SÓLO DIOS!
¿Quién conoce los secretos de todos los hombres,
vivios y muertos? Sólo Dios!
¿Quién reposaba en el vacío eterno antes
de que los átomos, guiñando sus ojos centelleantes,
iniciaran la danza de la creación?
Sólo Dios!
Vinimos aquí desde alguna misteriosa región;
no sabemos de dónde.
Y pronto nos marcharemos hacia otra esfera;
no sabemos adónde.
¿Quién puede explicar la razón de
nuestros viajes obligados?
Sólo Dios!
Con hilos de causa-efecto tejemos
los intrincados patrones de nuestras vidas.
Entre miríadas de diseños,
cada uno de ellos lleva su marca de personalidad
y libre albedrío.
¿Quién ve la oculta armonía de todos ellos,
con un divino esquema?
¿Quién unifica la sorprendente
variedad de la expresión creadora del hombre?
Sólo Dios!
¿Quién comprende el origen y el destino
de la grandiosa procesión de seres vivos,
que emerge interminablemente de los misteriosos
ámbitos del espacio?
¿Quién puede decir en qué mansiones
celestes habitan ahora esos incontables
visitantes de este planeta,
que desaparecieron instantáneamente al toque
de la varita mágica de la Muerte?
Sólo Dios!
Nuestros seres queridos prometen amarnos para siempre,
pero cuando se hunden en el Gran Sueño dejando atrás
todos los recuerdos de la tierra,
¿qué valen sus promesas?
¿Quién, sin decírnoslo en palabras, nos ama eternamente?
¿Quién se acuerda de nosotros cuando
todos los demás nos olvidan?
¿Quién permanecerá a nuestro lado cuando tengamos
que dejar a los amigos de este mundo?
Sólo Dios!
El hombre desempeña su papel, y luego,
entre una escena y otra, se esconde en la muerte.
Después vuelve aquí luciendo un nuevo traje de carne,
para actuar otra vez en el escenario del tiempo.
¿Quién recuerda todos los papeles que antes
ha desempeñado cada persona?
¿Quién está enterado de los que van a
encomendársele a cada quien en el futuro?
¿Quién nos lleva con bien a través de las
desconcertantes sinuosidades
del extraño laberinto de nuestras
numerosas encarnaciones?
Sólo Dios!
El motivo de que Él esté jugando este juego,
y de que guarde para Sí el secreto,
compartiéndolo apenas con nosotros,
Sus hijos, es un misterio que puede comprender,
Sólo Dios.
Cuando hagamos desaparecer el engaño
de nuestra identidad con el cuerpo físico,
habremos resuelto el enigma de la vida que,
como el de la esfinge, nos desafía.
¿Quién nos dará entonces la clave
del Acertijo Final del Cosmos?
Sólo Dios!
Paramahansa Yogananda