Todo pensamiento es un objeto. Tiene una reserva acumulada. Por eso, cuando un pensamiento llega, es sólo como una hoja de un gran árbol. No puedes cortarla y tirarla pues otra hoja brotará. Las raíces están ahí; el árbol está ahí.
Cuando te vuelvas consciente, incluso sólo un poquito, de que los pensamientos están ahí, de que los deseos están ahí - la ira, la pasión, la lujuria - de que todo está ahí, no empieces a combatirlo. Tan sólo obsérvalos, porque con el observar te volverás más consciente, y con el luchar nunca te volverás consciente. No luches, ¡observa! «Observar» es la palabra, el mantra. Observa sin descanso, y cuanto más observes, más empezarás a sentir que la luz está ahí. La luz está ahí, sólo que tus ojos han de adaptarse.¡Observa!
Con el observar, los ojos se acomodarán. Y cuando haya más luz y todo se vuelva claro, cuando no haya un rincón oscuro, te volverás el amo de tu mente. Podrás excluir lo que quieras, podrás reordenar como quieras. Y una vez te vuelvas el amo de tu mente, te volverás consciente de dónde es que proviene la luz, de dónde está su origen. El sol no está ahí, está afuera. No has ni tan siquiera encendido una vela, y todo se ha iluminado.
¿De dónde proviene esa luz? Primero te darás cuenta de las cosas que son iluminadas, luego te volverás el amo de los objetos de tu mente y luego empezarás a ser consciente de dónde proviene esa luz, de cuál es su fuente. Empezarás a ser consciente de una flor floreciendo. Luego empezarás a ser consciente de dónde proviene esa luz.
Entonces podrás conocer el sol.