EL PULIDOR
Por las calles, delirante, pregonaba a viva voz…, -como un sabio trashumante…, o un mensajero de Dios-:
"¡Pulo dolores añejos…, cuitas de todo tenor…, pesares nuevos…o viejos…, incluso penas de amor!"
"¡No existe rincón oscuro que se resista a mi acción; disuelvo todo lo impuro: ¡dejo limpio el corazón!"
"Y no hace falta, señora…, ¡ninguna falta, señor!, que usted me relate ahora la historia de su dolor…"
"¡No preciso de novelas para ponerme a pulir…, pues sus ojos me revelan por dónde tengo que ir!"
"¿Que cómo curo la herida…?, es muy sencillo, señor…: ¡derramo sobre su vida claros torrentes de amor!
"(¿Es que acaso alguien ignora que todo lo sana y cura, una dosis redentora de cariño y de ternura…?)"
"Esa vibración tan alta, es quien nos hace sentir, que en verdad sólo hace falta cantar…, amar… y reír…"
"¿Y qué cobro, me pregunta?, le respondo -y no le miento-: ¡esa paz que se trasunta después de mi tratamiento!"
"Como todos somos Uno, al brindarle mi servicio, -aún sin buscar pago alguno-, ¡yo también me beneficio!"
"Porque con su risa, río…; porque su esplendor me llena…; porque su pesar es mío…, y me apeno con su pena…"
Y continuaba, con calma, pregonando su pregón: "¡Pulo dolores del alma…, dejo limpio el corazón!"
(Tu, mi amigo, que protestas por aquél viejo dolor…: ¿Por qué una mañana de éstas…, no lo ves al Pulidor…?)
Poema de Jorge Oyhanarte
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