El interés comprensivo de Jesús por los pequeños y los grandes, los ricos y los pobres, le llamaba poderosamente la atención.
Libro de Urantia. Pág.1553
En verdad Jesús, a lo largo de toda su vida pública nunca hizo la menor distinción entre las personas, ni siquiera entre los justos y los pecadores, ni mucho menos entre los hombres y las mujeres, porque el era capaz de ver en cada ser humano a un hijo de Dios y además sabía que después de Pentecostés en cada uno de ellos, El seguiría viviendo junto a la partícula de su Padre en el corazón de los hombres, porque "el otorgamiento del Hijo preparó eficazmente la mente de todos los hombres normales, para el otorgamiento universal subsiguiente, del espíritu del Padre sobre toda la humanidad. En cierto sentido este Espíritu de la Verdad, es el espíritu tanto del Padre Universal, como del Hijo Credor. 2061"
El hecho de ser hijos de Dios, nos convierte en templos vivientes de nuestro Padre, por lo tanto no necesitamos de los templos de cemento para ir visitarlo en días y horas determinadas, porque para estar junto a El sólo precisamos acallar el bullicio mental y encontrarlo en lo profundo de nosotros mismos y entablar con El un diálogo propio de un padre con su hijo, en donde no es preciso hacer incapié ni en el respeto, ni en la adoración, porque ellos nacen en forma natural y espontánea, porque en esta relación prima el amor y la confianza.
La búsqueda de Dios a través de lugares especiales, es en gran parte el error y el fracaso de las religiones, que han enmarcado a sus fieles en dogmas y preceptos, pero se les ha olvidado inculcar esta amistad íntima y personal que la criatura debe tener con su Creador, creando un abismo y una dicotomía entre lo material y lo espiritual, desconociendo que Jesús dijo: "aunque no podéis observar la obra del espíritu divino en vuestra mente, existe un método práctico que os permite determinar hasta qué punto habéis puesto el control de los poderes de vuestra alma, al servicio de las enseñanzas y dirección de este espíritu residente del Padre celestial, y ése es: la magnitud de vuestro amor al prójimo. Este espíritu del Padre comparte el amor del Padre, y a medida que va dominando al hombre, lo conduce infaliblemente en la dirección de la adoración divina y del amor y respeto por los semejantes. Al principio, creéis que sois hijos de Dios, porque mis enseñanzas os permiten apercibiros de la presencia guiadora de nuestro Padre en vuestro corazón; pero pronto se derramará sobre toda la carne el Espíritu de la Verdad, y vivirá entre los hombres y les enseñará, así como yo ahora vivo entre vosotros y os hablo las palabras de la verdad. Y este Espíritu de la Verdad, que habla por las dotes espirituales de vuestra alma, os ayudará a conocer que sois los hijos de Dios. Prestará testimonio infalible mediante la presencia residente del Padre, vuestro espíritu, que para entonces residirá en todos los hombres así como ahora reside en algunos, diciéndoos que sois en realidad hijos de Dios, 1642"
Es cierto que Jesús eligió a los doce apostóles como piedras fundamentales de la creación del reino, porque aún no se había derramado el Espíritu de la Verdad sobre todos los hombres y por lo mismo ni siquiera los doce eran capaces de reconocer el alcance de sus palabras. «Aunque no podéis observar la obra del espíritu divino en vuestra mente, existe un método práctico que os permite determinar hasta qué punto habéis puesto el control de los poderes de vuestra alma al servicio de las enseñanzas y dirección de este espíritu residente del Padre celestial, y ése es: la magnitud de vuestro amor al prójimo. Este espíritu del Padre comparte el amor del Padre, y a medida que va dominando al hombre, lo conduce infaliblemente en la dirección de la adoración divina y del amor y respeto por los semejantes. Al principio, creéis que sois hijos de Dios porque mis enseñanzas os permiten apercibiros de la presencia guiadora de nuestro Padre en vuestro corazón; pero pronto se derramará sobre toda la carne el Espíritu de la Verdad, y vivirá entre los hombres y les enseñará, así como yo ahora vivo entre vosotros y os hablo las palabras de la verdad. Y este Espíritu de la Verdad, que habla por las dotes espirituales de vuestra alma, os ayudará a conocer que sois los hijos de Dios. Prestará testimonio infalible mediante la presencia residente del Padre, vuestro espíritu, que para entonces residirá en todos los hombres así como ahora reside en algunos, diciéndoos que sois en realidad hijos de Dios. 1741"
Pero después de Pentescostés este mensaje dejó de ser un privilegio para algunos, porque desde entonces "ha estado Jesús construyendo ese templo viviente sobre los mismos cimientos eternos de su filiación divina, y los que así llegan a tener autoconciencia de que ellos son hijos de Dios, son las piedras humanas que integran este templo viviente de filiación, erigido para glorificar y honrar la sabiduría y el amor del Padre eterno.1747"
Esforcémonos por ser templos vivientes y para ser capaces de amar a nuestros hermanos sin distinción alguna, y con la misma ternura que Jesús nos enseñó.
yolanda silva solano