PEQUEÑO HERMANO DORMIDO
Pequeño Hermano dormido,
toma mi mano llena de tiempo y camina.
Camina hacia aquella luz que ves lejana,
perdida entre la oscuridad de la duda
y la incertidumbre.
Ven, hermano. Ven y camina.
No vuelvas los ojos atrás ni retrocedas.
Yo estoy a tu lado,
y desde los planos invisibles te dirijo.
Cuando tu velas, yo velo tu vela
y cuando duermes estás conmigo,
en mis brazos.
No temas nada. No te ofusques
con las pequeñas depresiones diarias.
Ellas no pueden tocar tu Yo Real
y tan sólo dañan tu capa superficial.
No son sino picazones que sólo duran un momento.
Pero mira, mi pequeño hermano dormido.
Mira las estrellas. Mira mas allá de ellas y me verás.
Después cierra los ojos y mira hacia adentro.
Cuando hayas creado la Luz,
mira dentro de ella y me verás.
Me verás cuando trasciendas las ilusiones de fuera
y las de dentro.
Pero ¡Que alegría tendrás cuando me veas!
Cuando veas que somos la misma cosa.
Que Tú y Yo somos la misma cosa,
con todos y con todas las cosas.
DEL LIBRO: ASÍ HABLABA QUETZACOATL