad se sentirá molesta, y
sentirá disgusto por vosotros. Tendréis que aceptarlo. Ese es el motivo de que estéis aquí.
Finalmente, cuando vea el ejemplo continuamente ante él, ese hombre cambiará. De lo que debéis guardaros es de convertiros en antagonistas de vuestros semejantes
menos evolucionados. Si veis matar a un hombre, si le veis robar, si le veis decir mentiras,
incluso aunque lo veáis tratando de destruir la Verdad que habéis establecido, no debéis
sentir enemistad hacia él y crear malos pensamientos a causa de lo que está haciendo.
Es una lección muy difícil de aprender. Recordad que sois los seres evolucionados, y
el primer deber de los seres evolucionados es que están aquí al servicio de sus hermanos
menos evolucionados; hay que tener también en cuenta que con el poder de su
pensamiento evolucionado pueden crear fácilmente una fuerza mayor para el mal. De modo que debéis ser tolerantes con vuestros hermanos menos evolucionados que
no piensan y actúan como vosotros. Para muchos de ellos sólo es el resultado de que
son productos de la Era, de las falsedades que les fueron enseñadas y que han pasado
de generación a generación. Recordad las dificultades que habéis experimentado
para cambiar de modos de vida y expandir vuestra propia conciencia. Quizá hayáis
tenido un entorno más favorable y recibido más ayuda que vuestros hermanos menos
evolucionados, y por tanto estéis en posición de ayudarles. Nunca podéis obligar a un
hombre a creer algo. Podéis obligar a un hombre a hacer casi todo: la historia de vuestra
Tierra lo a demostrado, pero no podéis obligar a un hombre a creer en algo en lo que no
cree. Podrá decir que lo hace, pero no creerá si no quiere. No podéis forzar a su alma. Otra de las grandes lecciones que tenéis que aprender es la de cómo y cuándo enseñar.
¡Recordad que no habéis sido enviados a convertir el Mundo! Las almas más
evolucionadas encarnan con un motivo específico, con destinos y tareas importantes
por cumplir, pero el factor vital que tenéis que aprender y entender, si vais a convertiros
en profesores, es saber cuándo enseñar. El único criterio que se aplica a esto es
que enseñéis sólo a los que desean aprender. Con esto quiero decir que no es bueno
hablar a personas que no desean escuchamos. No es bueno salir a las calles tratando
de convertir a la gente a vuestras creencias. Sólo deberíais enseñar a los que vienen
voluntariamente a vosotros, a los que os preguntan, a los que
quieren escuchamos por iniciativa de su alma. La dificultad, una vez que la gente ha venido a vosotros, es saber lo que tenéis que
enseñarles. De nuevo es la sabiduría de vuestra alma la que debe decidir lo que
deberíais decir. Tenéis que juzgar la naturaleza de su evolución anímica. ¿Qué son
capaces de entender, las cosas superiores o las inferiores? ¿Qué debéis decir a un
hombre, de una vez, de modo que lo entienda? Todo esto lo aprenderéis con la práctica
y la experiencia. Todos los profesores han de pasar por ese estadio. Recordad
que ante un público es mejor hablar a las almas menos evolucionadas y saber que
ellas entienden, y por tanto todos los demás a quienes habláis, en lugar de hacerlo
a un nivel tan alto que sólo unos pocos puedan entender y el resto se quede
asombrado y quizá empiece a perder un poco la fe en el motivo por el cual han ido a vosotros. Recordad que son las personas a las que habláis las que han de descubrir por
sí mismas. Nosotros, los de la Jerarquía, en nuestro nivel de existencia, estamos
diciendo siempre que es sólo tanto lo que podemos enseñaros, que es
sólo tanto lo que podemos deciros hasta que estéis dispuestos. El resto debe
provenir de vuestro interior. La lección básica que deberíais enseñar siempre
sería la siguiente: «Mirad dentro de vosotros mismos, pues ahí está el Reino
de los Cielos.» Tenéis que conseguir que el hombre mire en su interior, que
escuche a su propia alma y siga a su propia conciencia. Recordad que lo
que es correcto para un hombre será incorrecto para otro. Todos los hombres
son diferentes. Todos los hombres piensan de modo distinto y actúan también
de modo distinto. No juzguéis. No digáis que uno tiene razón y el otro está
equivocado. Lo único que podéis hacer, como ha hecho todo Maestro que
ejemplificando el Principio Crístico ha tocado el planeta Tierra, es poner
el ejemplo y dejar que el hombre lo siga e imite. Eso es todo. Una de las mayores tentaciones que existe para un alma evolucionada que
sea profesor es sucumbir al poder de su propia capacidad como profesor. Cuando
refleja la Verdad y habla de ella y convence a muchos, y cuando ve los resultados,
crea un profundo sentimiento de poder y majestad por lo que hace. Algunos de los
mayores profesores del Espíritu Infinito han olvidado que son sólo instrumentos, que
no son la fuente de la sabiduría, y que también ellos son almas que están aprendiendo
y cumpliendo un destino. Por tanto, debéis resistimos a la adulación de las personas
que se adhieran a vosotros, de aquellas que incluso os veneren por lo que decís y
hacéis. Es una tentación difícil de resistir. Debéis decir siempre que sois un mero
instrumento a través del cual fluya la Sabiduría de Arriba, y que no es a
vosotros a quien hay que dar las gracias, sino a su Creador. Finalmente, no busquéis resultados inmediatos. No sentiros heridos o sorprendidos
si habláis ante un público y al final de vuestra conferencia nadie sonríe ni parece
entender, y todos dan la impresión de irse confusos. Aunque quizá no comprendan
en el momento, la semilla habrá quedado sembrada y después comenzará a
germinar siguiendo sus propios procesos de pensamiento. Puede que ni siquiera
recuerden que habéis sido vosotros quienes habéis puesto la semilla. No importa.
No preocuparas, ni siquiera si en toda vuestra vida veis unos resultados tangibles a
vuestros esfuerzos. Recordad la vida del Nazareno. Hacer el papel de profesor espiritual, ejemplificar la Sabiduría Infinita, es una encarnación
de prueba. Requiere que vigiléis todas vuestras acciones, todas vuestras palabras,
de modo que seáis un ejemplo para los otros, exige que en ningún momento confundáis
a un hermano menos evolucionado. Si os establecéis como profesores, estad
seguros de que andáis por el camino, pero si con el ejemplo o intencionadamente
confundís o dañáis a un hermano menos evolucionado, produciréis un gran
karma. Por tanto, antes de que empecéis a enseñar, antes de que empecéis a decir
«Creo, sé y lo demostraré», mirad dentro de vosotros mismos y
aseguraos de que es un verdadero reflejo del Espíritu Infinito.
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